-¿Y tú color favorito? -llevábamos un rato preguntándonos cosas al azar, mientras andábamos hacia la cafetería. Ayer, al salir de la biblioteca y despedirnos, fue algo extraño. Esperaba nuestro abrazo habitual pero él se limitó a rascarse la nuca y a despedirse con una mueca. Y yo musité un hasta mañana a la vez que me giré para echar a andar hacia mi habitación. Hoy parecía haber desaparecido esa tensión.
-El amarillo. -contesté sin dudar.- ¿El tuyo? -le dirigí la mirada, cuando él echó la vista al techo y tras pensarlo unos segundos dijo
-El azul. -Me miró fugazmente antes de volver a mirar hacia delante.
-Muy típico. -dije para molestarle.
-El verde también me gusta.
-Ya, ya, intenta arreglarlo ahora. -rió como contestación.
-¿Una película que te guste mucho?
-Mmmm... -pensé la respuesta durante unos instantes- No tengo favorita, supongo. Pero me gustan las de acción o fantasía.
-Vaya, una chica de armas tomar. -dijo en tono burlón.
-¿Tan raro te parece? -arqueé las cejas- ¿Y la tuya?
-Forest Gump -dijo sin durar.
-No la he visto. -me miró incrédulo.
-Pues deberías. -inquirió
-En cuanto salga del hospital -reí- ¿Tu palabra favorita?
-Cheeseburguer. -no supe si iba en serio o no, pero no pude evitar reír.
-¿Qué? -llegamos a la cafetería y escogimos nuestro desayuno.
-Me gusta como suena, y además están buenas. -dijo con seriedad.
-Buen argumento -dije asombrada y negué sonriendo. Nos sentamos en la misma mesa de siempre, al fondo de la cafetería, al lado del cristal que daba al pasillo.
-¿Y la tuya? -preguntó después de tomarse los medicamentos de cada mañana. Yo hice lo mismo antes de contestar.
-Tampoco tengo. -me encogí de hombros- Pero me gusta como suena embustero.
-Embustero. -repitió
-Sí, embustero.
-Es extraña. -dirigió la vista a su desayuno, tomó un trozo del bollo con mermelada y con una risa silenciosa dijo- No sabemos mantener conversaciones normales.
-Si lo prefieres podemos recurrir al cotilleo. -no tardó en negarlo.
-¿Te han subido la dosis? -preguntó extrañado, señalando con la mirada las, ahora, dos cajetillas de pastillas.
-Sí, bueno. Lo habitual y ahora me están controlando los niveles de hormonas. Me hicieron una analítica hace poco, y los niveles de glucosa han bajado mucho, además de la anemia. Es lo normal, supongo. -suspiré y le dí un sorbo a mi zumo de naranja.
-¿Está bien que hagas esfuerzos innecesarios? -preguntó preocupado.
-¿Como cuales? -seguí antes de que contestara- Salir de la habitación es necesario. -dije imitando un susurro.
-Sí, lo sé de sobra -rió pero al momento recuperó la seriedad- Me refiero a subir y bajar escaleras. ¿Estás bien con eso? -sonreí ante su preocupación, y estuve unos segundos admirando como fruncía el ceño levemente y sus labios estaban formando una línea firme.
-Sí, sí -sacudí la cabeza levemente mientras volvía mi vista al plato.
-Podríamos usar el ascensor. -la forma en la que usaba el plural, podía parecer una tontería, pero era como un "voy a estar todos los días contigo". Llevábamos poco más de dos semanas hablando, pero que fuera él la única compañía que tenía durante el día, exceptuando a las visitas en mi habitación, ayudaba mucho.
-Eh, hola, buenos días. -Pasó mi mano por delante de mi cara.
-¿Qué? Perdona. Me fui por las ramas pensando. -me excusé.
-Que no quiero que te dé un ataque de lo que sea que es eso por culpa de hacer esfuerzos tontos. -su explicación me hizo reprimir una risa.
-No me lo dará. Estás exagerando.
-Como digas. -suspiró y terminó su desayuno. Yo lo terminé unos minutos después. Cuando fuimos a dejar las bandejas, vi que llevaba algo debajo de su brazo izquierdo, junto a la muleta.
-¿Qué llevas ahí? -dije mientras dejaba mi bandeja. Él dejó la suya con algo de dificultad y le ayudé a ponerla bien en el carrito.
-Es un cuaderno. -dijo sacándolo de debajo de su brazo para aguantarlo en la mano contraria hasta la biblioteca.
-Que lleno está esto. -susurré cuando nos paramos en la puerta de la sala. Los dos sofás estaban llenos, y habían niños rebuscando en las estanterías.
-Se nota que es sábado. -Dijo él, mientras miraba hacia una de las ventanas de la biblioteca.
-¿Y qué hacemos? -le pregunté, resignándome a volver a las habitaciones.
-¿Quieres salir a fuera? -me miró, echando repentinamente mis pensamientos.
-¿A fuera? -repetí incrédula.
-Hay una terraza en la segunda planta que da la vuelta a toda la parte trasera del edificio. Tiene buenas vistas.
-Mientras no esté a rebosar como esto... -señalé la biblioteca con la vista.
-Vamos. -se dió la vuelta y yo le seguí. Usamos el ascensor, cosa que me hizo rodar los ojos una vez dentro. La puerta era metálica, y robusta, así que abrirla nos costó un poco a los dos. La fuerte brisa corría por la terraza, y revolvió mi pelo, sacando los mechones de detrás de mis orejas y haciéndolos bailar delante de mis ojos.
-¿Siempre hace tanto viento? -dije mientras me pasaba las manos por la cara, desesperada por intentar librar mi vista.
-Es la primera vez que vengo -respondió con eso todas las preguntas que pudiese tener. Habían bancos, de los típicos que hay en los parques, y grandes maceteros con flores grandes. Al menos era bonito. El viento se iba calmando de vez en cuando, pero volvía a soplar con fuerza al cabo de un rato. No había mucha gente, sólo unos cuantos fumadores hablando al lado de una máquina expendedora. Nos sentamos en el primer banco que vimos, y dejamos nuestras muletas en el suelo. Mientras él sacaba su cuaderno y ojeaba las páginas, yo me encorvé a levantar un poco la basta del pantalón. El moretón de la pierna había pasado de lila a marrón con unos tonos más claros. Cada vez se hacían más feos. Dejé la observación para más tarde y volví a reposar la espalda en el banco.
-¿Te gusta el viento? -de las preguntas que podía hacerme, esa era una que no me esperaba.
-Sí, es agradable. Aunque me deje el pelo como un nido de pájaros. -subí mis piernas al banco, al cabo de un rato bajaba una, después las dos, continuamente. Le vi sonreír de reojo, mientras hacía danzar el lápiz sobre el papel. Le hice la misma pregunta que él me hizo a mí. Acabamos hablando de los sitios que querríamos visitar, la naturaleza, estar rodeado de algo no urbano. El sol se iba desplazando por el cielo junto con las nubes, hasta que empezó a ponerse. Miré al chico y estaba sentado en forma de indio, hacia mí, con el cuaderno cerrado y apoyado en sus piernas y el lápiz encima de este.
-Voy a ir a por chocolate en la máquina expendedora del pasillo. ¿Quieres algo? -Preguntó levantándose.
-Sí, otro chocolate. Toma -metí mi mano en el bolsillo del pantalón, buscando las monedas sueltas que tenía.
-No voy a aceptarlo. Tengo de sobra para los dos. Ahora vuelvo. -sonrió y se fue, dejando el cuaderno en el banco. Unos segundos después de que la puerta se cerrara, empezó a lloviznar, y las gotas de agua comenzaron a caer encima del cuaderno. No quería que se mojara, así que lo acerqué a mí y lo puse entre mis piernas subidas en el banco y mi estómago. Llevaba unos minutos fuera, y la lluvia había empezado a ser más fuerte. Algunos mechones de mi pelo ya chorreaban agua, así que me puse de pie, y escondí el cuaderno debajo de mi camiseta, andando con cuidado de no hacer resbalar la muleta sobre el suelo mojado y estiré de la puerta de metal con dificultad. Conseguí deslizarme dentro, y justo entonces me crucé con él.
-Vaya. -dijo mirándome de arriba a abajo.
-Está lloviendo. -me expliqué.
-Espera. -dijo cuando vio que sacaba el cuaderno de debajo de mi camiseta. Dejó los dos vasos de plástico rebosantes encima de la caja del extintor y cogió el cuaderno, que también dejó allí.- ¿Quieres una toalla?
-Creo que necesitaría ir a mi habitación. Tengo los hombros empapados y si no me cambio pronto voy a acabar bien resfriada.
-Entonces el chocolate nos lo tomamos juntos otro día. -dijo sonriendo.
-No, no -dije cogiendo el mío.- ven a mi habitación y lo tomamos allí. Es decir, si quieres. Me cambio en el baño y ya está.
-¿Segura? -preguntó
-Sí, claro. -sonreí y eché a andar.Llegamos a mi habitación, y dejó los chocolates y el cuaderno en la mesita de al lado de la cama. Cogí la camiseta y el pantalón de encima de la almohada y me metí en el baño. Cambié mi pantalón morado por el azul, y mi camiseta blanca por una negra algo ancha. Sequé un poco mi pelo, para quitar la humedad, con el secador del hospital, y salí del baño lo más rápido que pude.
-¿Qué era eso? Parecía un reactor nuclear
-Era el secador. Es más insoportable cuando lo tienes cerca del oído.
-Se han enfriado un poco, pero creo que estará bien. -Me senté en la cama, y él seguía de pie delante mío.
-¿No te vas a sentar? -señalé el sitio que había a mi lado.
-Ah, sí. -dejó la muleta apoyada en el sofá y se sentó.
-¿Cuándo te quitan la muleta? -acto seguido, estornudé.
-Mañana. ¿A ti? -preguntó alargando su brazo para coger uno de los vasitos de plástico.
-El martes. -suspiré.- En teoría.
-Seguro que sí. -sonrió
-¿Qué dibujabas antes? -Le pregunté con la vista perdida sobre el cuaderno. Él dejó el chocolate encima de la mesa y se llevó el cuaderno en su lugar. Abrió por la última página dibujada, suspiró aliviado al ver que estaba seca completamente y la arrancó. Con el lápiz, escribió algo detrás, después hizo un garabato, y puso la fecha. Me tendió el dibujo.
-Es para ti. -la seriedad estaba clavada en su rostro, aunque intentaba sonreír.
Era un dibujo de la terraza, yo en ella, sentada abrazando mis rodillas y con la barbilla encima de ellas. El viento agitando mi pelo, y estaba sonriendo. Me quedé asombrada viéndolo, y después giré el papel.
Te sienta bien el viento.
Su firma, y la fecha.______________
¡Lo siento! Ayer se me pasó completamente, tuve que ocuparme de unos asuntos. A cambio he hecho un capítulo algo más largo que los demás, espero que sea suficiente compensación *dedos cruzados*
Espero que os guste, y muchas gracias a todas por leer, os aprecio mucho.
Recordad que sigo esta novela por vosotras y solo por vosotras.
¡Hasta el próximo! xx
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Amnesia. (Michael Clifford)
Fanfiction¿Y si un día te despiertas y no recuerdas nada? ¿Y si tus mejores recuerdos han desaparecido? ¿Y sólo recuerdas el nombre de esa persona, y nada más?