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Tenía un calendario sobre la mesita de noche del hospital, que me había traído mi madre, ya que allí no había ninguno. Era mío, además tenía marcadas las fechas del periodo, así que ya estaba algo preparada. Pero no sé si era por consecuencia del accidente, que se me hacía mucho más dolorosa de lo que creía normal. Y mucho más incómoda. No quería usar un tampón, nunca fui muy amiga de ellos, así que me conformaba con el sustituto. Salí del baño después de estar una eternidad sentada en el inodoro. Mis glúteos aún recordaban la forma de la tapa y pensar en que probablemente tendría la forma de ella en rojo marcada temporalmente en mis muslos me hizo reír. ¿Por qué siempre pensaba en lo más raro de todo? Me uní al chico en la biblioteca. Antes de mediodía tenía unas pruebas, análisis de sangre y radiografías, lo normal en un hospital, pero estaba trementamente nerviosa. ¿Había empeorado? No sabía si estaba siendo hipocondríaca, o si realmente había ido a peor. Esa flojera en las piernas, el cansancio al respirar, mis muslos estaban débiles cuanto más descansaba. Debo estar acostumbrándome al sedentarismo. 

-Eh, ¿Sigue tu mente en la tierra? -Preguntó interrumpiendo nuestra actual conversación.
-¿Qué? -dije sacudiendo la cabeza y moviendo la vista de su punto muerto.
-Ya veo que no. -dijo reprendiéndome.
-Perdona, estoy algo nerviosa. -dije apenada.
-¿Por qué? -inquirió escuetamente.
-Tengo unos exámenes en un rato. -mi vista se desplazaba al reloj de la pared cada dos tic tacs y no podía evitarlo. Cuanto más lento quería que pasara el tiempo, más rápido iba. ¿Te divierte esto, Cronos? lanzé la pregunta mentalmente.
-No me digas que era por eso -dijo echándose para atrás, relajado, en su sitio- Tranquilízate. Todo va a ir bien.
-Eso quiero. -la tensión no me abandonaba. Intenté seguir el hilo de la conversación lo más centrada que pude, aunque en realidad sólo fuese atención finjida. Seguía mentalmente preocupada por los resultados que pudieran dar esas pruebas. 

-¿Señorita Ross? -preguntó una voz grave y despreocupada en la puerta.
-Mierda. -susurré.
-Mucha mierda, Ross. -dijo divertido mi compañero mientras me levantaba resignada. Le lanzé una mirada asesina que se disipó en nada.
-Gracias -la voz salió dificultosa mientras colocaba la muleta bajo mi brazo. Cuando me giré y vi una silla de ruedas al lado del enfermero, me quedé parada. Puedo andar perfectamente.
-Puedo andar perfectamente. -formulé mi anterior pensamiento en voz alta. 
-¿Nunca has querido sentarte en una y que te llevaran? -dijo divertido. Era joven. Sorprendentemente joven, tez pálida, pelo oscuro y sonrisa deslumbrante. 
-Puede. Pero no en estas condiciones. -torcí la boca.
-Anda, después no querrás levantarte. -giró la silla hacia mí.
-Bueno, bueno, ya me siento. -abandoné la muleta a pata coja, y me senté en la silla, prácticamente me dejé caer, y me hubiese hecho daño si el que iba a ser mi transportista no me hubiese sujetado. 

-Gracias. -dije tímida.
-De nada. -comenzó el viaje hacia el paraíso de las agujas, los aparatos de tensión que estrujan el brazo hasta que se pone morado, y los escaners ruidosos.-Qué he hecho yo para merecer esto - murmuré para mis adentros.
-La vida es muy injusta, así que ve acostumbrándote. -dijo el enfermero, encorvándose sobre mí. Habíamos llegado a una puerta. Intenté levantarme por mí misma, pero acabó ayudándome, de nuevo, y prácticamente me cargó hasta dentro, dejando que lo usara como apoyo para andar. Me dejó en una butaca de piel negra al lado de una mesa y estanterías y fue a por una aguja y tres cánulas.
-¿Vas a sacarme todo eso? -dije asustada.
-Tú cierra los ojos y piensa en algo bonito.
-No voy a poder hacerlo sabiendo que vas a sacarme tres cuartas partes de la sangre de mi cuerpo. -dije seria. Él lo tomó como una broma y rió. -¡No es broma! -miré la aguja y todos mis órganos internos se contrajeron a la vez. 
-Bueno, pues me ocuparé de distraerte. -dijo mientras me hacía alargar el brazo sobre la mesa, y me envolvía el trícep y el bícep derecho con una goma elástica. -Es para que se marque más la vena. Tranquila, no voy a cortarte el brazo. -la sonrisa de su rostro no se borraba. Supongo que en el protocolo vampiresco constaba el sonreír para tranquilizar a los pacientes. Si iba a salir de esa sala hecha una pasa, prefería que lo último en mi memoria fuera una sonrisa y no una malévola expresión. Cuando vi como acercaba la aguja a mi brazo, cerré los ojos con fuerza y giré la cara. 
-¿Te gustan las mascotas? -preguntó antes de que sintiera un pinchazo. Siseé.
-Sí. Tuve un perro, de pequeña. Un boyero de berna. -cada vez cerraba con más fuerza mis ojos. No sentía el dolor, pero sabía que estaba ahí y eso ya era suficiente para hacerme sufrir.
-¿Cómo se llamaba? -oí el sonido de un recipiente chocar contra la mesa. El primero.
-Galileo.
-¿Galileo? -con el ruido de nuestras voces, ya no podía contar los tarros.- Es un nombre curioso. Oye, ¿No es un tipo de perro que tiene que estar siempre muy activo? 
-Solíamos ir a la montaña, o cogíamos las bicis y íbamos todos juntos. Incluso nadábamos con él. 
-¿Murió? -preguntó, con la pena presente en su voz.
-Algo así. Lo sacrificaron. Estaba muy enfermo y no podían curarlo. Yo quise tenerlo hasta el final de sus días, pero era garantizarle sufrimiento. 
-Lo entiendo. -un suspiro casi escapó de él.
-¿También te ha pasado? 
-Con mi gato. Lo tuve por muy poco tiempo, pero al haberlo comprado a un granjero en el campo, tenía muchos parásitos, por dentro y por fuera. Lo llevamos al veterinario, y nos dieron una pastilla. Eso le sentenció. Los días siguientes apenas comía, y todo lo vomitaba. Sus maullidos eran débiles y su nariz estaba cálida y seca. Por la noche nos despertó lloriqueando. Nunca voy a poder reemplazarlo. -me conmovió. Noté cómo si cogieran mi estómago, le diesen mil vueltas y lo dejaran rodar. 
-Lo siento. -le miré. Había olvidado completamente la aguja. Pero esta estaba encima de la mesa, y ya tenía una tirita colocada encima del pinchazo.
-¿Cuándo...? -pregunté desconcertada. Los ojos húmedos del enfermero le abandonaron y una expresión divertida se instaló en su lugar.
-Cuando Galileo. 
-Vaya. -reí.
-¿Ves? Está todo en tu cabeza. -señaló mi frente. 
-¿Pasamos al escáner? -dijo tendiéndome una bata verde. 
-¿Tengo que...? 
-Todo menos la ropa interior. 
-¿El... -pregunté refiriéndome al sujetador.
-También. No te preocupes, voy a estar tras un cristal delante de unos monitores y llevarás esa bata, no te voy a ver nada. 
-¡No lo decía por eso! -dije herida.
-Claro que sí. -rió. Refunfuñé en respuesta, y empecé a retirar mis pantalones cuando él abandonó la sala. Me enfundé en la bata al terminar y entré en la zona de placas. Me tumbé encima de una camilla, y un brazo mecánico tumbó una placa sobre mí. Desde mi posición, podía ver su expresión facial. Parecía muy metido en el repaso, pero su ceño fruncido hacía que me preocupara. ¿Había algo mal? Seguí sus indicaciones tras unos minutos, y me puse de perfil entre dos otras placas. Se hizo eterno. Dejó que me vistiera de nuevo, y después salió de detrás de los monitores. 
-No hay buenas noticias. -la preocupación me inundó.- Tampoco malas. De momento. Pero por lo que he visto, estás progresando bastante. 

-¿Cuándo estarán los resultados? 
-Espero que mañana. Hasta entonces, Ross. -se despidió pero se quedó de pie allí, plegando la bata y cogiendo su carpeta. 
-¿Puedo -me costó seguir la pregunta. Sonrió.- volver en la silla?
-Te lo dije. -sonrió triunfante. Era el mejor enfermero de todo el hospital.

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Lo siento mucho. Muchísimo. No tengo perdón. No me odiéis, por favor. *llora desconsoladamente* 
Estuve trajinando para arriba y para abajo con una reserva de hotel, y cómo soy la única que domina algo el inglés en casa estuve de traductora. Entre una cosa y otra fui desterrada a la montaña con mis abuelos y el internet aquí a duras penas funciona. No hay mucho Richael hoy, lo siento. (Richael, Rayis y Michael. No me matéis. ¿Por favor?) Pero creo que está bien introducir algunos secundarios y no hacerlo todo tan fortuito. ¡Gracias a todas por leer, a las lectoras de siempre, y a las nuevas, os aprecio mucho! Y más sabiendo que aguantáis que no suba en muuuucho tiempo y me comentáis y votáis en los capis. Gracias, de verdad. *purpurina, arcoírises, unicornios y muchas cosas bellas* 
No he consumido drogas, es el pueblo, que no estoy acostumbrada a estar tanto tiempo alejada de la sociedad. ¡Gracias! ¡Hasta pronto!

Amnesia. (Michael Clifford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora