Capítulo 2 - Parte 2

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...

Anahí se sentó a almorzar con su familia en la enorme mesa del jardín trasero da la casa. Se notaba de lejos que a su madre le encantaba la idea de que ella estuviera unos días en Ciudad de México, pues había llamado a todos para que celebraran que Anahí podía estar con ellos aquellos días. Ahí habían venido a comer con Any, Enrique, su padre; su hermana, Marichelo; y sus sobrinos, Ana Paula, Santiago y Patricio. 

Tanto sonreía ella que su sobrina que muy bien la conocía trató de acercarse a ella, abrazándola mientras Anahí se tomaba un poco de jugo de naranja.

- Ya te extrañaba – dijo la niña.

- Yo también, mi pequeña – contestó devolviéndole el abrazo – la verdad, mi grande – se rieron – cada vez que te veo, estás más grande y más hermosa.

- Tengo un montón de cosas que contarte, Tititi. Pero, ve, ¿qué tanto sonríes, he?

- ¿yo? – se rio Anahí sin saber que decir – para nada, no sonrío nada, digo, lo normal, estoy feliz de estar con todos.

- Yo sé que hay más, tía – le contestó, mostrándole a Anahí que obvio se diera cuenta que estaba más feliz que siempre – es porque regresa RBD, ¿verdad? Sé que siempre extrañas aquellos tiempos.

- Sí – contestó ella después de respirar, aliviada – pero, buen, no es como si las cosas fueran a volver como eran antes, pero ya, me encanta poder revivir ni que sea tantito de lo que vivimos hace tantos años.

- Y los demás, ¿están tan felices como tú?

- Creo que ningún de nosotros veníamos planeando esto y tampoco creíamos que un día íbamos a revivirlo, pero ya que la vida nos ha puesto acá, todos estamos aprovechando mucho...

- Eso es lo mejor, ¿verdad, tía? Cuando no te lo esperas y ya, llega el momento...

- Sí... cada cosa pasa exactamente cuando tiene que pasar.

Acostado en su cama, Alfonso se preguntaba por qué ahora, ¿qué había cambiado? Sabía que había tenido chance de hablarle antes. Tenía su teléfono, su WhatsApp, su mail, sabía dónde encontrarla, conocía a su familia... y nunca la había buscado, nunca había pensado en volverle a hablar, no después de su último encuentro que había sido uno de los peores momentos de su vida, había sido tan feo que ni siquiera le gustaba acordarse de aquello. Pero ya... las cosas pasan cuando tienen que pasar, ¿verdad? O a lo mejor cuando permitimos que pasen.

Él sabía reconocer que nunca había sido la más tranquila de las personas. Pero es que... ¡Anahí le quitaba de quicio! Desde siempre había sido así, ella siempre había tenido aquel misterioso poder sobre él: una sonrisa suya le hacía derretir, una lágrima casi podía cambiar todas sus convicciones de vida entera, estar distanciado de ella le hacía sentir que un pedazo le faltaba. ¿Qué era lo que pasaba? ¿Por qué se volvía a sentir así? ¿Qué había cambiado? Anahí no le había dicho nada todavía, ¿será que le diría? ¿Será que quería explicarle? La verdad, ella no tenía nada que explicarse, era adulta y responsable por sus actos y decisiones y Alfonso nada tenía que ver con eso, pero, aunque no habían quedado en nada concreto, la simple platica de más temprano le había hecho sentir a Alfonso que algo había cambiado, algo iba cambiando. ¿Había la más mínima chance de que todo volviera a ser como era antes?

Intentaba pensar con claridad, pero no podía. Tenía la cabeza llena de cuestiones, de dudas, de nostalgia, de rencor, un poco, también... pero hoy ya nada pesaba, ya no pesaba el rencor, ya no pesaba las ganas que tenía que cuestionarle tantas cosas a Anahí, todo lo que ella ya le había dicho, todo lo que había mostrado sobre ella misma, ¿por qué había cambiado tanto ella? Bueno, quizás los dos hubieran cambiado mucho y, sí, cambiaron, pero nada había sido culpa de Alfonso, ¿verdad? Se aseguraba él, nada fue mi culpa. Pero no estaba seguro. Nunca estuvo tan confundido y al mismo tiempo tan a gusto como se sentía en aquella tarde de enero de 2016. Es que quería sentirse enojado con ella todavía, quería buscarla y exigirle que le diera tantas explicaciones, que le explicara porque se había vuelto lo que era hoy, pero en el fondo de su pecho, sabía que no tenía el derecho. Ni siquiera estaba seguro de cómo estaba ella, de verdad, de cómo se sentía, porque nunca había permitido que platicaran, que le contara sus cosas, nunca se había vuelto a acercar a ella, a hablarle para saber cómo andaba. Hoy nada pesaba porque él ya no quería saber que cantaba o si iba a lanzar un nuevo disco, tampoco quería saber de su fundación que iba creciendo bien, hasta llegaba a pensar que no quería saber de su matrimonio, aunque sabía que iban a tener que hablar de eso tarde o temprano, pero, hoy no. Hoy, Alfonso solo quería saber de ella, que le contara si estaba feliz, que le contara también sus penas, que sonriera hacia él, que llorara si sintiera que necesitaba llorar. Solo quería estar un rato con ella.

Volverlo a intentar (ponny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora