Las paredes eran blancas como la nieva en invierno, y lo único que resaltaba de ese lugar eran las maquinas alrededor de toda la recamara nunca había visto tanta maquinas al rededor. La única luz que había era la del techo. Era muy de tarde podían ser la 1:00 de la noche, intentó buscar algún reloj pero no había ninguno a su alrededor ni ningún otro lado. Miró hacia la ventana, y sacó una conclusión de que era la hora que ella había imaginado.
Volvió a posar su vista en las paredes blancas de la recamara, y se dio cuenta de que esa no era su recamara. A lo lejos, había una puerta blanca con un pequeño vidrio por el cual podías ver como la gente pasaba por detrás de esta. Martina estaba tranquila observando las pocas cosas en su alrededor. No entendía nada. Un médico entró a la recamara, y le sonrió al ver que había despertado.
Le hizo algunas preguntas, y revisó cada uno de los aparatos.
Martina se sentía totalmente rara, no entendía que estaba pasando pero eso no la inquieto, tampoco la puso ansiosa.
— ¿Recuerdas por qué estas aquí? —Le preguntó el médico mientras iba al dispensador de agua, y en un vaso sirvió para ella.
—No, ¿Qué pasó?
—Te desmayaste, te habrás dado un golpe en la cabeza al caer, ¿de eso te acuerdas?
Martina volvió a negar con la cabeza, las últimas 24 horas se le habían borrado todo de la cabeza. El médico asintió con la cabeza, le dio una sonrisa y se fue. Unos minutos después, su padre entró a la sala. Estaba con las cejas fruncidas, y con una cara de preocupación inexplicable. Al ver a su hija bien, una sonrisa se extendió por su cara. Le besó la frente, y dejó el saco en la camilla.
— ¿Hace cuánto tiempo estoy aquí, hace mucho o poco?
—Desde la 1 de la tarde de ayer —Suspiró y pasó una mano por su cara, intentado relajarse. —, ¿No te acuerdas de lo qué pasó?
Martina susurró un “No”, una pérdida de memoria de todo lo sucedido en 24 horas ¿Era posible? A pesar de que estaba tranquila, no le gustaban los hospitales, estos traían recuerdos e imágenes borrosas a su mente. Algunos momentos pasaron por su cabeza a mucha velocidad, tomó la mano de su padre, y le sonrió. No sabía por qué iba a preguntarle tal cosa sabiendo que a él le lastimaría pero, necesitaba hacerlo.
— ¿Te acuerdas de la sala en la que mamá murió?
A su padre, la pregunta lo tomó por sorpresa. Tosió repetidas veces antes de estar estable para poder responder. Sin que él pudiera hacerlo, el doctor entró a la habitación con unos papeles en la mano, se los entregó a Alejandro y empezaron a hablar sobre los cuidados que tendría que tener ya que, el golpe en la cabeza fue fuerte aunque ella no lo hubiera notado. Escuchó que el Doctor le dijo a su padre que este no era su primer golpe por las radiografías que le habían sacado, y esa, en parte, era una razón por la cual ahora estaba en una camilla encerrada por cuatro paredes blancas.
…
A la tarde de ese mismo día, Martina pudo salir del Hospital. Mercedes y Diego habían estado esperando por ella desde que él la encontró en el piso de la casa de esa forma. Al llegar a casa, Mercedes se quedó con ella, y Diego se fue. Martina se tiró a la cama, y al golpear la cabeza con el colchón, sintió una punzada en medio de esta, cerró los ojos con fuerza esperando que el dolor pasara… Y así fue.
— ¿Sabes qué me pasó?
—Solo sé una parte, espero que puedas recordar cómo te golpeaste la cabeza…
—Cuéntame que pasó así, capaz recuerde. —Sonrió, y se sentó en la cama cruzando sus piernas, una arriba de otra.
—Tenías una cita con Diego, y tú le habías mandado un mensaje diciendo que irías primero a tu casa para buscar algo, y entonces… Diego esperó por media hora, y no aparecías, siguió esperando por otros diez minutos, no le respondías los mensajes, y se preocupó. Fue para tu casa, y empezó a tocar la puerta, nadie respondía, y al abrir la puerta algo la trabó. —Caminó hacia su lado, y se acostó en la cama. —Y era tu cuerpo, estabas tirada al lado de la puerta, bloqueándola. —Mercedes acarició el brazo de Martina y ella solo miró hacia el frente divagando en su mente, pero nada, todo estaba blanco, y vacío.