Capítulo VI.

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Seis meses habían pasado desde mi viaje a palawan, lo que significaba que ya había pasado un año y medio desde que sucedió el atraco y bueno, ya España había comenzado a olvidarlo.

Recordaba lo que Sergio me había dicho de los bancos, de como habían sacado una enorme cantidad de dinero y a ellos no le decían nada; algo así había paso con ellos, esa enorme cantidad de dinero que habían hecho esos 5 días en la fábrica... Ese dinero no se lo quitaron a nadie, a nadie le hacía falta así que, de alguna manera las personas no lo vieron como un robo, ¡porque no lo era!.

Me atrevía a creer que hasta la policía lo había dejado atrás, y para ser sincera, conociendo como es estar en la policía, como es ser inspectora y seguir un caso como ese... lo más probable es que lo hubieran dejado por falta de presupuesto, de evidencias e incluso por falta de ganas; lo más probable es qué hubieran metido toda la información conseguida en cajas, en tarjetas de memoria y lo hubieran dejado así, a la espera de que surgieran nuevas evidencias, algún testigo o algo.

Pero sabíamos que eso no pasaría.

........

Se preguntarán, ¿he recibido alguna noticia de Sergio desde la ultima vez que lo vi? Y la respuesta es: si.

Hace una semana... no fue un mensaje, no fue una carta, ni una llamada, fue el sonar de la puerta y el gritar de Paula diciendo:

- ¡Mami, yo abro!

Paula corrió por la casa y fue a abrir la puerta, yo creía que sería mi hermana o la madre de alguna compañera de Paula, pero no, nisiquiera era una mujer:

- ¿Quién es? - grite para que Paula escuchara.

Estaba en la cocina terminando de hacer la comida y apenas escuché que Paula iba a abrir deje todo lo que estaba haciendo, me limpie las manos y fui al recibidor, no hizo falta que ella hablara porque ya había llegado y visto a la persona que estaba frente a nuestra puerta.

- ¿Santiago? - dije entre asombrada y confundida.
- Raquel... ¿cómo estás? - dijo mientras pasaba y se lanzaba a mi para darme un abrazo.
- Bien - dije entrando en razón.

Los tres caminamos hasta la sala  y dejé de pensar en el hombre que estaba ahí para pensar en Paula, ella lo miraba confundida ya que no sabía quién era y sabía que se estaba preguntado de donde lo conocía.

- Paula, él es Santiago - dije mirándolo.

El estaba sentado en el sofá, con una sonrisa de par en par, me recordaba un poco a un personaje de una serie que veía los domingos, se parecía mucho a Jim, el chico de the Office.

- Soy amigo de tu madre - dijo mirándola tranquilo.

Ella asintió y se fue a su habitacion, como si supiera que le diría que nos dejará solos.

- ¿Qué haces aquí? - pregunté sin rodeos.
- Vengo de parte del Profesor - dijo sentándose más cómodo, poniendo una de sus piernas sobre la otra y estirando sus brazos en el sofá.

Mis manos comenzaron a temblar, porque a decir verdad, me alegraba verlo y me hubiera alegrado muchísimo más si hubiera sido Sergio quien estuviera en ese sofá.

- Te quiere ver - dijo y se levantó del sofá.
- ¿Cuando?
- No lo sé, él profesor esta dejando todo listo para poder estar contigo.

El vio como mi rostro había cambiado, como en cuestión de nada tenía otra expresión... estaba preocupada.

- Si regresa a España lo van a arrestar... lo dejarían en una celda por el resto de su vida.

El se acercó a mi y puso una mano en mi hombro derecho.

- Si todo sale como lo planeamos, Sergio no necesitará esconderse, podrá salir, estar tranquilo por toda España, por todo el mundo y nadie... ¡Escuchame! Nadie, nisiquiera el presidente podrá meterlo en la cárcel.

Sonreí.

- Entonces dile que yo también quiero  verlo, pero que debe estar 100% seguro de que nadie irá detrás de él, de que nada ni nadie nos separará esta vez.

Paula bajo las escaleras y corrió hasta donde estábamos, me abrazó y luego hizo que yo me agachara para decirme algo en el oído:

- Tengo hambre - dijo.

La miré con una sonrisa y luego vi a Santiago, él soltó una sonrisa antes de decir que ya se iba, pero lo detuve, necesitaba la presencia de alguien más en mi vida.

El resto del día estuvimos juntos, cenamos, vimos una película y estuvimos hablando del viaje, de esos días que viajamos y de todo el sol que tomamos, estuvimos los tres juntos hasta que Paula se quedó dormida y Santiago la llevo cargando hasta su habitación, bajamos juntos y se despidió, pero no antes de esto:

- Sergio está en España... aún no pueden verse, pero quiere que tengas esto - dijo y me pasó una tarjeta.

La tarjeta tenía el nombre y apellido de una persona, una dirección y un número de teléfono.

- Falta muy poco para que se vuelvan a encontrar.
- ¿Cuánto falta?
- Días, no semanas.

Guardé la tarjeta en el bolsillo de mi pantalón y abrí la puerta para que él saliera y dijo:

- Si llegas a necesitar algo, a estar en peligro o lo que sea, llama a ese número.

......

Pues quien diría esto... no fui yo quien llamó a la persona de la tarjeta si no una enfermera, en el hospital al que me llevaron por un accidente de tráfico.

La Casa de Papel: Raquel y el Profesor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora