Sinopsis.
— I wish you let me die
Hace unos meses su vida era feliz como el Sol en verano, y ahora era tan triste como el cielo en invierno. Era otoño, las hojas caían, viejas, secas, y Martina quería marchitarse como ellas. Las calles de México eran solitarias, frías, y peligrosas a esa hora, pero a ella no le importaba. El viento recorría las calles llevando hojas, basura, y demás cosas tiradas… Martina iba contra el aire, su pelo, despeinado, no le molestaba, y caminaba con firmeza porque el viento era fuerte.
En ese mismo momento pensó en que, si un auto pasara no le importaría que este le atropellara porque ella quería morir. Porque ella no sentía la necesidad de seguir respirando… Levantó una manga de su cazadora, y observó sus cicatrices, sus marcas era la única forma para ella de sentirse satisfecha, conforme con su cuerpo, y con ella misma. Las acarició como si fuera terciopelo, no era suave, las tocó como si fueran importantes…
A lo lejos, vio una luz… Una luz de un autobús, pensó en porqué no aprovechar la oportunidad que la muerte le estaba dando porque a ella le deba igual morir que vivir, caminó hacia la mitad de la calle, se paró enfrente de este, y esperó a que la atropellará, el mismo tocó la bocina, y cuando sentía la adrenalina correr por sus venas, alguien tiró de ella para que cayera en la acera, al abrir los ojos, y ver el mundo, no estuvo feliz. Un chavo, estaba a su lado, él la había salvado de su propio suicidio.
Conocía esa melena castaña clara, esa nariz respingada, y ese pequeño lunar en la mejilla derecha como no si esa persona era la razón de que ella quisiere estar muerta. Giró la cabeza, y se dio cuenta de que Martina le miraba con el ceño fruncido… Iba a hablar, pero esta se paró, y empezó a caminar por el mismo lugar donde antes.
— ¡Martina! —Exclamó, y corrió a su lado tomando de su muñeca por debajo de la cazadora.
— ¿Por qué me salvaste?
—Martina… ¿Querías que te atropellara el autobús? —Frunció la ceja, y agarró con fuerza su muñeca, la acarició. En ese momento, sintió un relieve en esta, Martina elevó la vista, y él subió la cazadora hasta su codo.
— ¿Desde cuándo te lastimas a ti misma? —Su cara de horror, espanto, y asombro fue molesta para Martina.
—Esto es por tu culpa si tu nunca me hubieras llamado fea yo sería feliz. —Sus ojos se nublaron, el chico sintió un nudo en su garganta.
Abrió la boca para hablar pero, Martina no se lo permitió, llevó su otra mano al aire y la movió en señal de no. Sacó la mano del castaño de su muñeca, y comenzó a alejarse.
— ¡Puedo ayudarte! —Gritó este, Martina se detuvo en seco, dio media vuelta, y se colocó justo en frente de él.
—Jorge… Déjame morir a ti no te importa si yo vivo o muero. —Susurró observando los ojos del chico que le miraban con pena, pura pena y ella lo sabía que solo le tenía pena.