XIII

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Aunque Yūgi confiaba en su hermano y creía en lo que había dicho Mana, realmente no podía sobrellevar la escena que acababa de presenciar, ni lo que acababa de oír.

—¡Yūgi! ¡Yūgi, espera! —oyó a Yami llamándolo desde una prudencial distancia.

¡Yūgi! —Mana, a su lado, también hizo otro tanto, aunque no parecía del todo determinada como su hermano.

Y, si bien no planeaba detenerse, lo hizo. Tan de pronto que Mana casi lo atraviesa si no fuera porque se detuvo justo a tiempo.

Dio chance a que Yami lo alcanzara y solo volteó cuando supo que su hermano estaba a un par de metros de él.

Las luces de la noche iluminaban su expresión preocupada y arrepentida, mientras que algunas personas los veían con un distinguido disimulo.

—¿Cuándo? —quiso saber entonces.

Bueno, en realidad no quería saberlo. Necesitaba hacerlo.

—¿"Cuándo"? —repitió Yami con una sincera confusión.

Yūgi pisoteó el suelo con impaciencia y apretó los puños.

—¿Cuándo planeabas decírmelo, Yami? —cuestionó —. ¿Cuándo planeabas decirme que habías tenido algo con Téa? ¿Que ella sentía algo real por ti?

Por unos segundos, Yami solo pudo guardar silencio.

—Yo... No planeaba hacerlo —desvió la mirada.

Irónicamente, Yūgi rió. Se estaba burlando de sí mismo. ¡Claro! ¡¿Cómo no lo había notado?! ¡Yami era su mellizo, lo conocía mejor que nadie!

—Siempre. Siempre eres así. ¿Cuando aprenderás a confiar en mí? ¡Soy tu hermano, por Dios! —exclamó irritado.

Yami estiró un brazo dubitativo.

—Yūgi, yo... Lo siento.

—¿Qué sientes? ¿Salir con la chica de la que he estado enamorado todo el tiempo? ¿O no decirme que lo hiciste? —respiraba escandalosamente, algo muy anormal en una persona pasiva como él. Sus ojos, de casualidad, se posaron en Mana y ella desvió la mirada mientras se abrazaba a sí misma. Lo supo entonces —. No puedo creerlo, ¡tú tampoco dijiste nada!

Ante la fuerte acusación, Mana se sobresaltó.

¡¿Yo?! ¡No me correspondía a mí hablar! —objetó segura de lo que decía.

—Ah, pero bien que me empoderaste antes, ¿no? —argumentó Yūgi dejándola a ella en silencio y a Yami confuso —. ¡Al diablo!

Enojado, se quitó el Rompecabezas del cuello con brusquedad y lo lanzó directamente a Yami perdiendo así la capacidad de ver a Mana por el momento.

Tan pronto como se detuvo, entonces, Yūgi empezó a alejarse del lugar. Necesitaba estar solo y en silencio, ni siquiera prestó atención a las constantes vibraciones que su celular, avisándole llamadas entrantes, le daba.

~°~

Con los labios curvados hacia abajo y desviando la mirada en caso esta se viera nublada, Yami tuvo que contar hasta diez para que su estado de ánimo volviera a una condición aceptable.

Mana, a su lado, sólo podía mirarlo con una expresión de consuelo. Sus enormes ojos verdes decían muchas cosas que, por el momento, no pudo descifrar.

Lo siento —dijo ella al fin —. Si no hubiera sido por mí...

Yami la miró. Podría enojarse con ella. Culparla de todas las casualidades que se habían realizado desde su aparición, pero no lo hizo. Él no era una persona explosiva, mucho menos alguien que gritara a ciegas. Todo esto se debía a él mismo.

LA CHICA DEL ROMPECABEZAS [COMPLETO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora