-4-

4.4K 677 131
                                    

Bakugo solía ir al orfanato una vez a la semana para ayudar en lo que se necesitara.

Aquel era el lugar en donde se crió, donde creció, donde siempre lo recibían con comida aunque ya fuera un adulto y no un niño. Cuando el dinero no le alcanzaba o el frío era demasiado como para soportarlo en su solitaria casa, siempre era bienvenido en el humilde orfanato lleno de niños las 24 horas del día.

-¿Todo bien, Katsuki?- Dijo alguien detrás de él mientras comía en silencio sentado junto a la mesa, palmeando su espalda con suavidad. Cuando volteó se encontró con la mirada amable del hombre encargado del orfanato, al cual conocía desde que era tan sólo un niño. Ese hombre que parecía nunca envejecer, y que lo único que solía cambiar su rostro eran los lentes de distintos tamaños y formas que usaba cotidianamente.

Bakugo asintió, con una seriedad que para el amable hombre de lentes ya era costumbre, pero esta vez... le había parecido ver algo más en los ojos perdidos y pensativos de Bakugo Katsuki. Algo nuevo debía estar atormentándolo, pero no quiso molestar, por lo que tan sólo sonrió y siguió caminando para supervisar a los demás niños que almorzaban educadamente junto a las largas mesas de madera.

Sabía que si era algo serio, el rubio terminaría acudiendo a él por sí sólo.



°°°°




-Estoy pensando en contratar una mujer que me ayude en la casa.- explicó inexpresivo, tomando entre sus manos la madera que le habían permitido llevarse del orfanato. Madera vieja que a ellos ya no les serviría, pero a él sí.- Pocas se han presentado al trabajo.- bufó.

En realidad sólo una persona se ha presentado y ni siquiera es una maldita mujer.

-¿Alguien lo solicitó?- preguntó el hombre de lentes, completamente sorprendido.

-Tal vez debería contratar un niño.- volvió a bufar Bakugo, caminando con las maderas en mano hasta su envejecida camioneta.

-Estos niños son demasiado jóvenes y lo sabes.

El rubio sólo chasqueó su lengua con molestia.

-A su edad yo hacía el trabajo de diez hombres. Limpiaba este jardín, cortaba leña, construí esa cerca.- señaló con sus ojos, hablando con la cabeza en alto y una pequeña sonrisa de lado que hizo al hombre de lentes suspirar con cansancio.

-Sí, pero estabas aquí, Katsuki, con gente alrededor.- replicó viéndole aún desde la entrada.

A veces en verdad sentía que aquel joven rubio seguía siendo el mismo niño gruñón y presumido de siempre.

Aún así, el hombre sonrió cruzándose de brazos, sabiendo que realmente lo que no había cambiado para nada con el paso del tiempo... era la determinación de Bakugo a la hora de ganar y ser el mejor en lo que se propusiera. Ya fuera al jugar con sus amigos, como al ayudar a reparar algo o a hacer la comida. No parecía darse cuenta, pero mientras fue un niño, Bakugo los ayudó bastante en el orfanato, y seguía haciéndolo sin pedir nada a cambio. Siempre con la excusa de que él podía hacerlo mejor que cualquiera.

Por eso le había sorprendido cuando lo escuchó decir que estaba buscando ayuda en su casa, y se sorprendió aún más cuando supo que alguien realmente había solicitado el trabajo.

Todo aquel que viviera por los alrededores conocía el carácter de Bakugo Katsuki, y no era alguien con quien la gente quisiera tratar.

Cuando llegó hasta su camioneta, el rubio dejó sin delicadeza la madera en la parte de atrás, acomodándola un poco en el proceso.

-¡Bakugo Katsuki!- exclamó entonces el hombre en tono de regaño, haciendo al rubio arquear una ceja hacia él.- Si una mujer solicitó el trabajo, contrátala.

-Deku- [Bakudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora