•Besos y pastillas•

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– ¿No crees que duele más alejar las personas de ti?– preguntó mientras que con su mano derecha acariciaba mi mejilla.

– Pero duele menos. Si dejo que se acerquen y convivan conmigo el día que yo falte sus recuerdos los atormentarán y los hará sufrir mucho.

– Yui, no miento si te digo que yo sufro desde el momento en que nací– dijo para después acortar la distancia que nos separaba.

Nuevamente el idiota me besaba y, por alguna razón, esta vez no hice el mínimo esfuerzo para alejarlo. Tan solo me dejé llevar. Tampoco es que pudiera pensar mucho con los fuertes martilleos en mi pecho que no me dejaban oír mis pensamientos.

Debo admitir que este idiota causa algo en mí. No sé lo que sea. Pero me hace apreciar su estadía junto a mí.

Mis brazos se movieron por sí solos hasta rodear el cuello del chico de cabello verde e inmediatamente él posó sus manos sobre mi cintura. Nos alejamos ante la falta de aire y mis brazos permanecían alrededor de su cuello.

– Nunca habíamos llegado tan lejos– bromeó y yo rodé los ojos–. ¿Vamos al siguiente paso o qué?

– Eres un pervertido– me quejé para después quitar mis brazos. Sus manos aún seguían sobre mi cintura.

Él soltó una suave risa, probablemente burlándose porque mis mejillas estén posiblemente enrojecidas.

– Mientras estes en el cuarto de Lubba no tienes porque usar esto. Úsalo si quieres cuando salgas, pero aquí no– me quitó la peluca rubia toda sucia que traía puesta desde el día que vine reclamando por la muerte de Bols.

Me alejé un poco de Lubbock comenzando a toser de nuevo.

– Lubbock– comencé a escupir sangre–, las pastillas.

Caí de rodillas sobre el suelo, Lubbock se puso de pie y desesperadamente comenzó a buscar mis medicamentos.

– Maldición– le oí decir frustrado–. ¿Dónde las dejaste por última vez?

Le iba a responder pero hasta la lengua me pesaba para poder pronunciar algo. Mi vista se comenzó a nublar y caí acostada sobre el frío suelo.

– ¡Demonios, Yui!– le oí decir–. ¡Susano...! ¡Joder que alguien venga!– seguía gritando desesperado.

Sentí como unos brazos me tomaban levantándome del suelo.

– Oye, vas a estar bien– Lubbock me susurró cerca de mi oído–. Susano va a preparar tu medicina casera, solo tienes que resistir un poco más.

Abrí un poco los ojos y lo vi sonreír.

¿Por qué le dolía tanto que me estuviera muriendo? Si casi no nos conocemos. Y todo sería igual aunque yo faltase.

Toda esa nicotina. Mi más dulce pecado me estaba matando. Me comenzaba a morir y yo no estaba segura si era esto lo que quería.

– No te atrevas a dejarme– Lubbock seguía susurrando cerca de mi oído–. ¿Acaso no entendiste lo que te dije? Te confesé hace unos minutos que creo que me gustas.

¿Yo le gustó a Lubbock...? ¿Le parezco agradable...? ¿Le agrada mi compañía...? ¿No me considera un estorbo...?

– Aono Yui, yo prometí cuidarte. Quiero que estés bien. Quiero que te quedes para siempre conmigo.

¿Quieres estar a mi lado...? ¿Para siempre...?

➛ Amor entre una Ladrona y un Asesino [EDITANDO] 𖠵Donde viven las historias. Descúbrelo ahora