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-Buenos días. -resonó una voz masculina por toda la habitación. Estaba despierta, desde hacía un buen rato, pero no estaba dispuesta a contestar. ¿Buenos días? ¿Estaba de broma?- Señorita Ross. -el dueño de la voz rodeó la cama y se puso frente a mí, encorvándose hasta estar más o menos a la altura de mi cabeza.- ¿Sabes? Es de mala educación no contestar cuando te hablan.
-Perdón. -mi voz salió más desafinada de lo que esperaba. Volvía a faltarme la voz. El enfermero del día anterior, rió ante mi contestación.
-Veo que tus cuerdas vocales son igual de perezosas que tú. -dijo en tono divertido.
-¿Le parece gracioso? -contesté, más desafinada que antes.
-¿No es obvio? -algo de su buen humor se me contagió. Cuando me pidió incorporarme, vi que sostenía una carpeta entre su cuerpo y el brazo, con un bolígrafo enganchada a ella. Revisó mis brazos, que empezaban a recobrar un color natural. Reparó en la venda que sujetaba la vía, la cual no tardó en retirar. Había una mancha de sangre alrededor de la aguja de la vía, aunque la venda había absorbido gran parte del líquido rojizo.- ¿Tiraste sin querer de la vía? -preguntó, mientras ponía algo de esparadrapo encima de la nueva venda, para que no se soltara.
-Sí. -dije, recordando la escenita de ayer. 
-Vaya, una paciente agresiva. -¿Le parecía todo gracioso, o qué?
-Toda una fiera. -ironicé desganada.
-Ya tenemos los resultados. -anunció de sopetón. El ambiente dejó de ser relajado.
-¿Y bien? -inquirí impaciente.
-No hace falta un análisis de sangre, para ver que sufres anemia. La pérdida de sangre, y todas las magulladuras del accidente, hacen que la recuperación sea difícil para tu cuerpo. -me limitaba a asentir, o eso intentaba. Estaba tan absorta en lo que me decía, que probablemente el cuerpo no respondía a mis instrucciones.- He estado hablando con tu madre.
-¿Mi madre está aquí? -giré la cabeza hacia la puerta.-
-Se han ido. Yo se lo pedí. Estoy al corriente de tu situación, y sé que últimamente estás más cansada. Visitas múltiples podrían ponerte nerviosa, y complicarlo. -¿Complicar qué? pensé. Repetí la pregunta en voz alta.- El quid de la cuestión. No es solo anemia lo que padeces, sobre lo que ya estás siendo tratada. -se sentó a mi lado, y abrió la carpeta a la vez que sacaba el bolígrafo de la esquina de esta. Señalaba los gráficos, los datos que habían apuntados en la carpeta. Aunque era inútil. No sabía lo que significaban.
-¿Es grave? -pregunté con los ojos aguados. No podía retener las lágrimas. Tenía ganas de llorar. ¿Dónde me he metido? sólo podía lamentarme continuamente.
-Sí y no. -dejé de respirar por unos instantes. El mundo se paró delante de mis ojos. Notaba el bombeo continuo de la sangre en mi cabeza. Lo oía, notaba la sangre circulando por el interior de mis oídos.- Me explicaré. Tus niveles de glucosa han disminuído mucho. Están cerca del límite, y debemos tratarlo. No sabemos si es diabetes, o que tu cuerpo no está reaccionando correctamente a los sueros. De todas formas, tendrás que añadir una pastilla más al pastillero. Son estas. -me enseñó una cajita de pastillas, de dónde sacó una y la puso sobre la palma de su mano. Era redonda, y casi del tamaño de su nudillo. Abrí la boca para quejarme. Si a duras penas podía tragarme las pequeñas, y normalmente las masticaba sin querer.
-La gente normalmente suele partirla por la mitad, incluso en cuatro trozos. No es soluble, así que tendrás que hacer tu mayor esfuerzo. No son pastillas del todo, se llaman tabletas, y te aportarán la glucosa que necesitas, y dentro de poco empezarás a mejorar. Estas no tienen sabor, así que te aconsejo no masticarlas. -se levantó, y se dirigía hacia la puerta. Iba a dejarme allí sentada, con todas mis dudas.
-¿Doctor? -volví la vista hacia él.
-¿Sí? -puso la carpeta debajo de su brazo izquierdo.
-¿Dejarán de fallarme las piernas? ¿Todo desaparecerá si sigo medicándome? -pregunté, con la voz ronca, refiriéndome al color moribundo de mi piel.- ¿Mejoraré de verdad?
-No soy de los que dan falsas esperanzas. Así que dalo por hecho. -dijo regalándome una sonrisa comprensiba- Si necesitas consultarme algo, cualquier cosa, avisa a alguna enfermera, o puedes usar el teléfono. Si marcas la almohadilla y después el número 12, estableces llamada con mi despacho.
-Pensé que era enfermero. No parece médico. -dije evitando mirarle.
-Puedes tutearme, a penas soy diez años mayor que tú. -dijo sonriendo.- Aún estoy en prácticas, de hecho. Y este trabajo me encanta. 
-Gracias. -le agradecía algo desconcertada.
-No hay de qué. -su sonrisa se desvaneció al hacer la última aclaración.- No olvides que no debes hacer esfuerzos innecesarios, y procura verle el lado bueno a todo.
-Descuida. -asentí prácticamente en un susurro. Suspiré cuando me quedé sola en la habitación. Solté de malas maneras el pastillero encima de la mesita, y miré hacia el techo. Vaya unos ánimos. Así que después de todo, si que es algo grave, murmuré para mí misma, a la vez que sacaba las piernas de la cama y me dirigía al baño para ducharme y quitarme la sensación de suciedad de encima. Mientras andaba, mis pensamientos viajaron hacia el chico que me hacía compañía en el hospital. Ayer, antes de las pruebas, fue cuando lo vi por última vez, y parece que fue hace años. Echaba de menos olvidarme de todo el alrededor, cuando hablaba con él. Me sentía como en casa cuando le tenía cerca. Cómo pudo calar tan hondo en tan poco tiempo. Me preguntaba si se habría molestado conmigo por no haber vuelto tras el reconocimiento, y por eso no había venido a verme. Realmente me costaba andar, arrastraba los pies, cansada. Sentía cómo si envejeciera de golpe. Una enfermera entró a retirar la bandeja del desayuno, mientras yo cerraba la puerta del baño. No tenía pestillo, y eso hacía que me sintiera más desprotegida que un conejo perdido. Me miré al espejo y se me cayó el mundo a los pies. Cada vez me sentía peor, y las ojeras y los ojos hinchados no ayudaban en nada. 

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Aquí está el cap de hoy, espero no haberos hecho esperar mucho. Gracias por todos los comentarios y votos que recibo día a día, también gracias a todsas las lectoras que seguís la fic, a las desiempre, las qeu estuvieron desde el primer cap, las que se fueron sumando a medida que los capítulos fueron avanzando y a las más nuevas. De verdad, yo no seguiría escribiendo si no fuera por todo el apoyo que recibo. Espero que os guste tanto esta historia como creo que os gusta, según lo que veo en los comentarios. Gracias, de verdad.
Hasta el siguiente. xx

Amnesia. (Michael Clifford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora