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1920~



































Izuku Midoriya empezó a fumar cuando tenía 15 años, cuando se dio cuenta de que aquello calmaba un poco el dolor de su espalda. Al menos así lo creyó hasta que se dio cuenta de que en realidad el humo no ayudaba tanto. Para entonces fumar ya se había vuelto un hábito y no se interesó mucho en intentar dejarlo.

Su tía odiaba verlo fumar, por eso siempre lo mandaba afuera de la casa.

-Quiere irse a su hogar.- Escuchó que decía la mujer a su hermano desde el interior.

Su hermano mayor acababa de llegar al lugar hacía unos minutos y ahora su tía y él platicaban a sus espaldas, escondidos en el interior de la casa como si él tuviese cinco años y no veintitrés.

Suspiró, ignorando serenamente lo que hablaban aquellos dos. Se meció en la silla y le dio una nueva calada a su cigarrillo sin dejar de mirar el cielo.

Izuku disfrutaba la tranquilidad de la silla mecedora que su tía tenía fuera de la casa. Si no pintaba allí se dedicaba a fumar viendo el cielo. No le dejaban hacer mucho más que eso a decir verdad.

-¿Le dijiste?- Pudo escuchar la voz indignada de su hermano mayor a la perfección.

-Todavía no. Me pareció mejor que le dijeras tú.

-No, él tiene que entender que ahora esta es su casa.

Pasos sobre el suelo. Su tía usaba tacones, por lo que sus pasos resonaban fuerte cada vez que caminaba. Izuku bajó la mirada al sentir que la mujer parecía estar acercándose desde el interior a la ventana que él tenía tras su espalda. Seguramente ahora le estaría viendo con pena y molestia.

-No puedo obligarlo a quedarse.

-Pero hicimos un trato, tía Lu. Dijiste que lo cuidarías. Te estoy pagando para que lo cuides.- reprochó su hermano, remarcando en su tono de voz la palabra "pagando".

Fue entonces cuando Izuku pensó que ya había sido suficiente. Así que se levantó de la silla con lentitud y apagó el cigarrillo en el pequeño cenicero que había dejado cuidadosamente sobre el extremo derecho de la silla, ese cenicero que tenía pintado pequeños conejos verdes a su alrededor. Le había costado mucho, pero al final quedó satisfecho con aquel trabajo más minucioso que la mayoría de los que hacía. Esos conejos eran imposiblemente pequeños a sus ojos, y su enfermedad a menudo le dificultaba pintar cosas diminutas.

Estaba realmente orgulloso de esos conejos.

Izuku caminó lentamente hacia la puerta, un poco cojo porque le dolían los pies, ingresando segundos después para seguir su camino hacia la cocina, en donde repentinamente las voces se habían callado. No le extrañó en lo absoluto, ya que la puerta de la casa de su tía crujía mucho cuando era abierta o cerrada. Era obvio que le habían escuchado entrar y habían callado.

-Hola, Yuu.- Saludó en voz baja cuando al fin llegó a la cocina. Su hermano le miró y le ofreció una sonrisa de medio lado. Era alto y siempre vestía trajes y sombrero. El maletín en su mano derecha ya parecía parte de su brazo. Nunca soltaba ese maletín lleno de papeles de negocios.

Lo único en lo que se parecían era el cabello verde. Sólo que su hermano lo usaba siempre peinado hacia atrás.

-Izuku...- lo saludó haciendo una pequeña reverencia, y le causó gracia ver la excesiva formalidad de su hermano.

-Es un gusto verte.- suspiró apoyándose en el marco de la entrada a la cocina.- Lindo traje.

-Oh...- La incomodidad de su hermano era obvia. Primero miró su traje sin saber qué decir, luego miró a la tía Lu, la cual también parecía incómoda mientras fingía lavar los platos.- Sí, em, supongo.- rió al fin Yuu, moviendo un poco sus hombros hacia atrás. Un movimiento tan simple, pensó Izuku en silencio.

-Deku- [Bakudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora