Primer Estadio

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Primer Estadio:

Capítulo 3/Tres:


Javier simplemente no podía creer cuanto podían cambiar las cosas en tan sólo un abrir cerrar de ojos.

Un día era el abogado más reconocido de toda Canadá, con un esposo esperándole en casa y aceptando lo poco que Javier se dignaba a darle de vez en cuando, y al otro estaba en una camilla, casado con un chico exitoso, fuerte, con carácter y que sólo volteaba a verle cuando estaban frente a una cámara o algún importante evento.

El español había pasado todas las noches, desde que le dejaron su computador, viendo videos, fotos e incluso notas en los periódicos del día en que se "casó" con el mejor patinador artístico que la historia podía recordar.

La boda se había realizado en uno de los salones más conocidos de toda Canadá, había sido exclusiva y en muchas maneras perfecta. Yuzuru se había visto radiante a su lado y siempre se había comportado a la altura de alguien de alta sociedad. Quizá por eso su madre estaba tan interesada en que Yuzuru despertara.

El chico no había hecho nada más que poner el apellido Fernández en lo alto, y Javier estaba casi seguro que Enriqueta, su madre, no aceptaría que él cambiase al pelinegro por alguien como Marina. Pues según su madre, ella no llenaba los zapatos del japonés, más aún, estaba lejos de la perfección que Yuzuru tanto rozaba.

Simplemente no había nadie en el mundo que pudiese ser más perfecto que el chico que estaba inconsciente en la camilla, era cierto. Pero también era cierto que cada noche, había cierta mujer que se escabullía en su habitación y que le recordaba que quizá, haber despertado en aquel extraño mundo tan diferente al suyo, no era tan malo.

Marina era más que solo su amante en aquel mundo, era básicamente la mujer que fungía el papel de esposa, aquel cuerpo caliente que le esperaba todas las noches en la cama y lo llevaba por un paseo a las estrellas siempre que él quería. Ella era una mujer elegante y un poco ambiciosa, pero definitivamente la misma mujer de la que se enamoró cuando aún se encontraba en su mundo.

Se habían acabado las cenas románticas y el sentimiento de culpa que sentía cada vez que dejaba a Yuzuru esperando. En esa realidad, su matrimonio era la perfecta farsa. No tenía claro quien de ambos fue el primero en buscar consuelo en brazos de alguien más, pero era claro que no se quejaría si eso era justamente lo que buscaba en su mundo.

La libertad para estar con la mujer que lo volvía loco, aquella que le daría justamente todo lo que él deseaba y no los reclamos y las lágrimas de Yuzuru, que ya lo tenían cansado hasta puntos insospechados.

Patrick entró en la habitación vistiendo un traje gris, con el cabello muy bien peinado y con cara de fastidio, la cual le dijo al español donde había estado exactamente su amigo.

–Tratar con ellos es mucho más complicado de lo que imaginé. Creo que prefiero tratar con tu esposo con aires de diva y con su perro guardián, que con sus padres. Aunque aprecio el detalle que pusiste en tu contrato anterior especificando que sólo el interesado o familiares directos pueden inmiscuirse en asuntos relacionados al contrato– Patrick se acercó a la camilla y se dejó caer en esta. Le extendió a su colega un folder que llevaba grabado el logo del buffet y luego cerró los ojos.

–¿Fue tan difícil entablar conversación con ellos?

–Es difícil entablar conversación con Hanyu, ¿Cómo crees que son sus padres, que fueron quienes lo hicieron tener el mal genio que tiene?

El español soltó una pequeña carcajada y abrió aquel folder, encontrándose con los papeles que hace varias noches él mismo había modificado, de tal forma que ese contrato le facilitase aún más, esa nueva vida.

To the stars who listenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora