Capítulo IV.

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Habían pasado seis días desde mi reencuentro con el profesor y habíamos pasado unos días muy tranquilos y relajantes, se sentía como una luna de miel, pero sin duda no lo era.

Estos días habían sido muy distintos a todo los que había vivido antes, y eso me gustaba, era bueno salir un poco de la rutina de vez en cuando, y bueno, luego de haber encontrado a Sergio mi vida cambiaría al 100%, ya nada sería lo mismo.
..................

Estábamos en un restaurante pequeño en palawan, el lugar estaba sobre el mar, como si de una cabaña se tratara, estaba en un lugar concurrido donde solían ir los turistas y era la primera vez que Sergio me llevaba a un sitio turístico, cuando salíamos de su casa e íbamos a otro lugar este parecía como si fuera suyo, porque no había nadie más que él.

Un mesero se acercó a nosotros llevaba en una mano una botella de vino en un cubo con hielo y en la otra un par de copas:

- Su vino, Señor Marquina - dijo el mesero y se fue sin decir más nada.

Miré como Sergio servía el vino en las copas y pensé un segundo en algo:

- ¿Señor Marquina? - lo miré curiosa.

- Ese es mi apellido - Dijo y tomó un sorbo de vino.

Yo tomé la copa que me había servido y la acerqué a mis labios para tomar un poco, el vino olía un poco fuerte y el aroma a uvas había comenzado a embriagarme sin siquiera haber tomado un sorbo.

- ¿Te conocen aquí? - le pregunté.

- Tienen que, soy el dueño de este lugar - dijo como si de cualquier cosa se tratara.

Levanté las cejas como expresando sorpresa y luego sonreí.

- Este lugar es hermoso y he estado viviendo aquí por unos meses, tenía que agradecer de alguna manera el poder vivir en este lugar tan hermoso - dijo él.

- ¿Y agradeces montando un restaurante?

- dos...

- ¿Dos restaurantes? - dije sorprendida

- Dos restaurantes, un bar, tres supermercados, cuatro escuelas y un hospital - dijo y tomó otro sorbo.

Yo quedé impactada.

..........

Luego de cenar, Sergio y yo fuimos a la playa, caminábamos descalzos por la orilla del mar, durante unos minutos no hablamos, ni hicimos nada que no fuera caminar tomados de la mano; llegamos a un punto donde yo me detuve, quería ver el paisaje, el cielo estaba totalmente cubierto de estrellas y tenía una tonalidad un poco peculiar, el cielo parecía ser púrpura, por un segundo pensé que estaba en otro planeta, pero lo cierto es que no era así, estaba en palawan no en Marte, y sabía que... No podía quedarme más tiempo ahí.

- Sergio, debo irme a España - Dije sin más.

Él no dijo nada. Ya habíamos comentado esto, el hecho de que tenía que irme, y se que le había dicho que no me iría, pero lo cierto es que había pasado una semana sin Paula y necesitaba a mi hija, necesitaba por lo menos ir a buscarla.

- Debo buscar a Paula - dije.

Sergio seguía sin palabras y la verdad es que lo entendía, pero quería, necesitaba, que me dijera algo, así fuera un "Está bien".

Lo dejé atrás y camine por un momento sola, acercándome cada vez más al mar y de pronto sentí unas ganas inmensas de ir directo al mar, de nadar a pesar de que fuera de noche, sin importarme que estuviera vestida y no llevara bañador o alguna ropa para cambiarme, quería nadar... solté mis sandalias, me quite el vestido y lo dejé en la arena un poco lejos de la orilla y me fui caminando hasta el mar, por un minuto pensé que estaba sola, que ya Sergio no estaba ahí, y no me importaba.

- Raquel, ten cuidado - escuché que dijo eso.

Las olas comenzaron a chocar con mi cuerpo lentamente, de hecho, el mar estaba muy calmado... estaba muy hermoso, el agua reflejaba el cielo nocturno y eso me encantó, me sentía como si estuviera nadando con las estrellas y con la luna llena; sin duda el viaje había merecido totalmente la pena.

Luego de un rato contemplando el horizonte decidí sumergirme, para mojarme por completo y cuando subí a tomar aire sentí unas manos tomándome por la cintura y jalando mi cuerpo hacia atrás.

- Se que debes irte, pero quiero que me prometas algo - dijo él.
- ¿Qué?

Me dio un beso en el hombro mientras seguía detrás de mi y luego giró mi cuerpo para que quedaramos cara a cara.

- Prometeme que harás lo que me dijiste la otra noche - dijo con un tono un poco serio.
- ¿Qué dije? - pregunté.
- Que estarás conmigo y con Paula, que intentaremos formar una familia - dijo él.

Lo miré un segundo, tenía todas las ganas del mundo de decirle que si, que iba a mandar todo a la mierda por él, pero al mismo tiempo no podía, no podía llevarme a mi hija para vivir con uno de los ladrones más buscados de España, por más que quisiera, por más que se lo hubiera dicho antes... No podía.

Sergio me besó, al principio fue un beso de esos torpes, que das con miedo porque no sabes lo que hará la otra persona, pero cuando lo seguí el beso dio un giro enorme y comenzó a ser un beso distinto, como un cóctel de emociones y sentimientos: amor, miedo, tristeza, deseo, pena y lujuria, todo eso en uno solo, en un beso que terminó haciendo pedazos mi cerebro, mi sentido de la lógica y de la definición de lo correcto o incorrecto y al parecer... lo mismo paso con él, porque no nos importó que estuviéramos en un sitio público aunque a decir verdad en ese lugar aparte de nosotros no había ni una alma más, parecía desértico el lugar, pero aún así sabíamos que alguien podía pasar por ahí y vernos, pero no nos importó...

Él se sentía como otra persona, como el profesor o como salva, no como Sergio, me besaba como si fuera la última vez que me besaria y de hecho, en aquella playa hicimos el amor como si fuera la última vez que lo haríamos, como si nunca más nos volvieramos a ver.

.........

Ya han pasado un par de meses desde aquella noche y bueno... fueron la última vez.

La Casa de Papel: Raquel y el Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora