Diciannove.

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POV'S Jessica

No lo creía. No me daba la regalada gana de creerlo.

No podía creer que con simples palabras mi jefe hiciera que mis piernas... bueno, que toda mi anatomía temblara como si de una gelatina se tratase. ¿Es que acaso todo lo que dice este hombre suena siempre así de sensual? Todo su leguaje corporal irradiaba lujuria y pecado, y te invitaban a quemarte en las mismísimas llamas del infierno.

Y yo sí que quería quemarme.

¿Que? No, claro que no. Esto era una mala broma de mi conciencia. ¿Pero como era posible que con simples palabras me calentara tanto? ¿Acaso era eso normal?

Alterada y a la vez excitada por la situación no me quedo de otra más que tragar saliva para humedecer de pronto mi reseca garganta, mientras él seguía en la labor de devorar mi cuello con esos besos que me llevaban al infinito y más allá.

Se sentía delicioso, rico... pero yo no quería, más bien no podía ceder ante las peticiones urgentes de mi cuerpo por corresponder a sus pecaminosas caricias, no perdería contra él. No quería. Así que con toda la poca fuerza de voluntad que me quedaba y con ayuda de mi casi inexistente raciocinio, puse una mano en su pecho para alejarlo de mí. Y creo que eso fue lo más difícil que he hecho en toda mi miserable vida.

El alejó sus labios de mi cuello solo por unos milímetros.

— ¡Deténgase!— dije con la voz entrecortada y algo suplicante, y me maldije internamente por eso.

— Bien, ¿a donde quieres que me detenga?— susurró en un tono que a mí se me antojó malicioso— ¿quieres que me detenga aquí?— bajo sus labios hasta mi clavícula y dio un pequeño mordisco que me hizo sobresaltar— ¿o acaso quieres que me detenga acá?— subió lentamente, como una tortura, hasta mi cuello para seguir dejando besos en esa zona sensible.

¡Diablos! Me estaba enloqueciendo.

Tenía que ponerle fin a esto ya o terminaría rogándole que complaciera a mi cuerpo de todas las maneras habidas y por haber. Y no iba a dar mi brazo a torcer por mucho que mi cuerpo lo deseara.

— De-déjame en paz— mi voz sonó a súplica nuevamente.

— ¿En serio quieres que te deje en paz?— su voz era baja y ronca.

No.

Sí— y me sorprendí de que mi voz saliera firme.

Se alejó un poco de mí para mirarme directo a los ojos... y yo no pude. No pude sostenerle la mirada, era demasiado penetrante e intensa. Tomo mi mentón con sus dedos de una manera sumamente delicada y me hizo mirarlo acercando su rostro al mío, a una distancia milimetrica.

— ¿Por que no me miras?— pregunto sobre mis labios.

Joder, me iba a besar y a mi me iba a gustar. Tenía que impedir eso a toda costa.

— Porque no quiero ver su odioso rostro— mentí.

— Eso es bastante curioso. No quieres ver mi rostro pero te retuerces en mis brazos por mis caricias y besos.

Maldito idiota.

Solo déjeme en paz.

— No quiero.

Dicho esto, tomó mi cintura entre sus fuertes manos y me sentó sobre el lavamanos para seguir con su placentera labor.

— Cuando salgas de este baño olvidarás quien es el estúpido de tu novio.

La Seducción De AresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora