13.

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Raoul quitó su brazo de alrededor de mi cintura y se tumbó boca arriba, suspiró. Yo aun medio dormido me giré y, de costado y con los ojos aun cerrados, comencé a hacerle caricias en el abdomen para que se relajase. Poco a poco fui notando como su respiración se hacía cada vez un poco más lenta. Dejé de hacerlo y le abracé pegándome a su cuerpo.

-¿Qué te pasa Raoulito?- besé su mejilla y abrí los ojos. Me podría acostumbrar a que fuera él lo primero que viera al despertar el resto de mi vida.

-Um- se giró y abrazó todo su cuerpo con el mío. Nos volvimos un lío de piernas y brazos y alma casi indescriptible. Raoul olía a menta y a esperanza, y yo esperaba oler a seguridad, para que estuviera bien. Metió su cabeza en mi pecho y yo escondí mi sonrisa entre sus mechones de pelo dorado. Dejé un delicado beso entre su cabello, su oído y sus suspiros y después Raoul levantó su cabeza para mirarme- No sé Ago, tengo miedo- le di un corto beso en los labios y después lo solté, no demasiado, pero lo suficiente como para poder mirarle a los ojos directamente, para que supiera que toda mi atención estaba en él.

-¿De qué tienes miedo?- me puse boca arriba, él hizo lo mismo. El espejo nos reflejaba; en él podía ver preocupación, ojos de miel y alma de lobo, en mi podía encontrar poco amor propio, pestañas de mariposa y besos que dar. Pero si nos miraba juntos, lo veía todo claro. Si nos veía juntos no veía inseguridades ni falta de amor, solo había dulzor en la miel de los ojos de Raoul y mariposas en los besos que yo quería dejar por todo su ser.

-De todo, estoy cagado y no me gusta- suspiré, a mi tampoco me gustaba.

-¿Hacemos una cosa?- nos mirábamos a través del espejo, Raoul asintió para que desvelase lo que tuviera que decir- Deja de pensar en ello y disfrutemos de este viaje, ¿si?- volvió a decir que si con la cabeza y se pegó a mi como hacía cinco minutos, pero esta vez besándome el cuello.

-Me parece bien pero... Ayúdame a desconectar- me reí y volvió a besarme el cuello. Yo acaricié su espalda desnuda como hacía casi cuatro meses había imaginado a hacer, pero esta vez era real. Esta vez mis dedos dibujaban infinitos que desaparecían con los suspiros que mi boca recitaba mientras que Raoul me besaba el cuello. Infinitos que parecía querer jurar mientras los cantaba en los siguientes besos que Raoul dejaba en mis mejillas, en forma de ronroneo, en canción de amor, en el aleteo de una mariposa que había podido salir volando, libre. Me besó en los labios una y otra vez.

Sin duda despertar al lado de la persona que quieres debería estar contemplado como una de las maravillas del universo. El simple hecho de sentir su roce hacía que todo mi cuerpo se pusiera alerta. Cuando me besaba hubiera pagado millones por hacer sus labios míos hasta el fin de mis días. No sabia ni de que manera, ni cuanto y tampoco hasta donde, pero quería llegar con Raoul hasta donde la capacidad humana llega. Y, a partir de allí, viajar hacia donde nadie nunca a llegado.

Hacer el amor con él era muy distinto a todo lo que hubiera hecho antes. Hacer el amor amando es un placer de otra galaxia. Me sentía puesto para él, su placer era el mío y solo con verlo a él excitado yo me excitaba el doble. Es algo imposible de explicar.

No era el primer hombre con el que yo estaba, pero sin duda era la primera persona que me hacía sentir mil cosas a la vez. Miedo, valentía, pasión y un etcétera interminable. Aunque era mucho más que eso, no había adjetivo lo suficientemente perfecto para calificar todo aquello. Raoul no paraba de enseñarme cosas, entre ellas que el amor no se califica.

Pero, ¿hasta dónde llegaría nuestra felicidad? No quería ni pensarlo.

Bajamos a desayunar y después vimos mil monumentos. Caminábamos de la mano, nos hacíamos fotos y nos dábamos besos de vez en cuando; creo que me planteé cuanto costaría vivir toda mi vida de esa misma manera. Sin duda lo hubiera pagado.

Hoy hablemos de nosotros- RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora