Martina estaba parada contra el probador esperando por Mercedes. Tenía una fiesta de XV años de sus primas gemelas, y debía ir bien vestida, además quería conquistar algún que otro chico. Era el décimo vestido que se probaba, y no le gustaba. Decía que ninguno le remarcaba la figura que tenía… Amaba la manera en la que ella aceptaba su cuerpo, y su personalidad… Toda ella, le caía bien.
— ¡Martina! Elije un vestido, y tráemelo. —Pidió Mercedes desde adentro del probador.
Martina no sabía sobre modas, y tampoco sabía combinar vestidos con zapatos más maquillaje. No sabía qué color quedaría con el tono de piel de Mercedes, ella era blanca pero no era pálida…
—No creo… No creo que sea buena idea, ya sabes…. No soy buena en esto. —Dijo golpeando, la puerta que las dividía, con los nudillos.
La rubia de Mercedes bufó molesta del otro lado. Y la castaña le dijo que iría rápidamente a buscar algún vestido. Salió de los probadores, y caminó hacia la sección de la vestimenta para fiestas, encontró un vestido azul que llegaba al cuello, y en la espalda estaba todo abierto. Era corto pero no lo demasiado, no tenía mangas, y realmente era muy delicado… Tomó uno de la talla M, y fue donde Mercedes, se lo dio por arriba de la puerta.
Soltó un pequeño grito cuando lo vio, dijo que le encantaba y que Martina si sabía sobre moda, solo que nunca había hablado de esta con alguien… Mercedes se enamoró cuando lo vio puesto sobre ella, salió del pequeño lugar y dio una vuelta, terminando con la mano sobre su cadera.
Un chico que estaba apoyado en la entrada de todos los probadores, le silbó, y esta, al darse cuenta, tomó un color carmesí en sus mejillas. El chavo, le sonrió, y Mercedes le devolvió la sonrisa.
—Bueno, ya tienes a un chavo. —Martina alzó las cejas, bromeando.
—Shh… Sigue mirando, estoy nerviosa.
Martina la empujó dentro del probador, y le dijo que se quitase el vestido, ella lo iría a pagar mientras que Mercedes hablaba con el morocho de aquella esquina. Tenía ojos cafés, y unos dientes blancos brillantes como reflectores, si… así de lindo.
Llegó a la caja, y alguien tosió a su espalda, se dio media vuelta y se encontró con un chavo de ojos verdes a sus espaldas. Rodó los ojos, y miró lo que llevaba en las manos…
Estaba comprando ropa de mujer, y era bastante lindo lo que llevaba.
—A que eso te lo pidió Stephie… ¿Te obliga a que le compres ropa? Dios mío. —Preguntó, señalando a la remera que tenía en las manos.
—En realidad, es para mi madre. Mañana es su cumpleaños, y quiero hacerle un regalo. —Se rascó la parte trasera de la nuca.
Martina se sintió estúpida. Abrió la boca en forma de ‘o’ mostrando sorpresa, y asintió con la cabeza, luego dio media vuelta para esconder la vergüenza, que se había apoderado de sus mejillas, de ese momento.
— ¿Irás a una fiesta? —Susurró en su oído por la aproximadamente Martina pudo sentir el aroma de su chicle. Fresa. —Digo, ese vestido no será para ir a tomar un café.
Martina sonrió de lado, y volvió a girar. La fila no avanzaba así que, podía desconcentrarse y hablar con Jorge. Negó con la cabeza e hizo una mueca con la voz. Ella no iba a fiestas, y menos con vestidos tan delicados, y lindos como el que poseía en sus manos.
—No, Mercedes va a una fiesta.
Jorge se lo arrebató de las manos, y lo examinó.
—Me hubiera gustado verte con esto.
Martina soltó una risa ahogada, y volvió a mirarlo. Ella nunca se imagino sobre este, no era su tipo de vestuario… A ella le gustaban los jeans, las zapatillas, y las remeras holgadas de un solo color en las cuales podes sentirte cómoda. No era que detestara todo aquello que se usaban en las fiestas, es solo que no se sentía bien con ello sobre ella. Al ser insegura, todas las cosas eran feas, y desagradables en su cuerpo.
—Claro, si alguna vez me visto con esto es porque, estoy borracha o porque tengo un problema más grave de lo normal en la cabeza. —Acomodó su cabello, y estiró su cuello. A lo lejos vio a Mercedes coqueteando con el chavo que le había silbado. Sonrió, y la fila empezó a avanzar.
— ¿Cómo te sientes? —Preguntó Jorge refiriéndose a lo que había pasado hace una semana, Martina sintió escalofríos. El tema no era lo suficientemente bueno para hablar con él aunque, si quiera podía responderle esa pregunta ya que, gracias a Jorge, Martina se había salvado.
—Mejor, creo que me acostumbré y no fue muy fuerte el dolor al día siguiente. —Sin ni siquiera mirarlo, contestó. Sus ojos se cristalizaban cuando hablaba sobre aquel tema. Era muy… íntimo.
—Martina…
Mercedes llegó por detrás gritando que había conseguido el número del chavo, y que saldrían en unos días por la tarde a un café de por México, y luego, pasearían por la ciudad. Luego, la rubia miró a Jorge, y le sonrió abiertamente. Todavía no le había contado nada a Martina, y tal vez, era lo mejor. Guardar todo eso, no quería que Martina fuera a enamorarse de Jorge, era el imbécil más grande de todo el mundo, y Mercedes, al querer lo mejor para su amiga, deseaba que ella fuera feliz con otra persona.
—Jorge. —Mercedes cruzó sus brazos.
—Hola rubia.
Martina sacó su celular porque había recibido un mensaje, y de Diego. Al verlo, sonrió tan grande que Jorge sintió curiosidad. La rubia le pisó el pie con delicadeza, para que no fuera a espiar pero, él no le haría caso.
Estiró su cabeza, disimulando, y en ese momento, la castaña bajó el celular.
— Tu hermano Diego acaba de invitarme a salir, ¿debo ir?
— ¡Claro que sí Tini! —Exclamó Mercedes. —Ya veo que se formará una nueva pareja. —Golpeó el hombro de Jorge en forma de juego, pero él tenía el ceño fruncido, y al parecer no estaba contento para nada.
{…}
Diego, estaba indeciso sobre qué hacer en ese momento. Su mano rozaba con la de Martina, y quería entrelazar sus dedos, ella soltó un suspiro y miró al chavo a su lado. Mordió su labio, y agachó la cabeza.
Estaban sentados sobre una banca del parque, la mirada de Martina estaba sobre una pareja de personas grandes, y Diego posaba sus ojos en la castaña.
El silencio no era incómodo, era tan refrescante que podían quedarse todo el día así. Los ojos marrones de Diego resplandecían más por la noche, y eso lo hacía más irresistible.
« Quiero besarlo. »
« Quiero besarla. »
Ambos tenían el mismo pensamiento pero, nadie se animaba a dar el primer paso. Martina tomó aire, debía hacerlo. Necesitaba besarlo, y no le importase que fuera la segunda cita. Sus labios ya, antes, se habían tocado, y fue la mejor sensación del mundo.
Cuando sus labios se tocaron era como sentir una corriente de electricidad por tu cuerpo que te sube el ánimo. Sus labios encajaban bien juntos, y eso… hacía que Martina saltara de felicidad por dentro. Diego, iba a hacerlo, cuando giró su cabeza mirando a la castaña, ella le tomó de las mejillas plantándole un beso en medio de la boca, Diego sonrió y aceptó el tacto de estos. La tomó de la cintura, acercándola a su cuerpo.
Se separaron, y se volvieron a besar, y lo hicieron como unas cinco o seis veces más, terminaron entre risas. Él la abrazó, y ella descansó en su pecho.
—Me encantan cuando tus labios están sobre los míos, Martina.
CONTINUARA...