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Era por la mañana, la luz que se colaba en mi habitación a través de mis cortinas y traspasaba mis párpados me lo decía. Pero quería seguir soñando. Soñando con ella. Estaba despierto, o aún no, pero la veía, y la recordaba. Arrugué mis párpados lo más fuerte que pude, esperando retenerla en mi mente, en mis ojos, a la vez que alargaba la mano y cogía mi cuaderno. Siempre lo tenía cerca de la cama. Cuando me incorporé y posé el lienzo en mi pierna y tuve el lápiz preparado, abrí los ojos decidido, dibujando a esa chica, que poco a poco, se iba desvaneciendo de mi memoria. No obtuve más que un pelo sin dueño, un cuerpo sin cara, a mi dibujo le faltaba lo más importante, la cara. Pero su pelo ya me decía mucho. Leves ondas de un color claro, que caían por encima de los hombros de la chica. Por primera vez, reculé en el cuaderno. Comencé a pasar las hojas hacia atrás, a ver los antiguos dibujos, frustrado. Nunca lo hacía, porque siempre encontraba algún defecto a mis dibujos tras verlos seguidas veces. Mis vistas desde la ventana, un paisaje con cascada, una chica sentada en una roca, de espaldas. La biblioteca, con una chica en el sofá, leyendo. Una escena de ciencia ficción. La siguiente página estaba llena del mismo tipo de cara (labios finos, cejas anguladas, pómulos marcados y ojos grandes), desde diferentes ángulos. Picado, contrapicado, perfil, 3/4. Todas, todas las hojas en las que había una chica, era la misma. Su melena con leves ondas claras, los escalados mechones de delante y los reflejos del color. Todos estos dibujos los hice cuando no podía salir de la habitación. Y todos me recordaban a la misma chica. Pero, ¿Era ella la que soñaba todas las noches y después no lograba conservar en mi memoria? 

Suspiré y guardé el cuaderno en el cajón de la mesita, saqué las piernas de la cama, y con la mirada busqué la muleta. No la encontré cerca de la cama, y eso me hizo recordar que a partir de ahora andaría sin ella, así que haciendo fuerza con las manos en el colchón, me levanté y apoyé ambos pies del todo. Aún dolía un poco, pero era soportable. Llegar a la puerta ya se me había hecho duro, así que bajar hasta la cafetería no quería ni imaginarlo. No estaba en el pasillo, y la puerta de su habitación se veía abierta, así que estaría dormida o ya abajo. Intenté no cojear hasta el ascensor, y antes de entrar, miré melancólicamente las escaleras. Suspiré y pulsé el botón de la planta baja. En el ascensor coincidí con un hombre algo gordo y calvo sentado en una silla de ruedas, una señora que parecía estar muy bien de salud, si no fuera por la enorme cicatriz que tenía desde la clavícula hasta donde se cerraba la bata, probablemente seguiría hacia abajo. Tosía de una manera desagradable, así que imaginé que la habrían operado, o como mucho, trasplantado un pulmón. Cuando sonó el ding y las puertas se abrieron, salí como un rayo de aquella caja metálica. Cuando ya estuve suficientemente alejado de la tos enfermiza y los chirrios de la silla de ruedas, recuperé mi paso normal. Debía haber empezado a cojear cual pirata, aunque me daba igual, con tal de salir de allí. Recorrí la sala con la vista y no había rastro de ella. Bueno, bajaría en un rato, así que empecé a coger mi desayuno y me fui a sentar en la mesa de siempre. Ya había arrasado con la mitad del contenido de la bandeja, cuando apareció, apoyada por un lado en el chico del día anterior, y por el otro, en la muleta. Cruzó la vista conmigo, e intento zafarse del agarre de su hermano. Parecía estar pidiéndole que se fuera. Cada vez parecía más nerviosa, y cuando dirigí la vista al plato, la oí decirle que no necesitaba más su ayuda y que podía sola, de lejos. Le había alzado la voz. De reojo ví como se marchaba y la dejaba ir sola a por su desayuno. Cuando hubo llenado su bandeja, se acercó y se sentó en la silla de delante mío, dejando la muleta en el suelo. Su hermano aún miraba desde más allá de la puerta.
-Buenos días. -dije tragando mis pastillas.
-Buenos días -dijo ella en un susurro. Parecía afónica. 
-¿Qué le ha pasado a tu voz? -dije divertido, apartando mi bandeja, ya vacía.
-Abrí la ventana antes de dormirme, y se me resecó la garganta supongo. -se encogió de hombros, bebiendo su zumo de frutas. Cuando posó el vaso en la mesa, vió que mis ojos bailaban hacia la puerta, y se giró sobre la silla, y miró al chico desafiadoramente. Este, se rascó la nuca y se dió la vuelta, echando a andar. No antes de matarme con la mirada.
-¿Hermano guardaespaldas? -dije ignorando lo que acababa de pasar.
-Ajá. -suspiró- Cuándo le dije ayer que se fuera, esperaba que no volviese hoy. Al menos por la mañana. Cree que como me he vuelto más debilucha en el hospital, me va a pasar algo grave. -alegó mientras tomaba sus pastillas. Le habían dado unas nuevas.
-¿Nuevas pastillas? -mis cejas se levantaron junto al tono de pregunta.
-¿También vas a sobrecuidarme? -dijo con una leve risa, retóricamente.- Sí, me las han vuelto a cambiar. Cosas de hospitales. -terminó su desayuno en lo que parecieron tres siglos. 

PDV de ella

Cuando hube terminado el desayuno, me levanté junto mi compañero y fuimos a dejar las bandejas. Él me ayudó a dejar la mía, ya no tenía que estar sujetando las 24 horas una muleta así que le era mucho más fácil. Cuando salimos y nos dirigimos al ascensor, mi estómago comenzó a doler, esperé a llegar a la planta de la biblioteca y entonces, cambié mi rumbo hacia el baño. Él sólo esperó en la sala. 

Si ya era malo estar en el hospital con dolores corporales, sólo faltaba la menstruación para adornarlo.

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Bueno, aquí el capítulo de hoy, y de toda la semana. Últimamente me surjen muchas cosas, y no me llegan muchos avisos de wattpad, así que en cuanto los leo, se me olvida al rato y con tanto ajetreo en casa no consigo acordarme. Aún así tengo un cartelito en mi corcho, y siempre que lo veo y toca subir cap, me esfuerzo por hacerlo, aunque hay veces que no hay suerte y la inspiración no cuaja. 
No os enfadéis mucho conmigo, por favor. 
Gracias por ser fieles a la novela, incluso con tantos altibajos en la publicación. Sois las mejores. ¡Hasta el próximo!

Amnesia. (Michael Clifford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora