IV

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Con el sol dejando el cielo e iluminando la habitación con colores cálidos, Yami entró a su dormitorio siendo seguido por Mana, ella no perdía la sonrisa brillante del rostro y no parecía que fuera a hacerlo pronto.

Ese chico Yūgi tiene más agallas de las que pensé, huh... —comentó dando media vuelta y juntando las manos tras de sí.

Él suspiró sin responder realmente justo antes de tomar asiento frente a su escritorio. Que Yūgi le hubiese respondido de esa manera, tan decidido y determinado, había logrado sacarlo de la estabilidad mental que le quedaba.

Ahora no sólo tenía que preocuparse por el asunto con Mana, sino también por la incómoda oportunidad que él mismo había creado.

Escuchó a Mana reír en voz baja antes de acercarse a su lado y apoyarse sobre el escritorio. Él le devolvió la mirada con una ceja en alto.

—¿Qué? —preguntó al verla sonreír de lado.

Algo te molesta, ¿no es así? —le dijo —. No tenemos que estar conectados de una forma especial como para saberlo.

—... ¿Qué? —repitió y Mana volvió a reír.

Has estado callado y con las cejas arrugadas desde que Yūgi aceptó invitar a Téa a esta "salida grupal", ¿por qué? —ella preguntó convencida de que sus pruebas eran concretas —. ¿Entonces eres ese tipo de persona? ¿De los que contienen sus propios sentimientos por el bien de otros?

La miró en silencio por unos instantes. Directamente a los ojos a pesar de que ella parecía atravesarlo con la mirada.

~°~

Mana podía decir, por el tiempo que había pasado con Atem, que él no era del tipo que expresaba sus opiniones a menos que de verdad lo quisiera o fuera completamente necesario.

Podía decir, incluso, que ahora se estaba debatiendo internamente sobre si hablar con ella estaba bien, o si sería un error.

Claro, era normal que dudara desde que solo se conocían desde mediados de invierno, pero, sinceramente, ¿a quién podría decirle?, se cuestionó Mana obligándose a no rodar los ojos mientras demostraba su convicción.

No era una chica de mucha paciencia, pero podía soportarlo siempre y cuando se tratara de cercanos a ella.

Sobretodo si era acerca de la única persona con la que podía hablar por el momento.

Entonces él desvió primero la mirada.

—No es eso —contestó Atem a su pregunta anterior —. Aunque fuera por Yūgi, si Téa me gustara de esa forma, no me contendría.

Alzó una ceja.

¿Entonces? ¿Cómo sabes que la razón por la que estás incómodo no es porque te gusta esa chica?

Él se inclinó un poco y apoyó sus codos sobre la mesa del escritorio al mismo tiempo que apoyaba su mentón sobre sus manos, dejando su mirada lejos de ella.

—Solo lo sé —dijo, aunque la respuesta fue demasiado floja.

¿Sólo "lo sabes"? —repitió Mana cruzando los brazos frente a su pecho —. No esperas a que me quede satisfecha con eso, ¿o sí?

Atem no dijo nada, así que Mana tuvo que pensar en otra cosa. Quería que confiara más en ella. Que pudiera abrirle su corazón, o lo que sea que eso significase, siempre y cuando pudiera dejar de hacer aquella extraña expresión confusa.

¿Pero cómo podía hacerlo? Ni siquiera podía-...

Apretó los labios. Una idea se le atravesó tan rápido como parpadeó.

LA CHICA DEL ROMPECABEZAS [COMPLETO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora