Pensé que estallaría en algún violento impulso contra el mobiliario, o incluso temí que nuevos pensamientos derrotistas terminales me dominasen, pero no fue así; todo lo contrario. Agarrado a mi agotado manubrio, me embargó tal tranquilidad ante lo sucedido que me di cuenta de que este suceso había sido realmente importante para mi interior, marcando un antes y un después en mi vida... aunque aún no lo comprendía.
Decidí darme un largo paseo por las calles de Nueva Orleáns para intentar clarificarme, pero en todos los caminos encontraba a gente que me saludaba educadamente o simplemente me observaban con disimulo, así que terminé buscando la soledad de las afueras.
Iluminada por el sol del atardecer, la estación de trenes se me antojó como un buen lugar en donde poder tranquilizarme a solas, observando el paisaje natural que se extendía hasta las marismas de WoodMere y el Lago Salvador. Los únicos con acceso al interior de la construcción eran los ferroviarios y empleados de la Atlantic, la compañía de ferrocarriles que se expandía por la costa este; los viajeros o los paseantes debíamos permanecer en el exterior, o pasar hasta la marquesina techada ante las vías en donde había instalados algunos bancos para aquel que quisiera esperar allí la llegada de su transporte o de aquellos recién arribados del extranjero.
Teniendo en cuenta que apenas llegaba uno o dos trenes al día, supuse que era un buen sitio para descansar a solas, y tomé asiento en aquella marquesina mientras oteaba el horizonte insondable del noroeste, repleto de naturaleza agreste y parajes nunca antes hollados por el hombre civilizado.
Me llevó cerca de hora y media serenarme lo suficiente como para realizar un esquema mental de mi situación actual, aceptar cuál era mi estado anímico y entender el porqué del mismo.
Estaba tranquilo, calmado, incluso aliviado... y el motivo de ello era algo de lo más peculiar: era libre.
Mi padre había muerto.
Mi madre acudiría a su encuentro en breve.
Rico me dejaba de lado para que sus compañeros le aceptasen como a un igual.
Aidan renegaba de nada que fuera mayor que una simple amistad entre los dos por temor al "qué dirán".
Y yo me iba a casar con una mujer... ¿para qué? ¿Para atajar los rumores de una ciudad intolerante con aquellos que sentían como yo? ¿Para evitar la ruina de nuestros negocios en Texas? ¿Acaso por lealtad familiar al legado de mis ancestros? ¿Quizá por pudor ante la opinión de las masas anónimas de Nueva Orleáns? ¿Pudiera ser que por un solidario sentido del deber social? ¿Era posible que lo hiciera por miedo ante el pecado que conllevaba el mero acto de pensar en desear el cuerpo de otro varón?
¡Todo eso me daba igual!; bastante igual...
Ya no existían razones que verdaderamente me importasen tanto como para agachar la cabeza y sufrir. ¡Sí, era libre!
En realidad, que Rico hubiera decidido poner punto y final a nuestros lúbricos encuentros prohibidos había sido lo mejor que me podía haber pasado, pues con su despedida definitiva había roto el último enlace que me mantenía prisionero de mis mentiras, lo único que podría haberme obligado a permanecer en esta vida, siempre sediento de recibir a escondidas unas pocas migajas de avergonzados actos pecaminosos, y así resistir sin desfallecer.
Siempre creí que mi destino ya estaba escrito, marcado por ser el hijo de quien era, por mi posición social, por mis obligaciones con la sociedad... pero de repente no había nada que me retuviera allí. ¿Podía conseguir el valor suficiente como para dejar atrás todos los privilegios que esta clase de vida conllevaba?
Mi fe en el Dios de las grandes Iglesias no era más real que los ritos socialmente exigidos, y desde luego que no creía en ese dios vengativo y acusador que actuaba de juez y verdugo de la raza humana. Sin embargo, en aquel momento tuve la certeza de que podían ser ciertas las tímidas esperanzas que muchos creyentes atesoraban: que Dios era amor, piedad, redención y alegría; que nuestro Señor aprieta, pero no ahoga; que cuando el Creador cierra una puerta, es solo para abrir una ventana...
ESTÁS LEYENDO
Farwind
Historical FictionAquí conoceremos al protagonista (Bastian Durán, un criollo francés de noble y pudiente origen) que comienza su periplo bajo la autoridad de un padre severo, rodeado de una sociedad tan variada y cosmopolita como la de Nueva Orleáns en 1888. A lo la...