La semana pasó pero, los cortes, golpes e insultos seguían. La perra de Stephie no se detendría nunca, y lo único que le importaba era ver mal a Martina y hacerla lo máximo sufrir. Disfrutaba eso como cualquier persona disfruta de estar rodeada de esa persona que ama tanto… Mechi todas las veces, defendió a Martina de la mejor manera, apenas se conocían, y ella le ayudaba en todo.
Mechi tenía una personalidad muy fuerte, y era realmente muy hermosa así que, nadie le diría nada. Una que otra vez, ella dejaba sin habla a Stephie con sus palabras, Martina se había encariñado de su persona, desearía ser así.
Martina tenía su cabeza colgando desde la cama mientras que veía a la rubia alistarse. Había una fiesta, y la rubia iba a ir, Martina se quedaría en su casa… leyendo un libro o algo.
Su pelo rubio y largo caía por su espalda con bucles en las puntas. Tenía un vestido negro que le remarcaba su cintura, y unos zapatos del mismo color que eran de Martina y la rubia era totalmente sexy.
— ¿En serio nunca usaste estos zapatos? —Dijo dándose media vuelta, señalándolos.
Martina negó con la cabeza, y se dio media vuelta recostándose en sus codos.
— ¿Porqué? —Arqueó una ceja.
—No voy a fiestas… No me gusta, Mer.
Se paró de la cama, y caminó hacia su ropero.
Tenía cientos de vestidos, zapatos, y carteras para esas fiestas que suelen asistir los adolescentes… normales. Al abrirlo completamente, la boca de Mercedes cayó hacia abajo. Dejó los maquillajes sobre el escritorio, y con pequeños saltitos se dirigió al mismo.
Se tiró encima, y los abrazó.
Martina soltó una carcajada.
La rubia tomó dos vestidos en sus manos, y los miró, luego… sonrió.
— ¡¿En serio?! ¿Tienes a esta belleza y no la sacas a pasear? —Arqueó una ceja, y suspiró.
—Quédatelos, no los quiero.
—No, señorita… ¡Usted debe usarlos! —Le tiró el plateado con un hombro descubierto en la cara. — ¿Por qué tienes tantos si no los usas?
Martina hizo un puchero, y le sonrió, se acordó de que su madre amaba ir de compras, y antes que lo hiciera, le compró un montón de vestidos para salir a todas esas fiestas pero… Nadie sabía que la vida de Martina sería de esa manera. No quería ir a esos lugares porque tenía miedo de que se le rieran en la cara.
—Acompáñame.
—No iré. La gente se reirá de mi, Mercedes. —Se tiró a la cama de nuevo.
Mercedes suspiró totalmente agotada. Su paciencia lentamente iba dejando su cuerpo, su mente y todo. Llevaría a esa chica a la fiesta si o si, no podría dejarla ahí… Además, Mercedes quería que Martina empezara a tomar conciencia de que no importa lo que digan los demás.
— ¿Por qué piensas que lo harán porque piensas que se reirán de ti? No te conocen, son amigos de mi amiga de otra preparatoria.
—No importa, no soy linda como para ir a una fiesta llena de chavos. No entro en esos vestidos.
— ¡Martina! Es tu talle, ¡Vamos, cámbiate!
Ella negó con la cabeza, no podría vestirse con eso.
Sus brazos seguían llenos de marcas por todas las noches en las que se desquitó con ella misma y siempre lo hacía, pero, además… Se sentía insegura.