XV

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Téa no estaba nerviosa ni ansiosa. Tampoco furiosa. Mucho menos alegre. Téa se sentía confundida y desigual, como si no encajase en todo lo que estaba sucediendo y, pues, ese parecía ser realmente el caso.

Si bien Yūgi le había comentado sobre lo que necesitaban tanto él como Yami, no terminaba de comprender por qué debía de hacerlo ella. Ni cómo. Estaba en malos términos con Yami desde la tarde del museo y creía que Yūgi también estaba molesto con ella, pero no fue así.

Aunque eso hubiese preferido, pensó. Téa hubiese preferido que estén molestos con ella para que así no la inmiscuyeran más en ese asunto del que casi nada sabía.

Movió los dedos nerviosamente sobre la mesa del restaurante del hotel. Gracias a Yūgi había podido constatar una especie de cita con la pareja Owsten, dueños del museo recién abierto.

Según había oído, debía sacar información sobre quiénes visitaban a la dicha Mana en el hospital, así como lo que en verdad sucedió, o lo que creían que ocurrió. Sin embargo la estrategia que tenía en mente no era algo de lo que sentirse especialmente orgullosa.

—Perdón por la tardanza —entonces dijo una voz femenina a sus espaldas. Ni tiempo le dio a girar la cabeza cuando ya estaba sentada frente a ella la bella mujer de piel morena y ojos azules —. Soy Ishizu Ishtar. Tú debes ser Téa, ¿no?

Téa asintió y la mujer no tardó en pedir una bebida a uno de los mozos que pasaban.

—Mahad no va a poder venir, o eso me dijo. Quizá se presente más tarde —rodó los ojos mientras continuaba atropelladamente, aunque Téa no podía distinguir la razón —. Cosa de hombres. ¿Quién puede entenderlos?

—Seré directa —dijo Téa para interrumpir a Ishizu. Metódicamente cruzó los dedos de sus manos y bajó los codos para que sus antebrazos tuvieran apoyo en la mesa. Esperaba que su expresión delatara la seriedad que quería fingir —. Creo que mi novio me engaña.

Ishizu pareció divertida al respecto.

—Lo siento por eso, pero creo que te has equivocado de mujer —comentó sintiéndose obviamente aludida —. Yo estoy comprometida y, por lo que veo, estamos muy distanciadas en cuestión de edad.

—No me he equivocado —dijo Téa antes de que Ishizu tomara su bolso con la intención de retirarse —. Es solo que usted es la persona que encuentro más cercana a ella en este momento. Claro, ya que su hermano no pudo venir.

Lentamente y con las cejas prácticamente juntas, Ishizu detuvo su amago de levantarse prestándole, de pronto, toda su atención.

Yūgi tenía razón, pensó Téa. Mana no tenía a nadie más. Eran sólo ella, su hermano y la prometida de este.

Lo cual, intentó no aceptar, le causaba cierta lástima.

—¿Estás hablando de Mana? —cuestionó la mujer frente a ella.

Su sorpresa mostraba lo mucho que le costaba creer que la chica, que Téa no conocía, hiciera algo así.

—Así dicen que se llama —contestó ella fingiendo controlar su enojo —. Creo que comenzaron a verse durante el invierno.

Una sonrisa se asomó en la expresión de Ishizu al mismo tiempo que negaba con la cabeza.

—Entonces no es Mana —concluyó —. Por si no lo sabías, ella está en el hospital, luchando entre la vida y la muerte. No tiene tiempo ni vitalidad para estar con un muchacho.

—¿Y quién puede asegurarlo? —la interrumpió Téa —. No necesita estar viva para quemar en la mente de mi novio, ¿o sí? ¡Seguro que lo conoce y no me lo quiere decir!

LA CHICA DEL ROMPECABEZAS [COMPLETO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora