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-¿A dónde vamos, Kacchan?

No hubo respuesta.

Bakugo siguió conduciendo la camioneta con la vista al frente, a diferencia de Izuku, el cual le miraba con insistencia y extrañeza desde el asiento del copiloto. Estaba desconcertado porque, cuando observaba por la ventana, no reconocía ninguna de las casas y los paisajes que pasaban.

Se había dormido unos minutos durante el viaje, ya que la última semana no había podido descansar apropiadamente debido a su separación con Katsuki. 

El problema fue que cuando despertó, el pueblo en el que se encontraban ya no era conocido para él.

Bakugo siguió condiciendo calladamente, intentando ignorar al manojo de nervios que estaba hecho el peliverde a su lado. Aquella ansiedad se le transmitía multiplicada por diez a su cuerpo, pero aún así consiguió mantenerse firme todo el viaje para no asustar a Izuku.

Ya no quería causarle ningún sentimiento desagradable, pero sospechaba que lo que estaba por hacer probablemente lo haría entristecer una vez más.

Se vio tentado a girar el vehículo varias veces.

Sin embargo, continuó con el pie firme en el acelerador, decidido, hasta que finalmente divisó una casa mediana y blanca a lo lejos.

Comenzó a detenerse cuando la hubo pasado, quedando así a unos pocos metros por delante de aquel hogar en el que un muchacho trabajaba a la distancia tranquilamente, regando unas pequeñas plantas que tenían en macetas junto a las ventanas.


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Katsuki observó por el espejo retrovisor, sintiendo que le sudaban las manos.

-¿Qué hacemos aquí?- preguntó Izuku luego de un largo rato de estar estacionados. Miró curioso cómo su esposo suspiraba y dejaba caer su cabeza contra el respaldo de su asiento.

Parecía que batallaba nuevamente por encontrar las palabras correctas.

-¿Por qué paramos aquí, Kacchan? Dímelo ya.

-Esa es su casa.- musitó al fin Katsuki, señalando con sus ojos hacia el espejo retrovisor.- La blanca.

-¿De quién?

-De ella.

Izuku pestañeó, mirándole fijamente. El rubio volvió a suspirar.

-De tu hija.

Un estremecimiento lleno de pánico recorrió todos los músculos atrofiados de Izuku. Tuvo que recordarse inhalar aire.

Comprendió al fin por qué su esposo había evitado su mirada en todo el viaje. Lo comprendió tan rápido que sufrió un veloz mareo que le obligó a cerrar los ojos un momento.

-Mi... Mi bebé, ¿está aquí?- murmuró.

-Es una adolescente ahora.

Arrugó el ceño, como si algo le doliera, sin siquiera intentar contener las lágrimas que ya le habían mojado los párpados inevitablemente.

-Deku- [Bakudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora