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Raoul siguió besándome el cuello, la noche anterior se había quedado conmigo después de habernos tocado más de la cuenta. Me gustaba dormir a su lado, daba muchas vueltas hasta acercarse a mi, abrazarme por la cintura y apoyar su cabeza en mi espalda. Yo le hacía pequeños círculos en el brazo, para tranquilizarlo o para tranquilizarme a mi. Era jueves y hoy entraba una hora después a trabajar así que a las 8:30 me levanté y me puse a preparar el desayuno.

-¿Dónde vas?- me preguntó Raoul desde la cama frotándose los ojos.

-Voy a hacer el desayuno, tengo que trabajar- asintió, yo me acerqué a él y me eché encima suya, me acarició la espalda y yo me relajé.

-Yo no entro hasta las 10:30- Raoul trabajaba en una tienda de ropa, seguramente todas las chicas irían para verle a él, pero no las culpaba, yo también lo haría. Raoul era guapísimo.

-Vamos a desayunar anda- nos levantamos de la cama, apenas íbamos vestidos.

Fuimos a la cocina y después de tomarnos un café y unas tostadas nos vestimos. Estaba sentado en la cama poniéndome los zapatos cuando Raoul me abrazó por detrás, besó mi cuello y mordió mi oreja. No pude evitar sonreír. Me gustaba como me trataba. Siempre me hacía sentir querido y valorado.

-Como nos pongamos a hacer el tonto no llego- me di cuenta de que mi voz se estaba volviendo levemente ronca por la excitación, a Raoul le gustó aquello y siguió besándome el cuello-. Para... Anda...

-¿Estás seguro?- me susurró en el oído. Me giré y le besé apasionadamente. Si, podría acostumbrarme a seguir llegando tarde si era por su culpa.

Solté a Raoul en su casa y después me dirigí al colegio, cinco minutos tarde no eran nada si podía disfrutar de una buena sesión de besos de Raoul.

La semana siguiente darían las vacaciones, Raoul y yo no habíamos vuelto a hablar de irnos a algún lado pero habíamos quedado esa noche para cenar en mi casa y pensaba hablarle de mil sitios para ir, por mi, todos me valían si íbamos juntos.

Estaba duchándome cuando comenzaron a llamarme, Nerea.

-Dime pesada- me envolví la toalla por la cintura y me senté en la taza del váter.

-Vamos a cenar a algún lado hoy ¿no? Se lo podemos decir a Mimi y a Raoul si quieres- no sabía si era vidente o simplemente lo hacía sin querer pero cada vez dudaba menos de que tuviera un radar para pillarme cuando le escondía algo. Al fin y al cabo nunca le había escondido nada, ¿por qué había cambiado esto con Raoul?

-Pero es jueves Nerea.

-¿Y?- eso mismo me decía yo una y otra vez en la cabeza.

-No sé, dilo por el grupo si quieres, yo voy a ducharme- que se coma el marrón Raoul, di que sí.

-Vale, dentro de diez minutos estoy en tu casa- llamaron al timbre, imposible que fuese Nerea no le podía haber dado tiempo.

Abrí la puerta, solo con la toalla, y Raoul me miró de arriba a abajo.

-Si querías que hiciésemos algo más que tocarnos solo tendrías que haberlo dicho- se rio, su puta risa, me agarró de la cara y me besó con ganas. Cerró la puerta con el pie y siguió besándome hasta que acabamos tumbados en el sofá. Jugó con mi toalla hasta que la quitó, volvió a reírse y yo volví a estremecerme de placer- Ago quiero follarte- me susurró en el oído. Se quitó la ropa, yo no podía parar de mirar cada movimiento que hacía. Cuando estaba desnudo encima de mi volvió a besarme con pasión. Nuestras erecciones rozaban y yo cada vez estaba más excitado, no podría desear a nadie más en el mundo tanto como lo deseaba a él-. Enséñame a hacerlo Agoney, quiero aprender de ti- volví a besarle, lo quería todo de él. El timbre sonó.

Hoy hablemos de nosotros- RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora