•Night Raid•

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Adivinen qué me pasó. Ajá, fui secuestrada por Incursio y ahora estoy en lo que parece ser el escondite de Night Raid.

Su logo parece ser un ave negra con ojos rojos, fondo amarillo y parecía ser un blanco. De lo más interesante la imagen que estaba detrás de un trono.

A mí me tenían de rodillas, encadenadas las manos en mi espalda y con la cabeza baja. E Incursio detrás de mí sujetándome.

– Nuestra asociación estuvo detrás de ti durante días, casi una semana– la voz que hablaba era femenina, pero Incursio no me permitía mover mi cabeza para mirarla–. Pero aquí finalmente estás, Aono Yui.

Incursio se alejó de mí y me dejó verla. Tenía el cabello corto blanco, tenía puesto un parche, tenía un brazo robótico y entre sus labios tenía un cigarrillo.

– Finalmente los encontré, aunque podría decir que ustedes me encontraron a mí– sonreí–. ¿Acaso no es así, General Najenda?

Y sí, la conocía. Sabía quién era. Run me había contado sobre otra general que trabajaba con Esdeath y me la describió. Y su descripción concordaba con esta mujer. Bueno, excepto por la parte de que ahora tiene un brazo de metal, su cabello era más corto y tenía un parche.

– Supongo que sabes porque estás aquí, ¿no?

– La verdad no– respondí.

– ¿Cómo has encontrado el teigou de Sheele?

En el momento en que hizo esa pregunta el lugar se llenó de quienes parecían ser los miembros de Night Raid: Leone, Lubbock, la hermana de Kurome, Mine y Tatsumi.

Reí al verlos.

– ¡Habla de una maldita vez! Quizás me apiade un poco de ti– me amenazó Mine.

– Ugh, que miedo– fingí tener miedo.

– Deberías tomarte todo esto un poco más enserio, Yui. Te podríamos matar ahora mismo y nadie lo sabría– esta vez fue la hermana de Kurome quien me amenazó.

– Ya chicos, me muero de miedo– reí mientras hacía que temblaba de miedo.

– ¿Y qué haremos con ella, señorita Najenda?– preguntó Lubbock.

– ¿Te importa si te la encargo?

¿¡Qué!?

– No, para nada, señorita Nejanda– respondió Lubbock para después arrastrarme fuera de ahí.

(...)

Y cuando pensé que me estarían arrastrando por el resto de mi vida, Lubbock se detuvo al fin.

– Ugh, no te imaginas como serán los restos de días de mi vida teniendo que estar a cargo de ti– se quejó Lubbock.

– Mira, si me van a matar háganlo ahora. Así no tendría que volver a escuchar tu irritante voz– me quejé de igual manera.

– Escucha, quieras o no, tendrás que hacer lo que yo te pida, sino no dudaré en matarte.

– Uy, que miedo das, Lubba.

Lubbock no volvió a decir más, tan solo lo escuché abrir una puerta y como ingresábamos a lo que parecía ser su habitación. Luego él se puso de cuclillas para desatarme las cadenas.

Cuando las cadenas se cayeron de mis muñecas me puse de pie e inmediatamente tomé mi arma y apunté hacia la cabeza de Lubbock con ella.

– Uy, que miedo das, Yui– imitó mis palabras anteriores.

Con unos hilos arrebató el arma de mis manos y la dejó caer en sus pies.

Él caminó hasta quedar a una distancia bastante corta.

– Ahora vas hacer todo lo que Lubba te pida– susurro sobre mis labios–, tu vida dependerá de ello. Ahora estará colgando de un hilo.

Se puso detrás de mí y puso un pedazo de hilo cerca de mi cuello.

➛ Amor entre una Ladrona y un Asesino [EDITANDO] 𖠵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora