Todo el resto del maldito día escuchaba a las mujeres de todas las edades hablar de la visita del príncipe, las mayores proponían a sus hijas como futuras princesas, y las menores, se la pasaban hablando de qué tan capaces serían de conquistar al príncipe solo con la mirada. Pobres ilusas, sigo pensando que un niño rico como él, no tiene necesidad de mirar hacia abajo para conseguir pareja ya que es guapísimo y popular, y en los demás reinos hay princesas muy guapas, así como las hijas de los hacendados, las hijas de los alfas de las manadas de otros reinos ¡Incluso las actrices y mujeres del medio! Estas mujeres sólamente se hacen ilusiones falsas. Hablan de él ahora porque es el único soltero y por si fuera poco ¡Es el primogénito! eso lo convierte en el próximo rey. La avaricia de las mujeres es muy grande en este lugar.
Con todos estos pensamientos, había olvidado que hoy tenía que llegar más temprano a mi trabajo nocturno. Me preparé y me tapé lo más que podía para salir de mi casa sin que los vecinos se dieran cuenta. Si de por sí me miraban mal por ser una híbrida, no me imagino cómo me tratarían si se enteraran que trabajo de noche en un bar; digo, aunque sea como cantante, las personas de aquí están llenas de prejuicio. Agradezco que mi padre sea bueno en su trabajo, eso nos salva de la discriminación del pueblo, imagínense, ¿quién hará el pan si mi padre no estuviera? Con un vestido negro y un chador del mismo color, abandoné mi casa para ir al bar.
Cuando llegué, entré por la puerta trasera del mismo. Una vez dentro, mis compañeras me saludaron, y ¡válgame Dios! ¡Ellas igual estaban hablando del príncipe! Me dirigí hacia mi camerino, y ahí, me coloqué la peluca platinada y el vestido revelador color rojo. Me maquillé, coloqué el antifaz y al terminar, me miré al espejo. Aún no me acostumbraba al cambio que hacía con todo eso. Mi piel era bronceada, pero por suerte, no quedaba nada mal con el color de la peluca; si no fuera por mi cuerpo, no creo que hubiera podido conseguir trabajo aquí. Lo único que quedaba de mí detrás de todo esto, era el color ámbar de mis ojos que se podían observar a través de los orificios del antifaz.
--¡Layla! ¡DÓNDE CARAJOS ESTÁS! --la asquerosa voz de mi jefe resonó por todo el lugar. Había llegado algo tarde. Rápidamente salí del camerino y ahí estaba, ese ogro gordo vestido a traje. --¡APÚRATE! ¡YA TE TOCA!
En sí, el trabajo no era tan malo. Sólamente tenía que cantar durante casi dos horas, bajar del escenario, sentarme en las piernas de los hombres, soportar los tactos, las propuestas indecorosas y las miradas sexuales; digo, nada humillante para una mujer. ¿A quién engaño? Era horrible, pero al menos podía hacer lo que más me gustaba: cantar. Mi voz tenía un rango vocal muy bueno, pero no podía entrar a las óperas, las personas tenían algún problema mental con los híbridos como yo. Tenía que conformarme.
Durante todo el tiempo que estuve en el escenario, reconocí muchos rostros. Muchas personas venían en el tiempo que yo me presentaba para "deleitarse con la voz de la sirena" (como ellos llamaban a mi presentación diaria), seguramente por eso es que mi jefe no me ha echado del lugar. Muchos chicos esperaban la oportunidad para verme, otros para hacerme alagos. Me sorprendió observar en la mesa principal una mirada que no había visto antes, pero que se me hacia familiar. Era un chico rubio con unos ojos muy feroces y atrayentes. Estaba acompañado de algunas de mis compañeras, pero dejó de prestarles atención para ponerla en mí. Era muy difícil concentrarme con esos ojos tan atrayentes sobre mí, por ratos, lo miraba y entonces me daba cuenta que él también me miraba fijamente.
Continué el show como siempre, pero antes de terminar de bajar las escaleras del escenario, uno de los ogros que cuidaban la seguridad me detuvo para susurrarme que me acercara al joven rubio que me estaba mirando, ya que era un cliente nuevo, y había pagado gran cantidad de dinero para que fuera él quien tuviera libre la mesa principal al momento de mi presentación. Hice lo que me pidió, me acerqué a todos como siempre, pero respetando la orden. Mi corazón por alguna razón comenzó a latir más rápido conforme me acercaba al rubio, que desde su lugar me miraba directamente. Mis manos tocaron su rostro, él sonrió. En la notas finales, caminé entorno a él para terminar a sus espaldas, y como siempre acostumbraba a cerrar, posé mi mano en su hombro y me incliné para que él me sintiera más de cerca.... pero esta vez fue diferente... todos los clientes estaban observando el espectáculo, algunos tenían envidia en sus ojos, normalmente nunca centraba mi atención en uno sólamente. Pude sentir su perfume, tan delicioso e inolvidable. Retomé mi postura para concluir con la nota final y comenzar a caminar hacía el escenario. La canción terminó y todos aplaudieron, silbaron y unos que otros habían decidido arrancar las rosas de las decoraciones de las mesas para poder lanzarlas hacía el escenario. Sonreí, amaba esa sensación de éxito. Pasé la mirada por todos los asistentes, incluso las mujeres aplaudían. Me detuve de nuevo en el rubio. A diferencia de la mayoría, él no había lanzado su rosa; él la tenía levemente alzada hacía mí, sonriendo. Le dediqué una sonrisa especialmente para él, y él me devolvió el gesto alzando aún más la rosa. Hice una reverencia y salí del lugar.
--¡ESTUVISTE INCREÍBLE! --Mi jefe había abandonado su histeria de ogro para acercarse a mí y darme un beso en la mejilla. Nota, nunca dejen que un ogro las bese, se siente super iu.
Era ya momento de retirarme, retiré todo mi vestuario, volví a ponerme el vestido y el chador negro. Me despedí de mis amigas, de algunos otros y salí por la parte trasera. Los ogros que custodiaban se despidieron de mí. El transcurso hacia mi casa era algo peligroso, era ya más de media noche. Mientras iba caminando, escuché las voces de dos hombres, agradecí que mi padre me heredara su excelente sentido del oído. Me escondí entre una casa y otra, esperé ahí a que ellos pasaran. Cuál fue mi sorpresa al darme cuenta de que se trataba del joven rubio del bar acompañado de un hombre algo anciano.
--Te digo, Brayan, esa chica es mi mate. Yo lo sentí--El rubio le dijo al anciano. El anciano parecía negarlo.
--¿Qué te hace pensar eso, jovencito? Si tus padres se enteran que te traje a este lugar, seguramente pierdo mi trabajo y con eso la cabeza.
--Eres un exagerado; además, no pueden echarte si les digo que fue una orden mía.
--Como sea, sólo dime qué fue lo que te hizo pensar que ella es tu mate
--Mi corazón se aceleró cuando ella se acercó a mí, su olor, todo, aún puedo sentir su olor... Mi yo interior me dice que ella es... ¡yo sé que ella es! Si tan sólo supiera su nombre.
--Ya sabes, preguntamos por ella y ni siquiera con todo el dinero que les ofreciste quisieron decirte algo de ella. Creo que ella no quiere que alguien sepa su identidad.
--¡Pero necesito saberlo! ¡No creo que el día de la visita la pueda encontrar entre tantas mujeres que siempre me están gritando y tocando! ¿Qué tal si ella no asiste ese día?
¿La visita? ¿Mujeres que siempre le gritan? ¿Mate? ¿Lo tocan? Que carajos. Mi mente estaba dando vuelta, ellos se habían detenido para discutir a gusto muy cerca de donde me escondía
--Joven, ¿qué le hace pensar que una chica de pueblo no asistirá a la visita de un príncipe en la que muy posiblemente elija a una de ellas?
¡¿PRÍNCIPE?! Retrocedí unos pasos, ¡y maldito sea el momento en que decidí hacerlo! Detrás de mí había un galón de metal que se cayó cuando yo choqué con él. Los dos se dieron cuenta de mi presencia.
--¡Oye tú, ven aquí!
Estaré loca si obedezco, rápidamente comencé a correr, no necesitaba que me atraparan. Él comenzó a correr también y cuando las luces de ambas casas se encendieron, el rubio comenzó a correr detrás de nosotros. Dí vuelta en un callejón, pero desgraciadamente no era tan rápida como ellos dos. El anciano me atrapó.
--¡OH dios mío, por favor! ¡Suélteme! ¡Guardaré silencio! ¡Pero por favor, no me haga daño! --rogué cuando lo escuché gruñir.
--¡LO QUE FALTABA! ¡GUARDE SILENCIO! ¡DEBE SABER QUE ESPIAR A LA REALEZA ES UN DELITO GRAVE!
--¡Quien debería guardar silencio eres tú, Brayan! --EL rubió apareció en el callejón, mi mirada se posó en sus ojos.
--¡Por favor, no diré nada! Yo... yo...
--¡Es ella! ¡Brayan, suéltala! ¡ES ELLA!
--¿De qué está hablando, joven príncipe? --el anciano, lo miró, pero aún así no me soltaba. Él rubio se acercó y lo apartó de mí. --¡¿Qué está haciendo?!
--Tus ojos, tus ojos, ¡Eres tú! --el príncipe se retiró la peluca de la cabeza y fue entonces cuando lo reconocí totalmente. Su rostro expresaba felicidad, mis manos aún estaban sujetadas--¡Eres tú! ¡Tú eres mi Mate!
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El príncipe Murat.
FantasyRamona llevaba una vida como cualquier plebeya en el reino Ayla, por las mañanas ayudaba a su familia en la panadería y por las noches, cantaba en un bar del reino para ganar dinero. Su vida da un giro inesperado cuando en una de esas tantas noches...