-15-

4.6K 689 689
                                    

Se casaron un mes después.

Katsuki en verdad no entendía cómo fue que Izuku le había convencido. El peliverde era mucho más manipulador de lo que él creía, o tal vez él mismo ya se había vuelto loco. Como fuera, había terminado cediendo y ahora, mientras se miraba al espejo y se colocaba una corbata alrededor del cuello, no se reconocía en su reflejo.

Debía admitirlo, estaba asustado por el giro que habían tomado las cosas. Nunca antes hubiera pensando que terminaría emparejándose con un hombre y menos con uno como Izuku. Pero ahí estaba, lavando su rostro con agua fría y repasando una y otra vez el orden de los hechos, intentando tal vez encontrar algo que se le hubiera pasado, algo que explicara el mundo irreal que ahora parecía girar a su alrededor con demasiada velocidad.

No encontró nada en su memoria, sólo los hechos de las últimas semanas. Recordó a Izuku, todo triste y ausente luego de aquella madrugada en la que le confesó sus sentimientos. Recordó que se mantuvo decaído los días siguientes, mientras seguía con las tareas de su hogar sin dirigirle la palabra. Recordó aquella pintura que descubrió un día, la cual mostraba un paisaje lluvioso y melancólico. Parecía que el peliverde había olvidado cómo pintar con colores vivos, y aquello desagradó mucho a Katsuki. Pero no fue furia lo que sintió, sino culpa y una gran necesidad de arreglar las cosas.

Él podía solucionar todo. Podía hacerlo si se sinceraba de una buena vez con sus propias emociones. Porque aunque no quisiera admitirlo, había desarrollado un apego y cariño hacia aquella cabeza de brócoli que había invadido su hogar sin previo aviso. ¿Cómo no percatarse de su irritante presencia? Era demasiado adorable como para ignorarlo. Demasiado obstinado, demasiado sonriente, demasiado alegre, demasiado brillante. Demasiado... Deku.

Así que, un día luego de llegar del trabajo, Bakugo caminó con los puños apretados hasta Izuku, el cual barría la casa sin observarle, y después le pidió con enojo contenido que estirara su mano hacia él.

Izuku obedeció con extrañeza pintada en sus orbes verdes, extendiendo su palma abierta hacia Katsuki. Fue entonces cuando el rubio dejó caer sobre su mano un anillo color bronce, algo desgastado y opaco, pero a los ojos del peliverde fue como observar su alrededor iluminarse otra vez gracias a aquella pequeña sortija.

Levantó su mirada hacia Bakugo, incapaz de pronunciar alguna palabra cuando notó el rostro entre avergonzado y molesto de su compañero.

-Si nos casamos... más te vale volver a pintar con colores de verdad, Deku.

Izuku sintió sus ojos aguarse cuando comprendió, viendo que en la mano de Katsuki ya había un anillo igual al que él tenía en su palma. La emoción le hizo sonreír plenamente, de una forma que el rubio jamás había visto. Fue como ver a alguien sonreír con los ojos, y entonces se dio cuenta de que ya había jodidamente caído por aquel peliverde que se lanzó a abrazarlo con fuerza, comenzando luego a llorar en su hombro mientras murmuraba pequeños "sí" que le emocionaron más de lo que le hubiera gustado admitir.

Eran hombres, por lo que no estaba permitido casarse en una iglesia con todas aquellas formalidades vistas de buena manera por la sociedad. Sin embrago, a ninguno de los dos les importó mucho, tan sólo terminaron comprometiéndose en el patio de su casa, con los perros y algunos compañeros de trabajo de Bakugo presentes.

Aquel mundo irreal que giraba con demasidada rapidez alrededor del asustado Katsuki se detuvo repentidamente cuando Izuku salió de la puerta de su casa, vestido elegantemente con un saco simple y una camisa al igual que él. Incluso le pareció notar que se había arreglado un poco el cabello, pero nada de eso fue impedimento para reconocerle. Era el mismo Deku de siempre, y pudo verificarlo cuando una sonrisa acompañada por pecas le fue dedicada con amor.

-Deku- [Bakudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora