15.

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Que bonito es liberarse, no para que los demás te conozcan si no para conocerte a ti mismo. Que bonito es avanzar sin prisas, disfrutando de los placeres que hay en el camino. Lo que no es bonito es a engañarse a uno mismo, porque, cuando la verdad salpica, ya no hay vuelta atrás.
23 de Diciembre, solo un día para Nochebuena y solo dos para Navidad.
Los billetes de avión los había podido cambiar de fecha, ya estaba deseando que llegara Semana Santa para viajar con Raoul. Él había insistido en irnos, pero me negaba a montarme en un avión con un Raoul escayolado y lleno de moretones que tenía que tomarse cuatro o cinco pastillas al día.
-¿Crees que nos habrían cobrado más por el peso de la escayola?- Raoul no paraba de reír, yo hacía la comida, él hablaba y hablaba desde la encimera donde estaba sentado- A lo mejor lo cuentan como equipaje de mano- parecía un niño chico, y yo me mordía el labio para no reírme de él, de lo adorable que me parecía, de su risa, porque sus chistes malos tenían poca gracia-. Imagínate que vamos a entrar y nos dicen que no porque con esto peso demasiado y se hunde el avión- se calló unos segundo, pensando- el avión no se puede hundir eso son los barcos, que pringado soy- y volvió a reírse como un loco.
-Raoul, cielo, déjalo ya- me volví hacia él y le di su plato, el asintió y se marchó para dejarlo sobre la mesa (que había puesto antes entre broma y broma sin gracia), y se sentó enfrente de mi.
-No digas que no te hacen gracia- me dedicó una sonrisa divertida y yo negué riendo.
-No, no hacen ninguna gracia.
-¿Quieres venir a cenar a casa por Navidad? Emma estará, y Mimi, y mi hermano, y bueno, mucha familia- calló unos segundos- me gustaría que te conocieran.
-¿De verdad?- sentía que no me podía caber más felicidad en el pecho.
-Si, de verdad, quizá no le digo a todos que eres mi novio pero bueno, te dije que iríamos avanzando ¿no?- yo asentí-. Pues eso es lo que quiero, avanzar contigo.
Después de comer nos tumbamos en el sofá para ver una peli, pero Raoul no paraba de darme besos y desconcentrar toda mi atención.
-Raoul quiero ver la película- le decía yo todo el rato.
-Te importa la película una mierda igual que a mi, hazme el amor- me susurró sobre los labios. Entonces yo no pude hacer nada más que besarle. ¿De que otro modo se puede reaccionar cuando Raoul Vázquez te susurra que le hagas el amor si no es haciéndoselo?
Acaricié cada espacio que podía de su piel, cada molécula de su cuerpo enviaba electricidad hacia el mío. Podía sentir como todo su cuerpo me atraía como un iman, y yo siempre quería más. Si su cuerpo estaba cerca, yo me acercaba más, si sus labios me besaban, yo siempre quería más besos, si sus dedos me acariciaban, mis dedos querían acariciarlo más, siempre quería más y más de Raoul. Quería estar con él y, cada vez que hacíamos el amor, podía llegar a sentir como todo su cuerpo y el mío se unían en una sola persona. Entonces ya no éramos Raoul y Agoney, éramos algo más, algo increíble, inexplicable, pero que me hacía sentir plenitud por todo el alma.
Cuando ya estábamos desnudos no pude evitar mirarlo durante unos minutos. Raoul me sonreía colorado y esperaba paciente a mi próximo movimiento. Y yo solo estaba sentado admirando todo su ser. Porque como no dejaba de pensar una y otra vez, Raoul brillaba.
-Eres guapísimo joder Raoul- comencé a acariar sus hombros, su pecho, luego volví a su cuello, sus mejillas, sus labios. Todo su cuerpo me llamaba, y yo estaba dispuesto a responder.
-Tú también lo eres, eres precioso- cogió mi mano y besó cada uno de mis dedos. Luego los fue dejando sobre su pecho y los fue bajando lentamente mientras que me miraba, yo miraba el recorrido de mis dedos. Cuando estaba justo en su bajo vientre, me soltó y fui yo el que acarició su miembro. Raoul cerró los ojos, entonces yo le miré.
-¿Quieres que te toque?- el abrió los ojos y me miró directamente a los ojos.
-Si- comencé a masturbarle, y él volvió a cerrar los ojos consumido totalmente por el placer.
-Mírame- volvió a abrirlos y cogió mi pene, mi respiración se cortó unos segundos.
-¿Quieres que te toque?- yo solo pude asentir.
Y allí nos encontrábamos Raoul y yo, masturbándonos el uno al otro mirándonos a los ojos directamente, besándonos los labios, gimiendo sobre ellos, más saliva que labios y más gemidos que besos, siendo nosotros, nada más que eso, todo.

Hoy hablemos de nosotros- RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora