•Te amo•

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Las manos de Lubbock se entrelazaban perfectamente con las mías, como si sus manos estuvieran destinadas a estar unidas a las mías.

– ¿En qué tanto piensas?– me preguntó mientras volteaba a mirarme.

Estábamos en la librería de Night Raid.

– En nada– le respondí–. Me alegra que estés aquí conmigo.

Lubbock me sonrió para después darme un corto beso en los labios.

– No podría alejarme de ti, Yui– susurró en mis labios para después darme otro corto beso.

– No seas cursi– me quejé.

Habían pasado semanas desde su enfrentamiento con Shura. Actualmente sólo hay dos personas vivas de Night Raid, -sin incluir a Lubbock- Akame y Najenda. Y de los Jaeggers igualmente hay dos personas vivas, Wave y Run.

Lubbock y yo hemos decidido que nadie debía saber que estábamos vivos. Las injusticias de la capital terminaron al fin, pero a él aún lo conocían como un asesino y a mí como una ladrona.

Una vez a la semana visitábamos la librería de Night Raid donde Lubbock se sienta a contarme todas las cosas que vivió dentro del grupo de asesinos.

– Este siempre fue mi sueño– me dijo mientras comenzaba a acariciar mis manos.

– ¿Qué?

– Esto– dijo y yo aún seguía sin entender–. Trabajar en la librería de Night Raid. ¡Tan solo imagínate! ¡Todo esto lleno de gente queriendo leer todos estos libros! ¡Pequeños Lubbocks y pequeñas Yuis corriendo todo esto! ¿No sería lindo?

No sabía ni qué decirle. Se lo estaba tomando un poco a la ligera pensando ya en que tuviéramos hijos.

– Estás muy lanzado y apresurado, Lubbock. Todo a su momento.

Él asintió ante mis palabras y siguió mirando todo a su alrededor.

– Este lugar siempre ha sido mi preferido.

– ¿Y no te ha gustado algún otro lugar?

– Bueno, antes me gustaba mucho el baño de la chicas.

– ¿Qué...?

– Antes me la pasaba ligando a las chicas. ¡Pero eso era antes! Desde que te conocí ya no es así.

– Entonces, ¿las dejaste de ligar?

– No, las seguía ligando pero mi bella imaginación te imaginaba a ti.

– Eres un maldito enfermo– me quejé y le solté un suave golpe en la cabeza.

Él solamente rió ante mi acto.

– Pero no te pongas así, estos ojos verdes solo te pueden mirar a ti ahora– susurró en mis labios y luego me besó.

A veces el que Lubbock fuera tan directo y brusco me molestaba, pero supongo que me estoy acostumbrando a él.

Sus manos bajaron hasta mis caderas y mis brazos se enredaron en su cuello, y mis manos comenzando a jugar con su cabello verde. Sentí como el idiota sonreía en medio del beso. Mis labios se movían al ritmo de los suyos. Disfruté nuestra cercanía y del agradable ambiente en la habitación. Éramos solamente Lubbock y yo, como debió ser desde un principio.

Al separarnos ante la falta de aire no pude más y lo solté:

– Lubbock, yo... te amo.

Él se rió ante mi manera tan infantil de decírselo. Quizás no fuese el momento, pero yo sentía que tenía que decírselo.

– Si tú me amas, y yo te amo, ¿qué tal si empezamos a fabricar pequeños Lubbocks y pequeñas Yuis?

– No piensas en nada más, ¿verdad? Maldito enfermo.

➛ Amor entre una Ladrona y un Asesino [EDITANDO] 𖠵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora