Capítulo 11

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Maratón 4/4

Después de que el señor Bagman dejara entrever que no había forma de que no participe del torneo se inició otra discusión.

—¡En el que, desde luego, Durmstrang no participará! —estalló Karkarov—. ¡Después de todos nuestros encuentros, negociaciones y compromisos, no esperaba que ocurriera algo de esta naturaleza! ¡Estoy tentado de irme ahora mismo!

—Ésa es una falsa amenaza, Karkarov —gruñó una voz, junto a la puerta—. Ahora no puedes retirar a tu campeón. Está obligado a competir. Como dijo Dumbledore, ha firmado un contrato mágico vinculante. Te conviene, ¿eh? —¬Moody acababa de entrar en la sala. Se acercó al fuego cojeando, y, a cada paso que daba, retumbaba la pata de palo.

—¿Que si me conviene? —repitió Karkarov—. Me temo que no te comprendo, Moody

—¿No me entiendes? —dijo Moody en voz baja—. Pues es muy sencillo, Karkarov. Tan sencillo como que alguien eche el nombre de Potter en ese cáliz sabiendo que si sale se verá forzado a participar.

—¡Evidentemente, alguien tenía mucho empeño en que Hogwag tuviega el doble de opogtunidades!—declaró Madame Maxime.

—Estoy completamente de acuerdo, Madame Maxime —asintió Karkarov, haciendo ante ella una leve reverencia —. Voy a presentar mi queja ante el Ministerio de Magia y la Confederación Internacional de Magos...

—Si alguien tiene motivos para quejarse es Potter —gruñó Moody—, y, sin embargo, es curioso... No le oigo decir ni medio...

—¿Y pog qué tendgía que quejagse? —estalló Fleur Delacour, dando una patada en el suelo—. Va a podeg pagticipag, ¿no? ¡Todos hemos soñado dugante semanas y semanas con seg elegidos! Mil galeones en metálico... ¡es una opogtunidad pog la que muchos moguiguían!

—Tal vez alguien espera que Potter muera por ella —replicó Moody, con un levísimo matiz de exasperación en la voz. A estas palabras les siguió un silencio extremadamente tenso, cada vez que Moody parecía llegar a una nueva conclusión se me erizaba la piel. Ludo Bagman, que parecía muy nervioso, se alzaba sobre las puntas de los pies y volvía apoyarse sobre las plantas.

—Pero hombre, Moody... ¡vaya cosas dices! —protestó. —Como todo el mundo sabe, el profesor Moody da la mañana por perdida si no ha descubierto antes de la comida media docena de intentos de asesinato —dijo en voz alta Karkarov —. Por lo que parece, ahora les está enseñando a sus alumnos a hacer lo mismo. Una rara cualidad en un profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Dumbledore, pero no dudo que tenías tus motivos para contratarlo. —Conque imagino cosas, ¿eh? —gruñó Moody—. Conque veo cosas, ¿eh? Fue una bruja o un mago competente el que echó el nombre del muchacho en el cáliz.

—¡Ah!, ¿qué prueba hay de eso? — preguntó Madame Maxime, alzando sus enormes manos. —¡Que consiguió engañar a un objeto mágico extraordinario! —replicó Moody—. Para hacerle olvidar al cáliz de fuego que sólo compiten tres colegios tuvo que usarse un encantamiento confundidor excepcionalmente fuerte... Porque creo estar en lo cierto al suponer que propuso el nombre de Potter como representante de un cuarto colegio, para asegurarse de que era el único en su grupo...

—Parece que has pensado mucho en ello, Moody —apuntó Karkarov con frialdad—, y la verdad es que te ha quedado una teoría muy ingeniosa... aunque he oído que recientemente se te metió en la cabeza que uno de tus regalos de cumpleaños contenía un huevo de basilisco astutamente disimulado, y lo hiciste trizas antes de darte cuenta de que era un reloj de mesa. Así que nos disculparás si no te tomamos demasiado en serio...

—Hay gente que puede aprovecharse de las situaciones más inocentes —contestó Moody con voz amenazante—. Mi trabajo consiste en pensar cómo obran los magos tenebrosos, Karkarov, como deberías recordar.

¿Solo compañeros?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora