PDV Michael
Había pasado una eternidad desde que se fue a hacerse los análisis. En realidad sólo habían pasado 4 días, pero seguía sin saber nada de ella. No bajaba a desayunar, ni a la biblioteca. Dudo que hubiese salido de su habitación. Y yo, sin embargo, me negaba a subir a visitarla. Algo dentro, me hacía creer que ella no salía, no venía conmigo, por decisión propia. Ella estaba bien, ¿Cierto? HY si lo estaba, ¿Por qué no venía? Su compañía era como una pieza más en mi pastillero. La necesitaba para mejorar.
¿Qué me impedía subir a las habitaciones y plantarme en la suya? Siempre he sido algo orgulloso, pero este no era el momento para sacarlo a relucir. Quizás ella estaba realmente mal, y yo estaba aquí, molestándome porque no venía conmigo. Más tarde iré a su habitación, me dije a mi mismo. Sin darme cuenta, había perdido el hábito de ducharme cada día, pero algo me llevó a retomarlo. Me metí en el baño, despojándome bruscamente del pijama. Antes de soltar la camiseta al suelo, junto con el pantalón, me la llevé a la nariz e inhalé. Olía realmente mal, por lo que la tiré al suelo con desdén, enfadada con ella como si el trozo de tela tuviera la culpa de mi dejadez. La ducha era estrecha, y tenía, no sé por qué una plataforma-banco debajo del dispensador de jabón. No creo que les entre tener un dispensador clavado en la espalda en su canon de comodidad. Estaba acostumbrado a ducharme en bañera, a tener espacio donde moverme, pero aquello era tan estrecho, que cuando me giraba para adaptar el grifo, me golpeaba el codo contra la mampara. Me pregunté qué se rompería antes a este paso. Si mi codo o el cristal plastificado. Pero era extremadamente relajante cómo caía el agua por mi cuerpo, liberando las tensiones. Por un momento olvidé donde estaba, y fue el mejor instante de esos últimos cuatro días, contando la pacífica terraza. Pasé la rasposa toalla por mi cuerpo, secando sin mucho esmero las gotas que quedaban en mi piel, y después me enfundé en una camiseta blanca, sin esperar a que mi cabello dejara de chorrear agua, y unos pantalones cortos anchos. Me encorvé, y con la toalla froté el azabache en mi cabeza. Para cuando reparé en que la toalla era blanca, ya era demasiado tarde. La saqué de mi pelo apresurado, la miré, y reí al ver que había dejado una leve mancha gris en ella, por el tinte. Bueno, la doblaré con la mancha hacia dentro y así no se enteran, me justifiqué.Salí de mi habitación, y desde el fondo del pasillo, miré a la habitación de la chica. La puerta cerrada. Ya no veía tanto a su familia por aquí, ni a su hermano sobreprotector. Ahora su habitación era frecuentada por un "enfermero guaperas". Estará contenta, murmuré en tono cínico a la vez que negaba con la cabeza y me dirigía a los ascensores. Quizás mi compañía sea su esfuerzo innecesario, y por eso ha dejado de hacerlo. Y puede ser que no fuese para tanto, pero desde que me di cuenta de que la chica que aparecía en mis sueños y recuerdos era ella, no podía dejar de quererla conmigo. Aún así, mi mente todavía era un caos. Era un gran bol que contenía millones de ingredientes, algunos de ellos eran recuerdos y otros parte de mis sueños, pero estaban mezclados, y no podía separarlos. Pero, lo que más daño me hacía, era aquel difuminado recuerdo del día del accidente. Ella estaba conmigo. Pero no lo recordaba, ni siquiera yo lo recordaba, hace un tiempo. Todo se confundía en mi mente cuando no la tenía a ella cerca. Ella me daba el orden. Mis pensamientos se hacían más claros, y sentía la misma calma que cuando dejas el cuerpo muerto en el mar, flotando, al ritmo de las olas. Pero ella tenía amnesia. Comparaba su anterior mirada, llena de ternura, alegre, con la de ahora. Sus ojos brillaban, sí, pero con curiosidad. Se preguntaban quién era yo, continuamente. Siempre que me miraban, ella se formulaba esa pregunta. Pero lo desenvuelta que era a mi alrededor, me daba a entender que aún me recordaba. E impaciente, esperaba la llegada del mañana, dónde conseguiría recuperar algunos recuerdos, por lo menos, el mío. Mientras pensaba, ya había recogido mi bandeja del desayuno, y me dirigía a mi mesa usual. Pero en ella ya había alguien sentado, cosa que no me hizo gracia. Era nuestra mesa. Frunciendo el ceño, cambié de rumbo, y me senté en la primera superficie individual que vi. No quería que me molestara nadie. ¿Y si ha recordado el accidente? Me formulaba mientras engullía las pastillas. Y por eso no quiere verme. ¿Porque soy la causa de él? Negué con la cabeza mientras agarraba la última tostada. Algún día me cansaré de volverlo todo hacia mí.
Cuando me levanté de la silla, vi al enfermero guaperas a través del cristal, así que me apresuré a dejar la bandeja en el carrito y salí escopeteado tras él.
-Perdona -dije para llamar su atención- ¿Eres el enfermero de la señorita Ross? -me encontré ridículo usando el término "señorita".
-De hecho soy su médico. Pero sí. -asintió modesto.
-Ah. -dije plano- luces joven para ser médico. -rió a través de su nariz.
-Me lo han dicho unas cuantas veces. -parecía que iba a contarme su vida tras esa frase, así que lo corté y fui al grano.
-Ella solía bajar a desayunar y a la biblioteca, conmigo. De hecho era mi única compañía y desde los análisis no se ha dejado ver. ¿Se encuentra bien? -la preocupación se adueñaba de mi voz y me hacía hablar apresuradamente.
-Ha tenido unas cuantas complicaciones en cuanto a hormonas, pero ya está siendo tratada. Yo le recomendé que tomara el desayuno en su habitación, para no empezaramoverse de más por las mañanas, pero no tiene ni mucho menos prohibido salir de la habitación. ¿Es que quieres ir a visitarla?
-Esa era la idea. Quiero seguir estando con ella. -el sonrió de lado.
-Ya entiendo. -dijo divertido- ¿Quieres que la avise de que subirás?
-No hace falta. Iré ahora.
-Entonces ya está, ¿No? -se despidió amablemente.
-Sí. Gracias, adiós. -dije mientras andaba hacia las escaleras. Los ascensores parecía que no iban a llegar nunca, y subir unos cuantos peldaños no me iba a hacer daño. ¿Por qué tenía tanta prisa? Realmente no tengo remedio.
En cuanto me planté delante de su puerta, tuve que estarme un rato para recuperar el oxígeno perdido de mis pulmones. No había ido corriendo, pero subir tres pisos estando en plena recuperación tampoco es que te deje hecho una rosa. Di dos toques a la puerta con los nudillos, algo suave, así que los repetí por si acaso. Nadie contestaba.
-¿Ross? -la llamé. Seguía sin contestar, así que decidí entrar, con cuidado. Estaba acurrucada en la cama, de espaldas a la puerta. Mientras me acercaba, se dió la vuelta. Aún dormida, su rostro se agrupaba en una mueca. Tenía un trozo de la sábana hecha una pelota bajo el puño, los nudillos blancos de la fuerza, respirando agitadamente de vez en cuando. Estaba teniendo una pesadilla. Me puse en cuclillas delante de su cama, y no pude evitar hacerle saber que estaba allí. Puse una mano sobre la suya, la que agarraba la sábana, e intenté deshacer su agarre. No costó mucho, enseguida la soltó. Tenía la palma entumecida con las marcas del tejido en ella, así que me quedé un rato paseando mi mano por la suya, intentando relajarla, para que cuando despertara no le doliera. Tuve muchas pesadillas de joven, y siempre que me despertaba agarrando la sábana, me era imposible volver a dormir hasta que se pasaba el dolor. Era insoportable notar las palpitaciones de la sangre en el interior de la mano. No supe cuándo despertó, pero no se movió. Se quedó mirando nuestras manos.
-Hola. -dijo con voz adormecida. Pasó su otra mano por el lateral de la cara que tenía pegado a la almohada, con ello me percaté de que también había llorado. En ese momento, algo me golpeó como un camión y sólo podía pensar en una cosa. Estaba enamorado de ella. Desde mucho antes del accidente.
-Hola. -evité mirarla a la cara, así que dirigí la vista a nuestras manos también. Detuve mi mano sobre la suya.- ¿Te duele?
-Un poco. -intentó cerrarla y rió ante el fracaso. - No tengo fuerzas.
-Es porque aún estás algo dormida. -dije divertido. Pasé de estar en cuclillas a sentarme en el suelo, con mis brazos hacia atrás, usandolos de apoyo.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí? - Tosió para corregir su voz ronca.
-Menos del que debería. -confesé, completamente serio.
________________________________________________Aquí tenéis el cap de hoy. Me desperté algo "ñoña" y crEO QUE SE NOTA BASTANTE. Pero necesitaba hacer un cap de Michael de arriba abajo, analizando un poco su mente, para que viérais el caos mental que tiene.
Yo es que no me canso de agradeceros que me leáis, y que soportéis mis altibajos con la escritura de esta fic. *hace una reverencia de rodillas en el suelo* Gracias gracias gracias. Sois las mejores. Vuestros votos y comentarios, de verdad que me animan mucho, los leo todos todos todos, y me sacáis mil sonrisas. Os merecéis el cielo.
De nuevo gracias a las lectoras de siempre, las que vinieron a la mitad, a las nuevas, a todas en general. Porque hacéis que esto siga adelante. ¡Guapas que sois!
Espero que os guste el cap de hoy, y bueno, hasta el siguiente. xx(por cierto quiero pedir disculpas por si se me cuelan faltas de ortografía. Soy de aquellas que van como el rayo tecleando, y aunque me lo leo mil veces antes de publicarlo, a veces no las veo y se quedan sin corregir.)
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Amnesia. (Michael Clifford)
Fanfiction¿Y si un día te despiertas y no recuerdas nada? ¿Y si tus mejores recuerdos han desaparecido? ¿Y sólo recuerdas el nombre de esa persona, y nada más?