Ventisette.

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POV'S Jessica

Estoy agotada. La universidad es un lugar que consume las vidas hasta dejarlas hechas cenizas.

Después de una semana agotadora ya es viernes, y son las 11:46 p.m. Gracias a Dios ya estoy llegando a mi humilde morada para poder dormir.

Seguramente se preguntarán: ¿qué rayos pasó en el auto después de aquel momento tan intenso? Pues, nada. No pasó absolutamente nada. Con lo último que me dijo no fui capaz de replicar y él tampoco fue capaz de decir otra cosa, así que solo se limitó a llevarme a mi casa.

En la oficina todo ha ido bien, y solo me habla para lo justo y necesario. Es como si todo aquello vivido anteriormente nunca hubiera pasado y la verdad, lo prefiero así. Ya casi ni me mira y estoy feliz con eso; es como si mi vida hubiera regresado a la normalidad. En fin, habíamos vuelto a nuestra antigua relación de jefe y subalterna.

Cuando llegué a casa todo estaba a oscuras, así que camine con cuidado para no tropezar y golpear mi dedo meñique del pie. Entré a mi habitación y mi hermana y Jeremy ya estaban en el quinto sueño.
Se supone que debía acostarme temprano. Mañana, sábado, debía llevarle una ropa a mi tía que, por cierto, vivía en una zona bastante peligrosa así que también estaba pensando en donde guardar mi Wallet.

Me despojé de mi ropa, y sí, a esa hora de la noche me di una ducha pero no con agua caliente. Salí tiritando y soltando improperios del baño. Me puse la pijama y caí en los brazos de Morfeo.

~~~~~~~~~~~~~~

— ¡Jessica, saca el pan del horno! ¡Nidia, revuelve los huevos como es debido!

¿Por que será que mis mañanas no son normales?

No. Formulé la pregunta incorrecta.

¿Por que será que mi vida no es normal? ¿Alguien sabe la respuesta?

Y ahí estaba yo, sacando el pan del horno antes de que a mi madre le diera un ataque. Mi madre estaba atareada, pues, nos habíamos levantado súper tarde y ya tendría que estar llevándole la ropa a mi tía.

Voy al sillón donde se encuentra mi cartera y reviso que todo esté en orden.

— Bien— digo para mí misma— ¡familia ya me voy!

— Que te vaya bien, cielo. Recuerda no sacar el celular por esa zona— dice mi padre sin dejar de leer el periódico.

Pero antes de que pueda responder, habla mi madre.

— ¿No vas a desayunar?

— Comeré algo donde la tía Lauris.

Mi madre me miró entrecerrando los ojos. Es obvio que no me creía absolutamente nada. Ella sabía perfectamente que yo odiaba la comida de la tía Lauris, pero antes de que me obligara a sentarme en la mesa y llenarme el plato de pan con huevos revueltos y tocino preferí salir de ahí.

Caminé hasta la parada y tomé el primer bus que venía. Quería llegar rápido a casa de mi tía para poder irme rápido de allí.

No es que no me guste pasar tiempo con mi tía, es solo que siempre está cocinando y su comida es un poco... rara. En serio ¿quién en su sano juicio come estofado de pulmón de vaca? ¡¿QUIÉN?!

Después de una media hora, el bus me dejó en aquella parada de ese barrio tan infernal en donde vive mi tía. Lo primero que hice al bajar del bus fue ajustar bien mi cartera.

No podía darme el lujo de que me robaran.

Caminé unas cuadras a paso rápido hasta llegar al edificio en donde vive.

La Seducción De AresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora