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-Maldita sea, Michael. -murmuró al cerrar la puerta.
Nunca debí dejar que conocieras a mi hermana. Fui yo quién te facilitó el que pudieras verla y me lo pagas así. Sé que no lo hiciste a propósito, pero. Michael. Más te vale salir vivo de esta o iré a tu tumba a maldecirte día tras día hasta que me muera.

-¿Carter? -era mamá. Estaba despeinada, seguramente había estado pasándose la mano por el pelo, intentando calmarse, llorando en la sala de espera. Carter no soportaba verla así.
-Está bien. Sólo está cansada y aún en shock del accidente.
-¿Sabes quien era el chico con el que iba? -Preguntó acercándose a él. No quería que les oyera. Sabría que me habían mentido.

-pausa-

-¿Carter?
-No... -Mentía. Estaba involucrado, y le daba miedo tener parte de culpa.- Sería uno de esos chicos que conoció por twitter y habrían quedado en salir. Mi hermana, joder. -sollozó y se abrazó a mamá.
-Está despierta. Eso es lo que cuenta. Pero no quiero saber nada más de ese Michael. Aunque no sepa quién es.
-Mamá. Ella... Creo que ha perdido la memoria. Me preguntó si yo era su hermano. -Veía el terror en sus ojos. No debería habérselo dicho. Mierda. Debería haber dejado que se lo dijese el médico. No doy una.
-No importa, Carter. Está viva. Los médicos le harán las pruebas y verás cómo sólo es el trauma del accidente. Nuestra pequeña está bien.
Como se esperaba, me hicieron las pruebas y el médico aclaró que tenía lagunas mentales que con el paso del tiempo se irían aclarando. No eran definitivas, el golpe me lo había causado. Claro que yo no recordaba nada. Ni de Michael.

Estaba cansada, ya que no había dormido nada en dos días. Mi hermano creyó oportuno traerme fotos de nosotros cuando éramos pequeños, vídeos grabados por mis padres y juegos a los que jugábamos juntos. Recordaba vagamente algunas cosas, algún detalle de las fotos, los vídeos se me hacían familiares y me transmitían una sensación acogedora, más cuando Carter me cogía la mano. Jugamos a algún juego y reímos un rato. Pero no conseguía sacarme de la cabeza las fotos que estaban encima de mi mesa. Días de navidad, vacaciones, primer día de instituto... Todo me era familiar, lo había vivido y una parte de mí, lo recordaba. Pero no lograba ponerlo todo claro, ordenarlo, ni visualizar todos mis recuerdos. Nada estaba claro. Ya reconocía a mis familiares cercanos y algunas personas de clase, aunque tardaría en volver. Me habían visitado dos chicas de mi clase, Dalila y Carlota. Parecían muy afectadas por todo lo que había pasado, y se me encogía el alma al verlas así. Intenté convencerlas de que estaba bien, que pronto recuperaría todos mis recuerdos y volvería a clase. Hasta que no entró el doctor y les comunicó el fin de la hora de visitas, no se fueron. Fue entretenido, la verdad. Reviviendo todo desde el principio de semana, llegó un momento en el que me dormí y desperté a los pocos segundos en una habitación de hospital. Era igual que la mía, sólo que las camas estaban al otro lado de la habitación, con la ventana a la derecha y la puerta paralela a esta. Cuando me dí cuenta, había alguien tumbado en la cama. Era un chico con el pelo desteñido, con las raíces castañas que empezaban a brotarle. Tenía un arañazo atravesándole el hombro, y cardenales en los brazos. Dormía con una expresión triste. Me acerqué a él, y justo entonces abrió los ojos. Los tenía muy hinchados y unas ojeras brotaban desde el ojo hasta el pómulo. Parecía haber comido poco en esos días. ¿Cuánto llevaría ingresado allí?  Miré la ficha. No podía leer el nombre, veía muy borroso y fregarme los ojos no resolvió nada. Lo único que pude leer fue la fecha, que era igual a la mía. Cuando volví a mirarle, ya estaba dormido de nuevo, al menos lo aparentaba. Decidí pasearme por el hospital, y llegué a mi habitación, delante de la cual, la curiosidad me pudo y entré. Estaba vacía, así que me acosté por segunda vez  y probé a descansar.

Él:

Me desperté en una habitación de hospital, que al principio pensé que era la mía, pero me equivocaba. En ese momento la puerta se abría y dejaba pasar a una chica en una silla de ruedas empujada por una enfermera, y detrás de esta, un doctor. La ayudaron a acostarse en la cama de nuevo y la dejaron sola hasta que entró un chico. 

-Carter. -Lo saludó cariñosamente.
-¿Cómo estás? Traje algunas cosas para entretenernos. ¿Quieres jugar? -Sostuvo una gran caja de cartón en alto.
-¿Qué hay ahí dentro? -pregunto ella curiosa. A pesar de su aspecto triste, al estar ingresada, pálida, y algo delgada, además de los rasguños de su piel y el cardenal que le ocupaba media  cara, desde la frente hasta la mejilla, pasando por su ojo, me recordaba a la mancha de un dálmata. A pesar de eso, era una chica bonita.
-Son algunas fotos, vídeos y juegos de nuestra época infantil. ¿Crees que este trasto funciona? Quiero ver si consigues reconocer algo de esto -dijo refiriéndose al televisor de la habitación.
-Supongo que sí, si no, ya la habrían quitado. -respondió con expresión divertida, avivada por la curiosidad.

 Me sentía como si estuviese metiendo las narices en sus asuntos, así que creí más oportuno levantarme y salir de la habitación. Estaba soñando, pero la sensación la tenía igual. Un mechón de mi flequillo cayó encima de mi ojo derecho. Lo cogí e intenté hacer llegar mi vista hasta él. 
Debería teñirme.

Amnesia. (Michael Clifford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora