Capítulo Uno

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Era jueves al mediodía. El sol estaba peor que cualquier día y Charles estaba conduciendo mientras estaba condenado a escuchar a Erik hablando de como todo fuera mejor si los humanos no fueran tan cobardes y los mutantes pudieran usar sus poderes sin límites, él estaría llevando el auto por los aires a la escuela de sus hijos en lugar de estar esperando en el tráfico.

-Ya hablamos de eso, no te hará daño un viaje normal, Erik. -Dijo Charles con una paciencia que ni sabía que poseía. -Además, para casi todo lo demás usas tu mutación. Ni siquiera te he visto abrocharte el cinturón con tus propias manos. Un auto volador podría ser considerado peligroso.

-No uso mis manos porque no es necesario. -Respondió el otro como si ya tuviera ésta ensayada. -No sería peligroso, sé usar mis poderes con precisión. -Presumió con seguridad.

-¿Ah si? ¿Qué tal esa vez que estabas cortando la carne, estornudaste y... -Erik sabía bien a donde iba esa historia. Se había torturado bastante a sí mismo con ella. Apenas escuchó el comienzo, llevó una mano a su rostro.

-Ya me disculpé por eso, no vuelvas a recordármelo. -Casi rogó, sentía vergüenza de sí mismo cada vez que el tema salía a flote en una conversación.

-El cuchillo terminó a milímetros de mi cuello. -Continuó Charles enfatizando con la mano y alzando las cejas, como si aún pudiera sentir el susto de aquella vez.

Erik suspiró resignado. Ahora que el terco británico había comenzado a defender su punto, ya no iba a detenerse.

-Sé que no te gusta que lo diga, pero estuviste a punto de matarme, cariño. No puedo dejar que nos vueles a nuestros hijos y a mí a través de la ciudad así como si nada. -Continuó explicándose, cuando el tráfico por fin se disolvió y pudo conducir con más tranquilidad.

*

Al fin la escuela estaba cerca, el eterno griterío de bienvenida lo demostraba, había niños corriendo y empujándose entre sí. Cayendo, riendo, jugando; encontrar a los suyos entre ese desastre era como encontrar una aguja en un pajar, sobre todo si se trataba de Pietro. Hasta que la suerte quiso que Lorna estuviera a la vista, entonces Charles dio un suspiro de alivio y le hizo una señal con la mano para que le avisara a sus hermanos, lo cuál ella se apresuró en hacer.

Al momento en el que el preadolescente de cabello plateado captó la señal, se propuso llegar de primero, subiéndose al capó en un abrir y cerrar de ojos, teniendo un asiento en primera fila para presenciar el ceño fruncido de sus padres.

Tal y como si estuvieran habituados a este tipo de comportamiento, Erik se limitó a sacar la cabeza por la ventana para dirigirse a él.

-Pietro ¡Haz el favor de bajar de ahí y entrar en el auto! -Ordenó estrictamente. A lo que el joven de apenas trece años obedeció, pero luego, en un parpadeo ya estaba del lado donde se sentaba Charles.

-¿Pa' puedo conducir? Porfavorporfavorporfavorporfavooor. -Habló tan rápido que dificultosamente se entendía lo que decía.

-No, entra ya. -Respondió Charles como si hubiese oído esa petición demasiadas veces anteriormente y ahora simplemente ya no tenía sentido.

-Pude haber ido corriendo a casa ¿Saben? Hubiera llegado más rápido. -Aseguró Pietro antes de entrar y ayudar a su hermana menor a subir. -Ni siquiera me haría falta el autobús, puedo ir más rápido que cualquiera cuando quiero. -Charles ya sabía de donde había sacado su habilidad extraordinaria para presumir.

-No creo que sea una buena idea, no por ahora. Sabes que puedes correr cuanto quieras en la mansión, pero afuera es algo arriesgado. -Continuó, ajustando el espejo retrovisor mientras Lorna terminaba de subir y detrás de ella venía Wanda completamente sumergida en su lectura. Ella había sacado más cualidades de Charles, eso seguro.

I Want My Life Back (Cherik)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora