VII

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En los días que siguieron, Yami y Yūgi trataron de ayudar a Mana a encontrar detonantes para su memoria; sin embargo, aparte de lo ya conocido y algunas otras cosas de sentido común, no descubrieron mucho más.

Caminando por la concurrida avenida de Domino, Yami y Yūgi trataban de buscar más lugares familiares para Mana.

Pero ella no parecía ni siquiera interesada a sus alrededores.

—Hum... —Yūgi se llevó una mano a la barbilla —. Quizá deberíamos ir a esa galería que mencionaron.

Yami notó que Mana apretaba los labios antes de bajar la mirada.

Bueno, si es la única opción-... —empezó a decir.

—No —interrumpió él.

Yūgi lo miró.

—Pero, hermano-...

—No, Yūgi —repitió deteniéndose junto a él en la esquina de una calle mientras algunos autos pasaban —. Por ahora no volveremos ahí, ni a ninguna exposición de arte, de paso.

Los tres se quedaron en silencio. Por supuesto, Yami también sabía que era la mejor opción para avanzar en aquel misterio estancado, pero el ver a Mana en aquella crisis nerviosa... Solo sabía que no quería volverla a ver así a menos que fuera extremadamente necesario.

Yūgi se mantuvo en silencio unos segundos para después exhalar como si ya se hubiese esperado esa respuesta y el semáforo que habían estado esperando cambió a verde para los peatones.

Cruzaron.

—Comprendo —asintió —, pero aparte de eso, no tenemos nada.

—No es así —contradijo Yami antes de tocar el Rompecabezas del Milenio —. Tenemos esto —y luego señaló hacia el frente —y eso.

Al dirigir la vista hacia el punto que señalaba, Yūgi logró distinguir rápidamente el museo de historia egipcia que se abría paso a unas cuantas cuadras de distancia.

Inclinó la cabeza.

—Bueno, es cierto que algo tienen que ver con Mana, pero dudo que ella misma lo reconozca, o que podamos hallarlo nosotros mismos —Yūgi volvió a mirarlo —. Además, ¿qué esperas? ¿Que nos dejen entrar así, sin más? Todavía ni siquiera lo han abierto y la inauguración será solo para los invitados.

Yami rodó los ojos.

¿Es tan importante ese museo? —quiso saber Mana.

—No en realidad —contestó él esquivando a un par de personas que iban en sentido contrario —, pero es la primera vez que algo como eso va abrirse aquí en Domino City, por lo que le están dando un trato demasiado especial.

—Además de que los dueños son, de hecho, descendientes directos de los egipcios antiguos, así que es más por un asunto intercultural —Yūgi se unió a la conversación captando el punto principal rápidamente —. Quizá eres parte de ellos y por eso la conexión.

Llevaba una sonrisa en la expresión, por lo que fue una broma, pero, a tal punto, nada podía sonar tan descabellado.

Ya cuando estaban cruzando la calle del museo, una idea le vino a la mente a Yami.

—¿Y si vemos a un psíquico, o algo por el estilo? —sugirió.

Yūgi y Mana alzaron las cejas y curaron los labios hacia abajo, dando a entender que ninguno se creía lo que había dicho.

—¿Un psíquico? —repitió Yūgi antes de sonreír abiertamente —. Tú, de todas las personas, ¿sugieres algo así?

Mana rió.

LA CHICA DEL ROMPECABEZAS [COMPLETO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora