CAPITULO 8

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Siento que la cabeza va a explotarme, me siento débil y cansada me cuesta un poco abrir los ojos, tengo mucho sueño. Después de un rato pude abrir los ojos completamente,  me encontraba en un lugar desconocido, parecia una habitación de niña pues estaba pintada de color rosa pastel, la cama tenía sábanas color fucsia con blanco y cortinas de seda del mismo tono que las sábanas, era linda pero ¿que hacía yo aquí?.

-¿Qué demonios me habrá pasado? -Me pregunté a mí misma -¿Qué rayos hago aquí?

Me senté sobre la cama, guarde la calma y recordé lo que había pasado, me sentí angustiada y temerosa pues no sabía quiénes eran esos hombres ni porque me habían hecho algo así, ¿para que me querían? salí de la cama aún un poco mareada por la sustancia que había inhalado horas antes, abrí la puerta que extrañamente estaba abierta, vi unas escaleras y bajé con la ilusión de que no hubiese nadie y pudiera salir y escapar de este lugar, observé a los lados y estaba vacío, así que corrí hacia la puerta tratando de hacer el menor ruido posible, abrí la puerta y me dispuse a correr; era un patio enorme con un hermoso jardín pero no me detuve a admirar aquel paisaje pues lo único que deseaba en ese momento era salir de ahí, a lo lejos vi un portón bastante grande corri con todas mis fuerzas hacia él, estaba cerrado pero si escalaba podría salir, gracias al cielo traía tenis y eso me facilitaba las cosas, asi que sin más comencé a subir lo más rápido que pude, estaba a punto de llegar a lo alto y cruzarme del otro lado cuando de pronto sentí el jalón de alguien, los dos hombres que supongo eran los mismos que me habían traído aquí, me jalaron y uno de ellos me cargó como costal de papas y me regreso a la casa. Patalee y luche por soltarme pero fue en vano pues dos grandes hombres fácilmente podían contra mí, me solté a llorar y en medio de las lágrimas les preguntaba ¿Porque me hacían esto? ¿quiénes eran y que querían de mí? a lo cual ellos sólo respondían: "Sólo seguimos órdenes".

-¡Pues les ordeno que me dejen libre! -Les grité

-Pero no tuyas niña -Respondió uno de ellos

Me dejaron de nuevo en la habitación en la cual ya se encontraba una charola con comida y agua, sobre la cama había ropa limpia más una nota que decía:
"Báñate, cámbiate y come, te quiero fuerte y sana... con amor: papá"

-¡Maldito desgraciado! -Grité tirando su nota hecha mil pedazos al suelo

Me metí a bañar y me cambie pues después de todo si lo necesitaba estaba toda sudada y llena de tierra y polvo después de haber intentado escapar, en la habitación estaba todo lo necesario para mi higiene personal así que me cambié, me puse una loción que había ahí y como sinceramente tenía hambre me dispuse a comer lo que había en la charola; había jugo y un sándwich bien preparado que después de cerciorarme que no tenía nada raro como una pastilla o algo así procedí a comer.

Me puse a pensar en Ariel ¿estará buscándome? ¿pensará que hui? ¿que estará haciendo? Ojalá que esté buscandome porque yo no quiero estar aquí, el sonido de la puerta abriéndose me sacó de mis pensamientos, me recosté en la cama y me tapé con las cobijas fingiendo estar dormida, sentí como se acercaba alguien a mí.

-Sé que estás despierta Jennifer -Me dijo el idiota de mi padre

Me rehusé a dejar de fingir

-Quiero que te levantes necesitamos hablar -Repitió -No me iré hasta que no hablemos -Siguió hablando -¡No me hagas perder la paciencia Jennifer! -Dijo en tono molesto y amenazante

Admito que me causó temor su manera de hablar así que me senté en la cama y lo miré fijamente a los ojos: sentía odio, ira, rabia hacia él, tenía ganas de matarlo por lo que había hecho a mi madre y por lo que me estaba haciendo ahora.

-¿Qué quieres de mí? ¿porque me trajiste aquí? -Pregunté tranquilamente

-Quiero recuperar el tiempo perdido hija mía

-El tiempo no se recupera y no me digas hija

-¡Quieras o no estarás aquí conmigo y harás lo que yo te digo o habrá fuertes consecuencias!

-¡No te tengo miedo! no puedes tenerme prisionera para siempre

-No me retes niña

-¡Déjame ir! !yo no quiero estar contigo! ¿no lo entiendes? -Exclamé molesta

-No me interesa lo que tú quieras ¡harás lo que yo diga y punto!

-Siempre has sido un mal padre, por eso te odio... ¡Por eso me obligas a estar contigo! porque sabes que jamás estaría por mi propia voluntad ¡nadie te quiere ni te querrán! ¡eres un bastardo! ¡te odio! ¡te odio!

Sentí como su mano golpeaba contra mi mejilla pero no me importó.

-Eso no hará que te dejé de odiar ¡Hijo de p...!  -Sentí otra bofetada en mi rostro antes de terminar el insulto

Las lágrimas cayeron por mis mejillas, pero no eran de dolor ni de tristeza sino de rabia y resentimiento, de impotencia al no poder hacer nada.

-¡Estarás castigada hasta que yo lo decida! ¿entendido? ¡vas a aprender a respetarme por las buenas o por las malas!

-¡Pudrete!

Me quedé tirada en la cama después de que ese imbécil se fue, desde ese momento reviví todos aquellos recuerdos que habían quedado en el olvido, me llene más de ira hacia el y después recordé todo lo que había pasado; desde la traición de Gabriel y su estúpida manera de mentirme para terminar conmigo hasta la decisión de mi madre de defender y preferir a Alberto y su familia que a su única hija con la que había pasado tantos buenos y malos momentos. Mi único apoyo hasta ahora eran Renata Sofía y Ariel quienes en varias ocasiones me habían ayudado, a Ariel le debía mucho y por eso decidí darle lo más valioso de mi, no sé si me estaba buscando o no, lo único que sé es que ya no le debo nada, si me salva estaré agradecida y si no pues no le guardaré rencor ya que no es su obligación ayudarme.

Toda la noche me dediqué a pensar hasta que me quedé dormida; empecé a soñar muchas cosas extrañas, había un lugar obscuro y había muchas personas vestidas con togas negras y capuchas, en medio había un ataúd blanco, me asomé para ver quién era y me paralice al notar que la persona que estaba en el ataúd era yo; estaba vestida de blanco, bien maquillada en posición de muerto pero mis ojos estaban abiertos y mis manos atadas, me miraba con miedo, entonces quiso decirme algo y desperté...

Miré el reloj que había en la pared, era ya casi mediodía y mi estómago gruñía por el hambre, supongo que el castigo era no darme de comer asi que volví a acostarme y segui pensando... ¿cómo se habrá vuelto rico ese señor? pasaron horas hasta que volvió a oscurecer, el hambre estaba matándome pero no cedería a rogar por comida.

A la mañana siguiente entró mi padre a la habitación...

-Buenos días princesa

-¿Que tienen de buenos? -Respondí

-¿Que te pareció el castigo?

-Me da igual

-Entonces ¿no te importará que me llevé esta comida?

-Llévatela, no me importa

-¡No seas terca y respondona! ten come y vístete -Cerró la puerta y se fue

Lo primero que hice obviamente fue comer pues moría de hambre, después tomé un baño y me puse a planear mi siguiente escape...

"REBECA" Una historia jamas contada...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora