El día de la Visita había llegado y con ella, múltiples representantes de los otros reinos y alfas de las provincias del Reino Ayla; al parecer después de La Visita se organizaría una fiesta en honor al regreso del príncipe. Por todo lo anterior, todos los trabajadores y la Familia Real estaban moviéndose de un lado a otro, perfeccionando detalles para que todo saliera perfecto: los Reyes estaban en el despacho principal administrando detalles para la Visita, Melek se probaba sus vestidos que había conseguido en el reino TylwythTeg, el reino de las hadas. Murat estaba atendiendo asuntos como rectificar el cronograma de actividades, entre las que se encontraban entrevistas con medios de comunicación y otros mandatarios de los reino. En la cocina igualmente estaban volando, habían llegado chef de muchos otros reinos para preparar diferentes platillos; también llegaron dos diseñadores para las decoraciones de la fiesta; las sirvientas y sirvientes estaban de un lugar a otro realizando las órdenes, los guardias también estaban movilizándose, pues las exigencias de La Reina y de los organizadores eran tantas que el número grande de trabajadores no era suficiente.
Por mi parte, estaba escondida en la habitación de Murat. Después de lo que pasó con Mesut, no me había atrevido a salir para convivir con las personas del castillo; la única vez que lo hice fue para moverme a la habitación de Murat, donde había dormido desde entonces. Seth entraba a la habitación para curar mis heridas mientras platicábamos de temas diversos, aunque a decir verdad, parecía como si estuviera hablando sola, ya que Seth era muy callado.
--No creo que debas irte, Ramona --me dijo uno de los días en los que sólamente entraba a platicar --Mesut se ha ido. Para cuando regrese, Murat ya será Rey, entonces hará justicia.
Me enteré por Seth que la Reina mandó de viaje a Mesut en el mismo instante en el que las cosas sucedieron, antes de que Murat fuera a confrontar a su hermano. Era por eso que Murat se portaba extraño, amoroso conmigo pero autoritario con los trabajadores. Seth igual me confesó que Murat ordenó a sus guardias de confianza encontrar a Mesut, pero sin que los reyes se enteraran.
--Deberías darle una oportunidad.
--¿Después de lo que pasó?
--¿Qué pasó? ¿El beso? --Seth me miró con picardía, sentí mis mejillas arder ante su comentario--Melek los vio, ella me lo dijo. --evité su mirada --No te preocupes. Entre ustedes hay una química. Después de todo, se supone que eres su Mate y están destinados a estar juntos. Yo creo que deberías quedarte, darle esa oportunidad que te pidió. Por lo menos hasta antes de La Visita.
Después de escuchar lo mismo diez veces, las palabras de Seth me convencieron. Decidí quedarme, a terminar de darle la oportunidad a Murat, que después de todo, no me había hecho nada. Desde que nos besamos, el príncipe se comportaba más amoroso conmigo, como si hubiera dado por hecho que correspondía sus sentimientos. Murat me había llevado con mis padres para conocerlos y ofrecerles una disculpa por el problema de la casa, para presentarse y entregarles el documento que validaba la cancelación de la compra de nuestra propiedad. Jamás en la vida había visto que mi padre estuviera tan agradecido con alguien, y creo muy en el fondo que él jamás pensó que yo lograría algo como eso. Mi madre me contó que cuando recibieron la carta, pensaron que todo lo que en ella estaba plasmada era mentira, que seguramente se trataba de una carta falsa, de un secuestro; pero mi hermano ayudó para que ellos se tranquilizaran, ya que les confirmó que yo había ido al palacio para arreglar la situación.
Nuevamente, Murat hizo uso de su alter ego para poder visitar el pueblo sin que ocupara mucho la atención, aunque no funcionaba del todo, pues podía escuchar los comentarios que las mujeres hacían ante la belleza de mi acompañante. Cuando llegamos, el negocio seguía clausurado, asi que tuve que llamar para que abrieran. La expresión que mi hermana tuvo cuando vio que Murat se quitaba la peluca, fue inolvidable. Ella era una de esas tontas niñas que se emocionaban con los príncipes, asi que ya se imaginarán la felicidad que sintió al poder ver a uno de esos tipos frente a ella. Era realmente perturbador cómo lo miraba con cara de estúpida todo el rato.
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El príncipe Murat.
FantasíaRamona llevaba una vida como cualquier plebeya en el reino Ayla, por las mañanas ayudaba a su familia en la panadería y por las noches, cantaba en un bar del reino para ganar dinero. Su vida da un giro inesperado cuando en una de esas tantas noches...