POV'S Ares
— Nunca he estado casado.
— ¿Y entonces por qué se expresa de esa manera sobre el matrimonio?
Me encogí de hombros.
— Porque es la verdad. Nunca terminarás de conocer a la persona con la que pasarás el resto de tu vida. Te casas y lo qué pasa después es totalmente incierto. ¿Quién garantiza que después de que te casas no te vas a divorciar? ¿Quien garantiza que la persona con la que te casas no terminara siendo un completo o una completa idiota? Dime, ¿quién?
Ella no dijo nada. No tenía nada que decir. No podía decir nada.
La miré. Reí por lo bajo.
— Eso pensé.
Jessica se cruzó de brazos y mantuvo esa postura desafiante que tanto me gustaba, después de un largo rato se giró para verme. Sabía que no se daría por vencida.
— Muy bien, ¿quién es?
Fruncí mi ceño en confusión.
— ¿Quién es quién?
— La chica.
— ¿Cuál chica?
Ella rodó los ojos, irritada.
— La que le rompió el corazón.
— ¿De que rayos estás hablando?
— Si está hablando de esa manera del matrimonio es porque en algún momento de su vida hubo alguien con la que pensó casarse pero no funcionó, ¿o me equivoco?
— Te equivocas. Nadie me ha roto el corazón— mentí.
Ella no podía saber jamás esa parte de mí.
— ¿Es por eso que es tan mujeriego?
— Siempre he sido mujeriego.
Ella me miró alarmada por mi respuesta.
— ¿No le da vergüenza admitirlo?
— ¿Por que debería? Soy un hombre libre, puedo acostarme con cuantas mujeres yo quiera.
Ella me miró entrecerrando los ojos... era como si tratara de leerme, pero no encontraría absolutamente nada dentro de mí porque todo había muerto un día. Ese día.
— ¿Es por eso que ella lo dejo? ¿Por mujeriego?
Fue mi turno de rodar los ojos. Estaba comenzando a exasperarme; esta mujer me iba a hacer perder la poca paciencia que me quedaba.
— Nadie me dejó. Nadie me rompió el corazón.
— ¿Entonces, por qué se expresa tan mal del matrimonio? Debe haber un porque...
Solo escuchaba como parloteaba, pero mi cerebro ya no conectaba sus palabras con algún significado, solo eran eso: palabras sin significado. Escucharla hablar de eso me estaba haciendo perder los estribos y de verdad necesitaba que dejara de hablar o terminaría ahorcándola aquí mismo. Aparqué el auto frente a la empresa y la llamé.
— Jessica...
Seguía parloteando, así que la volví a llamar nuevamente.
— Jessica...
Aún nada. ¿Que acaso estaba sorda?
— ¡Jessica, deja de hablar! ¡Por amor a Dios!
Subí mi tono de voz más de lo necesario, haciendo que diera un respingo del susto.
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La Seducción De Ares
RomanceAres. Y no, no hago referencia al Dios de la guerra aunque, debo agregar que es todo un Dios griego. Hablo de Ares D' Angelo, el ingeniero, empresario y soltero italiano más cotizado de todos los tiempos y por si fuera poco, mi sensual jefe. Todas...