VI

263 24 18
                                    

La película no era del todo interesante. De hecho, la única que parecía disfrutarla en serio era Téa, que, con gran interés y concentración, observaba la enorme pantalla sin siquiera desviar la mirada.

Suspirando y apoyando su codo en el brazo del último asiento hacia la derecha —para que Mana pudiese ver sin sentir que estorbaba aunque no lo hiciera —, Yami se inclinó un poco para hacerle una seña a Mana con la cabeza hacia la salida más cercana.

La ceja izquierda de la chica se alzó en interrogación y él sonrió de lado evitando ser visto por las personas del frente. Ambos estaban de acuerdo: afuera sería más divertido.

En un susurro le indicó a Yūgi que iría al baño y, con discreción, se levantó para dirigirse rápidamente a la puerta con la señal verde en la parte superior.

Mana estiró los brazos hacia el cielo una vez estuvieron fuera de la función y frunció los ojos a la luz del sol que se colaba por el techo de vidrio.

Qué aburrido fue eso —comentó.

Yami rodó los ojos con una sonrisa ladina.

—No esperaba que te gustaran las películas románticas, después de todo —contestó deteniéndose a observar un escaparate en una de las tiendas del centro comercial.

Mana se le acercó y se apoyó contra el vidrio.

¿No te preocupa que la gente te vea hablando solo?

Le sonrió. Tenía una idea para eso y era la razón por la que se había detenido a observar el estante desde fuera.

Ingresó a la tienda, que no era muy grande, sino más bien pequeña y observó todos los accesorios para celular que habían en los estantes y en las vitrinas.

Mana lo siguió admirando y curioseando todo cual niño en dulcería. Realmente, si ella pudiera tocar cosas, Yami tendría mucho de qué preocuparse.

—¿Busca algo en especial, señor? —preguntó uno de los asistentes.

Él alejó la mirada de Mana consciente que no podía perderse y asintió.

—Sí, de hecho... —le explicó lo que quería y, con una sonrisa, el empleado lo guió hacia la zona que buscaba.

Los audífonos.

Encontró rápidamente uno económico y que iba con su celular, de color blanco y la apariencia similar a los cordones de las zapatillas.

Agradeció después de pagar por el objeto y salió de la tienda con una bolsa en mano.

Mana flotó a su espalda y asomó la cabeza por sobre su hombro cual loro de pirata.

¿Qué es? ¿Qué has comprado? —quiso saber.

Yami sacó el par de audífonos.

—Con eso, la gente no pensará que estoy hablando solo —comentó conectándolo a su teléfono móvil.

Mana frunció el entrecejo.

¿Por qué?

¿Ves esta cosa? —Yami señaló la única parte desigual de los cables, en la que iba un botón y una hendidura pequeña y circular, casi invisible —. Es un micrófono. La gente pensará que estoy hablando por teléfono.

Alejándose de su hombro y ya notando que, en vez de quedarse mirando, esta vez las personas solo le daban un rápido vistazo, Mana se maravilló demostrándolo en una amplia sonrisa.

¡Wou! ¡Cómo magia! —exclamó —. ¿Haces todo esto por mí? ¡Eres asombroso, Atem!

Tan rápido como sintió que sus mejillas se calentaban, Yami empezó a caminar esquivando algunas personas.

LA CHICA DEL ROMPECABEZAS [COMPLETO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora