Mis padres aún no sabían lo que había pasado con el Príncipe, por lo que no podía decirles que iría al Palacio. Me organicé con mi hermano para poder salir sin ser vista, o sin levantar alguna sospecha de mis verdaderas intenciones. Mi hermano les dijo que ese día me habían solicitado desde temprano en el trabajo porque los números musicales serían diferentes, ya que asistiría alguien importante y por lo tanto necesitábamos tener todo en orden. Por mi parte, tomé un carruaje que me llevaría al Palacio, el que manejaba me miró como si estuviera loca, pero no me importó.
Mis intenciones eran exigirle al Príncipe que cancelara la compra de nuestra propiedad, aún no tenía ni la mínima idea de cómo hacerlo, pero algo se me ocurriría en el camino. Me había puesto un vestido rojo quemado y había atado mi cabello en una larga trenza.El camino al Palacio era relativamente lejos, ya que estaba fuera del pueblo. El conductor me informó de la finalización de nuestro viaje, le pagué unas cuantas coronas y bajé.
--¿Qué cree que está haciendo usted aquí, señorita? La entrada de las personas no está permitida a menos que se encuentre programada como actividad Real --Uno de los guardias me habló con un tono de poco amigos. Alcé una ceja, de mi corsé saqué el pañuelo y se lo mostré con la frente bien en alto, pero rogando por dentro que funcionara.
Los guardias se miraron sorprendidos, uno de ellos le dijo al otro una frase en Lykeicos y el otro hizo una mueca, entonces, se dirigió a mí e hizo una reverencia.
--Adelante, Nahiara, la hemos estado esperando por más de un siglo.
EL guardia dio media vuelta y comenzó a caminar hasta quedar frente a la entrada de la fortaleza, hizo una señal hacia el Mirador donde se encontraba otro guardia para que la puerta de rastrillo se elevara y pudiéramos entrar al jardín principal. Realmente era imponente el castillo, el camino era de un empedrado blanco delimitado a los costados por arbustos de rosas, a lo lejos se podían observar los estandartes de la familia real; además, se encontraban algunos trabajadoras podando los árboles para darles formas. Seguí al guardia hasta la puerta principal, ahí habian otros tantos que al verme le impidieron el paso.
--¿Quién es? Ningún pueblerino puede entrar sin anterior aviso de la familia Real.
--Uzun zamandır beklediğimiz ay ışığı.
Ahora no entendía lo que estaba sucediendo, los guardias comenzaron a hablar entre ellos, pero después, ambo se unieron a aquel que ya me guiaba. La sala principal del palacio era enorme, seguramente era allí donde se llevaban a cabo las celebraciones y los bailes, estaba decorado con tonos dorados y los pilares blancos que soportaban los arcos tenían grabados que en mi vida imaginé mirar. Al fondo había una escalera grande que se dividía en dos por donde subimos, el candelabro que colgaba era majestuoso, todo ahí era majestuoso; nuestros impuestos rendían frutos.
Caminamos por otros pasillos más, el guardia se detuvo ante unas sirvientas para hablar pero yo no entendía absolutamente nada de lo que estaba diciendo. Después de caminar por unos cuantos pasillos más nos detuvimos ante una puerta en especial.
--Príncipe, hay alguien aquí que lo está buscando --uno de los guardias se atrevió a abrir la puerta, entonces, pude escuchar nuevamente su voz. Mi corazón comenzó a latir rápido, había algo en él que me causaba tales sensaciones.
--Adelante. --el guardia hizo nuevamente una reverencia ante mí y me indicó que pasara. Sus ojos se iluminaron cuando me vieron. --Ramona... estás aquí, nunca pense que... ¡MIERDA!
No pude resistirme, me acerqué a él lo más rápido que pude y le di una patada en la entrepierna antes de que pudiera terminar su frase.
--Eso te pasa por comprar mi casa, imbécil.
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El príncipe Murat.
FantasiaRamona llevaba una vida como cualquier plebeya en el reino Ayla, por las mañanas ayudaba a su familia en la panadería y por las noches, cantaba en un bar del reino para ganar dinero. Su vida da un giro inesperado cuando en una de esas tantas noches...