5.

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Raoul me tiró a la cama, yo me reí de lo guapo que se le veía desde esa posición, todo despeinado y completamente excitado, tanto como yo. Se quitó la camiseta y se tumbó encima de mí, empezó a besarme. Acaricié su espalda y me juré a mi mismo que todo su cuerpo era el mejor lugar donde encontrarse y que, por lo menos, deberían considerarlo una de las siete maravillas del mundo. Comenzó a besarme el cuello, a jugar con los botones de mi camisa, a desabrocharla, a volverme loco. Cuando me la quitó me volvió a mirar, sonrió como solo él podría hacerlo y me ayudó a levantarme. Se quitó los pantalones, y yo me quité los míos a la vez. Se volvió a pegar a mi y puso su mano en mi cuello, me seguía sonriendo y yo seguía volviéndome completamente loco, como siempre cada vez que él lo hacía. Me acarició los hombros y cerré los ojos para disfrutar aun más del tacto de sus dedos. Se acercó a mi oído y mordió mi lóbulo, solté un pequeño gemido. Cada cosa que hacía, cada vez que me tocaba o que me miraba me volvía aun más loco. Acaricié su cuerpo hasta llegar a su cintura, toqué el borde de su ropa interior y él se mordió el labio. Quería todo de él.

Desperté, solo, sudando, en la cama de mi habitación. Mire a todos lados, intentando buscar algún rastro de anoche, todo había sido un sueño.
Me alegré de que fuese sábado justo cuando comenzó a dolerme la cabeza, no sé aun si fue buena idea salir de fiesta. El teléfono comenzó a sonar y si no hubiera sido Raoul ni siquiera lo hubiera cogido.

-Tengo un problema- ni siquiera había dicho nada y él ya había hablado, tenía la voz ronca y juraría que se acababa de levantar-. Mimi escúchame, he soñado con Agoney, en serio, necesito que vengas.

-Creo que te has equivocado- y silencio al otro lado de la línea. Dos minutos. Ya me lo podía imaginar mirando una y otra vez el nombre que aparecía en la pantalla de su teléfono, esperando que fuera una broma.

-Mierda Agoney, lo siento, me he equivocado, soy un desastre, joder, es que me acabo de levantar- sonreí, seguramente estaría rojo.

-No importa, yo también he soñado contigo- después de eso quise matarme, pegarme un tiro o que esto también fuese un sueño. Spoiler, las tres nulas.

-¿A sí? ¿Y qué has soñado?- lo imaginé tumbado en la cama, desnudo, y no pude evitar morderme el labio, debía dejar de pensar en él de aquella manera o al final acabaría cometiendo cualquier locura (o haciéndome sangre en el labio, cualquiera de las dos).

-Nada importante- mentira.

-Ven a desayunar a casa, bueno, siempre y cuando me traigas el desayuno- yo me reí, que morro le estaba echando. Me gustaba que se estuviera soltando conmigo de aquella manera.

-No tengo ganas de vestirme- eres idiota, ni que le importe como estés-, ven tú y me lo traes a mi- más idiota todavía.

-¿Y te vestirás?- no lo dijo riéndose, ni enfadado, en realidad ni siquiera sabía de que forma lo había dicho, pero me gustó.

-Supongo- deberías callarte ya Agoney.

-Vale, ya voy- y colgó. Me quedé un rato mirando mi teléfono, no sabía como tomarme aquella conversación.

Me volví a tumbar en la cama y me permití el placer de cerrar los ojos. Me empezó a dar frio y me tapé hasta la cabeza con las mantas. A ella siempre le gustó el frío. Me preguntaba que pensaría de Raoul. Seguramente le llamaría la atención su lunar encima del labio, y me diría que era muy bajito. Pero estoy seguro que me obligaría a tirarme a la piscina si eso es lo que más feliz podría hacerme. Ella siempre tenía razón, y ahora que no estaba me dio coraje no poder reconocérselo.

El timbre sonó, me destapé y después de mirar la hora me di cuenta de que había estado más de media hora ahí debajo. Fui a abrir y ni siquiera me puse una camiseta.

-Parece que no has tenido ganas de vestirte todavía- Raoul se rio. Me miré, boxers negros. Le miré, sudadera amarilla y vaqueros negros. Si, era yo el que no estaba vestido para la ocasión. Aunque esperaba que fuera él, para que mentir.

-Mierda, se me ha olvidado, espera en el sofá, voy a vestirme- fui a mi habitación y me puse lo primero que encontré en el armario. Literal. Porque después tuve que volver a cambiarme porque nada pegaba con nada y, claro, no podía permitirme todavía eso delante de Raoul. Quizá era también porque me gustaba y quería que me viera bien, pero en ningún momento me lo hubiera reconocido a mi mismo por entonces.

Cuando volví al salón Raoul estaba ya comiendo unas tostadas. Había un bote con zumo y otras tostadas en otro plato de plástico.

-La muchacha de la cafetería de aquí abajo, ¿cierto?- pregunté sentándome a su lado en el sofá. Él solo asintió. Los dos comimos en silencio, parecía que no tuviéramos nada que decir, aunque sinceramente prefería hacerlas. No me imaginaba decidiéndole a Raoul que quería beserle, sino haciéndolo directamente.

Raoul se echó hacia atrás en el sofá, estiró el cuello, y yo, yo no podía parar de mirarlo. Dejó de estirarse y me miró, me sentí estúpido cuando lo hizo, me había pillado disfrutando de las vistas y seguramente tenía hasta cara de acosador. Él sonrió de lado pero aun así se le levantó levemente la ceja derecha, como siempre. No podía dejar de mirarlo y él tampoco dejaba de hacerlo. Sonreía como si lo tuviera todo controlado pero yo le miraba como diciéndole que a quién pretendía engañar, ninguno controlaba para nada aquella situación. Se sentó un poco más cerca de mi y yo me puse tensó. Puso su mano en mi rodilla, como anoche, y esta vez no pude resistirme a morderme el labio aunque me viera. Raoul sonrió aun más y yo pensaba que al final acabaría besándole como no dejara de hacerlo. Nadie decía nada, no dejábamos de mirarnos. Yo seguía tenso pero a él pareció gustarle aquello. Tenía el control y eso no me gustaba, me ponía nervioso y no quería que siguiese siendo así. Me relajé y me acerqué a él, Raoul dejó de sonreír y ahora era él el que me miraba esperando que hiciera cualquier cosa. Yo le sonreí, quizá con superioridad. Suspiré.

-¿Qué te pasa?- su voz estaba entrecortada, le miré los labios. Gruesos, rosados y perfectos para besar. Me fijé en el lunar de encima de sus labios. Sería una fantasía besar a aquel rubio, chupar aquel lunar, descolocarle la vida, hacerle mío para siempre.

-Tú- Raoul sonrió, supongo que le gustaría mi respuesta, y pasó su mano de mi rodilla a mi cara. Nunca antes había estado más nervioso, pero tampoco lo habría cambiado, no cambiaria nada con Raoul.

-A mi también me pasas tú, todo el tiempo tú, no dejo de pensar en ti- ahora sonreí yo, él se puso rojo y yo volví a morderme el labio-. Deja de hacer eso- apoyo su frente con la mía, suspirando, y con su dedo pulgar acarició mi mejilla, después hizo lo mismo con mis labios.

-¿Por qué?- le miré desafiante, quería que lo hiciera, lo quería ya.

bip bip

Los dos miramos para el móvil de Raoul, Mimi.

-Que le den por culo a todo, joder, te voy a besar ya- me cogió de la cara y me pegó a él de nuevo. Me besó. Empezó a besarme con fiereza, pero después se convirtió en algo mucho más lento, mucho más intimo. Nos estábamos besando en mi sofá, con el sonido del móvil de Raoul y los mensajes de Mimi de fondo, pero nada me importaba mucho más que aquel momento. Bajó su mano de mi mejilla y la puso sobre mi nuca, como si pudiésemos estar más pegados todavía. Su lengua entró en mi boca, y nos disfrutamos unos minutos más.

Hoy hablemos de nosotros- RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora