Capítulo XI.

940 49 6
                                    

Muchas veces pensamos en fingir ser alguien más o aparentar ser distintos a quienes somos en realidad, yo cuando era niña solía hacerlo, jugar a que era otra niña, cambiarme el nombre y ponerme el de mi mejor amiga o fingir ser ya mayor y ser doctora o una cantante famosa, recuerdo que muchas veces jugaba a eso, a aparentar ser alguien más.

Sergio jugaba a eso mismo, sólo que a gran escala.

Nos había engañado a todos fingiendo ser no sólo alguien más sino que fingia ser dos personas más, tenía un choque de personalidades que eran dignos de un actor merecedor de un Oscar, había engañado a todos y no nos dimos cuenta hasta el final y aún así no nos quedaba claro si nos habíamos dado cuenta porque él lo quiso o sólo por mera casualidad.

Sergio desde un principio oculto su verdadera identidad y se montó una tapadera y un apodo haciéndose llamar el profesor y lo hizo durante meses, luego de eso aún teniendo a ese personaje suyo en la mano derecha, con su mano izquierda soltó al siguiente, Salva, con quien había montado un teatro de diez, con quien había fingido ser un artesano, montando una tapadera única, una empresa de sidra artesanal y... Por muy torpe que parezca, la había clavado completamente y con toda esa historia, ese rollo de nerd, hipster o como sea hizo que cayera totalmente a sus pies, que hiciera lo que no había hecho en años y que sintiera lo que había olvidado que se podía sentir, él y sólo él había logrado que me enamorase de nuevo y estoy segura, que de alguna manera yo también he hecho el mismo efecto en aquel hombre, no se como, pero lo he hecho.

.............

Desperté con el olor del desayuno, el café recién hecho y con la luz radiante del sol colandose por la ventana; me estire en la cama tratando de analizar mis dolencias y ver si había despertado lo bastante bien como para levantarme por mi misma y bajar las escaleras, efectivamente, podía hacerlo.

Bajé sosteniendome de la pared y a medida que me iba acercando a la cocina una emoción en mi se iba generando, esa sensación de nervios que da cuando no sabes que es lo que vas a encontrar; pero no había pasado ni un minuto cuando esa sensación se había borrado de mi y lo único que quedó fue felicidad plena.

Sergio y mi hija reían de algo mientras él le estaba sirviendo un par de panqueques a Paula.

- Buenos días- dije entrando en la cocina.
- ¡Mami! - dijo Paula quien saltó de la silla y fue a darme un abrazo.
- Buenos días Raquel - dijo Sergio quien también se acercó y depósito un suave beso en mis labios.

Paula regresó a su silla y comenzó a comer de sus panqueques.

- Mami, Daniel a preparado panqueques - dijo ellas muy feliz.
- Si, ya veo - dije y me acerqué a Sergio.

El estaba haciendo ya el último panqueque y estaba de espaldas a mi, no pude evitarlo, me acerqué lo más que pude y lo abrace por detrás.

Sin tacones, descalza como estaba en ese momento le llegaba un poco por debajo de los hombros, y para poder llegarle un poco a la altura de ellos tenía que ponerme de puntillas, en ese momento no lo hice porque apenas y podía caminar, no sabría cuando aguantaría estando de puntillas detrás de él, pero si era algo que me gustaba hacer, cuando estábamos en palawan, el hacia el desayuno mientas yo lo abrazaba por detrás, pegada a él como si fuera un bebé Koala, me ponía de puntillas y besaba su hombro o su cuello; si no me sentaba sobre el mesón y esperaba a que el dejará de cocinar para atraerlo a mi y besarlo, besarlo lo más que podía.

Él terminó de cocinar y puso el resto de los panqueques en un plato y nos sentamos en la mesa para desayunar.

-¿Cómo te sientes hoy? - preguntó.
- Bien, pude llegar hasta aquí sin problemas - dije recordando como me subió Sergio la noche anterior.
- ¿Podremos salir hoy? - dijo Paula.

La Casa de Papel: Raquel y el Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora