➛ Amor entre una Ladrona y un Asesino [EDITANDO] 𖠵

•Tijeras Gigantes•

No sé cómo comenzar, aquella noche pasaron demasiadas cosas y no sabría con cuál comenzar.

Lo único que ya había dicho fue que Seryu había perdido sus brazos, se los habían cortado como si fuesen alas de una mosca. Luego de eso la batalla se había desatado.

Seryu había llamado a la guardia imperial quienes la habían ayudado.

Esa noche descubrí que existe una potente arma que es tan pequeña que la podrías cargar entre tus dientes. La bala era muy pequeña pero de igual manera perforaba tu piel destruyendo los huesos que alcanzara. Seryu tenía una de esas. Y con esa misma le había disparado a la chica de cabello morado.

Su nombre era "Sheele". Su compañera con voz desgarradora había gritado repetidas veces su nombre.

También descubrí que Coro era un teigou. Todo este tiempo había pensado que era un maldito perro. Coro fue entregado a Seryu cuando el teigou reaccionó cuando apenas la había sentido. Coro es pequeño, pero cuando Seryu se lo pide se convierte en un monstruo que resiste cualquier impacto o golpe. Y eso pasó aquella noche, Coro se transformó en un gran monstruo.

Yo odiaba a Seryu, pero mi odio hacia ella creció cuando la vi como mataba a aquella pobre chica sin piedad alguna.

Y lo más que me dolía era ver como su compañera sufría por ello y yo no me interpuse en ningún momento para evitarlo. Porque tenía miedo que a quien mataran fuese a mí.

Lo sé, muy egoísta de mi parte.

Coro se llevó a la chica a la boca y con sus grandes colmillos la mordió. Partiendo su cuerpo por la mismísima mitad.

La chica de cabello rosa lloró y gritó, para después al final salir corriendo. Huyendo de aquella batalla.

La batalla se dió por finalizada y Seryu se fue como si nada hubiese pasado.

El lugar había quedado vacío al instante. Solo quedaron dos cosas: la sangre que quedó pintada en el suelo y aquellas tijeras gigantes.

– Esto si es un teigou– dijo el vendedor celebrando y viendo aquellas tijeras gigantes con admiración–. Este teigou está tan afilado que podrías cortarte con apenas tocarlo.

– No me importa– me quejé.

Ya me sentía lo suficientemente mal con querer venderlas y por no habérselas regresado a aquella chica para que recordará a su compañera para siempre.

– Solo dime cuanto me darás por ellas, no fue fácil conseguirlas.

El vendedor con una gran delicadez fue a colocar aquellas tijeras detrás de la vitrina de su tienda y con un pequeño papel que indicaba su nombre y precio. Para que todo aquel que pasara frente a su tienda las viera.

Luego regresó donde se encontraba y estando frente a mí me extendió una bolsa.

– Es lo más que te puedo dar– me dijo encogiéndose de hombros.

Abrí la bolsa pudiendo apreciar mejor la gran cantidad de monedas que habían dentro de esta.

– Me parece suficiente– asentí–. Veremos con quien te vengo la próxima vez– me despedí.

No sé porque me siento la persona más mierda del mundo.