6.

103 11 0
                                    

Seguía tumbado en el sofá boca arriba, con las manos apoyadas encima de mi barriga y mirando de vez en cuando hacía la puerta por si acaso había decidido volver. Después de una hora desistí y me levanté a hacer algo provechoso con mi vida, aun sabiendo que yo era completamente un caos y me costaría mucho. Raoul se había ido después de que nos besásemos, sin decir nada. Y yo me había quedado ahí, esperando que llamara a la puerta y me volviera a comer la boca, me hiciera vibrar el alma y me descolocara la aburrida vida que tenía. Pero no lo hizo.

La pantalla de mi teléfono se iluminó, Mimi había hecho un grupo de los cuatro y, sin querer, recordé lo que había soñado. De repente tuve calor, abrí todas las ventanas, el frío de Noviembre entraba y respiré buscando la calma. Inspiré, expiré. Una y otra vez. Cada vez más despacio.

No entendía que había podido pasar, después de besarme y mandarlo todo "a tomar por culo" decidió irse sin decir nada. Seguramente mi cara sería todo un poema, pero como me había quedado completamente solo me dio igual.
-Lo siento- había dicho después de besarme para después irse, esperé con ansias que no estuviera pidiéndose perdón a si mismo por haberme besado en los labios.
Por un momento se pasó por mi cabeza lo tonto que había sido cediéndome a ser yo el que le diera clases a la niña, pero algo bueno de todo aquello era la mucho que disfrutaba con Emma y de la música real, muy alejada de aquella que los colegios imponen vagamente a los niños.

Mantuve los ojos cerrados un rato más delante de la ventana, concediéndole al viento el gusto de acariciarme la piel, entrar en mis fosas nasales y enfriar un poco también mi alma. Raoul me tenía loco desde que lo había conocido y aunque hubiera evitado cualquier contacto con él la simple manera en la que un aura imaginaria de luz se dibujaba alrededor de él hacía que cualquiera se diese cuenta de lo que brillaba. Lo hacía con luz propia y lo más bonito de todo es que no eclipsaba a nadie cuando lo hacía, casi todo el tiempo, porque cada vez pensaba más que a quien eclipsaba era a mí. Tenía esa manera tan suya de sonreír y el lunar que se posaba justo encima de su labio hacía que mi cordura desapareciera un poco más y me volviese un puto loco. Suspiré. Abrí los ojos. Miré por la ventana. Volví a suspirar. Ahora estaba un poco más calmado, pero las ganas de que el timbre sonase no habían desaparecido lo más mínimo.

El teléfono sonó, pero no tenía ganas de cogerlo. Se paró, pero a los dos minutos volvió a sonar, así que desistí y decidí que debía dejar de ser tan dramático e intentar no pensar en aquello. Imposible.

-Te he estado hablando y no me has respondido- Nerea hablaba, seguramente en manos libres, ya que oía cada movimiento que hacía.

-Me acabas de levantar- me estaba volviendo un maniático de la mentira, incluso conmigo mismo, y eso me preocupaba.

-Mentira- olvidé que nadie me conocía mejor que Nerea y, por primera vez, me dio coraje.

-Vale, no tenía ganas de hablar con nadie- oí a Nerea suspirar al otro lado de la línea, me senté sabiendo que su discurso sería largo, o al menos muy pesado.

-Ayer me cayó muy bien Raoul- me reí irónico pero ella siguió hablando-. Creo que haríais muy buena pareja.

-Yo también lo creía- puse el móvil en manos libres y me relaje un poco echándome hacia atrás en el sofá, estirando el cuello y los brazos. No pude evitar pensar en la manera tan sensual que lo había hecho Raoul antes.

-¿Ya no?- tenía ganas de decirle que no, que ya no, que ya no sentía nada por él y que me daba igual todo lo que tuviera que ver con el rubio. Pero sabía que no me serviría de nada mentirle a la única persona que sabría que lo estaba haciendo, así que me lo dejé para intentar creermelo yo.

-No lo sé, Nerea, yo que sé. Pensaba que si, pero bueno, a lo mejor no es así. A lo mejor el chico es muy, muy hetero y hemos obviado eso- tuve ganas de suspirar, y lo hice, con Nerea podía hacerlo. Podía decirle toda la mierda que rondaba por mi cabeza, escupirla casi, y seguramente seguiría escuchándome.

-Ha pasado algo más- ya ni siquiera preguntaba, ella sola sacaba sus propias deducciones y la mayoría siempre eran ciertas.

-Ha venido, hemos desayunado y me ha besado. Y después de besarme sin decir nada se ha ido- después de escucharlo me sentí como un completo idiota, ninguno de los dos dijo nada.

-¿Quieres que vaya?- no sabía ni para que preguntaba, porque oí como cogía las llaves y cerraba la puerta.

-Ya lo estás haciendo.

Después de hablar con Nerea me sentí un poco más relajado. Intentaba pensar que solamente era que tenía el calentón, ya que estaba buenísimo, y eso era indiscutible para cualquier ser humano, y que no debía pensar mucho en ello.
Eso fue lo que dijimos, pero no sé si alguno de los dos nos creímos la deducción que acabamos teniendo. Yo no me la creía. A parte de tener ganas de besarle o de hacerle el amor o de cualquier cosa relacionada con el sexo, tenía ganas de descubrirle mucho más, de descubrirle en todas sus facetas y adorarlo en todas ellas. Le admiraba, tenía esa fuerza sin querer que transmitía a todo el mundo, como me diría ella, no hay nada mejor que encontrar a alguien que admires tanto como ames. Con ella también me pasaba eso, la amaba tanto como la admiraba y ahora también tanto como la echaba de menos.

Nerea se fue, diciendo que habíamos quedado esta noche para ir a cenar a un restaurante chino cerca de un pub que le gustaba mucho a Mimi y solía ir siempre que venía a Barcelona, ya que conocía al dueño. No tenía ganas de ir, no tenía ganas de ver a Raoul, pero aun así sabía que no me quedaba otra y que Nerea no permitiría que me quedara en mi casa siendo un dramático sin conocimiento ni causa.

Cuando llegué al restaurante ya habían llegado todos, y me alivió no tener que pasar un minuto a solas con Raoul.

-Siempe tarde- Nerea me sonrió, me senté a su lado, enfrente de Raoul y Mimi.

-Estaba buscando aparcamiento- seco, como si quisiera clavarle una estaca a alguien. Ni siquiera era lo que quería, porque vi a Raoul y olvidé mi enfado, solo quería volver a saber el sabor de sus labios.

-¿Qué te pasa Ago?- Mimi me cogió la mano encima de la mesa, acariciándola como si quisiera calmarme. Pero estaba calmado, muy calmado, solo que estaba frío, frío y seco, y también dolido.

-No me pasa nada- miré a Raoul, para que supiera que de nuevo lo que me pasaba era él, como desde hacía tres meses. Aunque seguramente ya lo sabía. Miraba al suelo rojo como un tomate, pero esta vez intenté que no me pareciera adorable lo indefenso que parecía de aquella manera. Intento fallido. Como todo con Raoul.

-Guau, el ambiente está muy tenso eh- le dió una colleja a Raoul, este levantó la mirada y suspiró. Creo que sabía que la merecía.

-Lo siento voy a salir un momento, pedir vosotros mientras, ya sabes lo que me gusta- Raoul se levantó y salió del local. Yo lo miré irse, como si aquello lo hiciera volver, como esta mañana. De nuevo no funcionó y de nuevo no hice nada.

-Yo también sé lo que te gusta- me dijo Nerea- ve idiota.

Me levanté y me dispuse a salir, sin pensarlo. Cuando estaba enfrente de la puerta lo vi de espaldas. Cómo me gustaba su espalda, como soñaba con acariciarla mientras que los dos nos besásemos desnudos. Daba patadas al suelo casi inconscientemente, cabizbajo. Salí y le puse la mano en el hombro, me sentí débil al tocarle. La electricidad que su cuerpo mandaba al mío era inexplicable para mi. Me miró y suspiró como queriendo pedirme perdón, otra vez. Negué y él se paró delante de mí. Nos mirábamos, no podía dejar de mirarle los labios, el lunar, la mandíbula, sus ojos achinados. Debía parar. Eso debía parar o comenzar, una de las dos, porque si no me volvería loco.

-He sido tan idiota- que razón tenía-. Tuve tanto miedo, sentí tantas cosas...

No sabía que decirle. Seguía mirándole entero, de arriba a abajo, aunque ya me sabía todo de memoria. Había conseguido memorizar en el poco tiempo que nos conocíamos todos y cada unos de sus rasgos, como un tarado.

-Tienes razón, has sido idiota- miró al suelo y pasó las manos por su pelo.

-Siento lo que hice- sabía que lo sentía, ya me lo había dicho, pero yo me seguía preguntado si lo que sentía era haberme besado o haberse ido, y no podía perder el tiempo mucho más.

-¿Te arrepientes de haberme besado?- se acercó a mí y me cogió la mano, me miró directamente a los ojos y yo solo quise desnudarle. Desnudarle el cuerpo y el alma, y hacerle el amor tanto en cuerpo como alma, porque eso quería con Raoul. Todo.

-Me arrepiento de haberme ido y no haberte hecho mío para siempre- pero ya lo había hecho.

Hoy hablemos de nosotros- RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora