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Con unos pantalones cortos de color rosa y un top amarillo, Téa apareció frente a la tienda de juegos de la familia Mutō. Su cuello era adornado por una gargantilla rosa y sus muñecas llevaban unas cuantas pulseras junto un pequeño reloj, al cual observó para saber la hora.

No habían especificado nada, pero el pensamiento de estar demasiado temprano la estuvo carcomiendo incluso desde que salió de su hogar. No quería parecer desesperada ni mucho menos, se veían seguido en la escuela e incluso conversaban cada vez que se veían.

Conversaciones cortas y de un solo sentido, suspiró, pero conversaciones al fin al cabo.

Se detuvo antes de abrir la puerta de madera, pues sabía que la campanilla anunciaría su llegada ni bien pusiera un pie dentro, y todavía no estaba preparada.

Ni siquiera sabía por qué estaba nerviosa en primer lugar. Era una salida grupal, y el mismo Yūgi la había invitado —lo cual fue muy sorprendente —, pero el simple hecho de pasar una tarde con Yami —más Yūgi —la emocionaba tanto hasta el punto de tener que respirar hondo para calmar su corazón.

Estaba mal. Lo sabía. Habían terminado en un punto medio sin retorno, su amistad no era la misma por más que ella intentara lo posible por recuperarla, mas parecía no ser el caso.

Pero, se dijo con una sonrisa. Si Yami había accedido a que ella fuera, entonces había una posibilidad, ¿no?

Una posibilidad para muchas cosas.

La campanilla de pronto sonó, sorprendiéndola y haciendo que retrocediera un par de pasos, mas no fue ella quien la activó.

En su lugar y con una ceja en alto, estaba Yami observándola curioso.

Sintió sus mejillas calentarse.

—¿Qué haces ahí parada desde hace rato? —cuestionó.

No había burla ni curiosidad en su pregunta, pero bastó para que Téa tartamudeara de vergüenza al responder.

—B-Bueno, yo... Ya sabes... Estaba pensando en si ya estaban listos —contestó sonriendo.

Yami suspiró.

—Yo sí, pero Yūgi se está vistiendo —se hizo a un lado y se quedó en silencio. Téa lo miró con curiosidad y él hizo un gesto con la cabeza —. Uhm... ¿Adelante?

Abrió muchos los ojos, reaccionando tardíamente.

—¡Oh, sí, claro!

¡¿Qué me sucede?!

Una vez estuvo dentro, Yami cerró la puerta tras de sí y la guió hacia adentro por más que ya supiera el camino. El señor Solomon la saludó con su animosa personalidad de siempre y pronto ambos estuvieron en la sala de estar.

El silencio era demasiado mortal e incómodo, pero lo aprovechó para observar un poco a Yami.

Si bien estaba con ella, era bastante obvio que su mente estaba en otro lado. Sus ojos no la miraban, pero no parecía ser a propósito. En cambio, parecía que estaba siguiendo algún punto que, aunque se esforzara, ella no podía localizar.

Por un momento pareció que iba a decir algo, pero luego se detuvo.

¿Estará tratando de iniciar una conversación?

No podía asegurarlo.

Así que ella lo hizo.

—Uhm... ¿Has estado estudiando para los exámenes? —quiso saber.

Él asintió.

—Sí —dijo, pero luego se dio cuenta de que había sido muy cortante y agregó: —. Sobretodo literatura e historia. No soy muy bueno con tanta información.

LA CHICA DEL ROMPECABEZAS [COMPLETO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora