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Me desperté. Realmente no recordaba cuándo me volví a dormir, pero eso ahora daba igual. Debía salir de allí fuera como fuera, o al menos, encontrar soluciones a tantas preguntas que rondaban mi cabeza. ¿Cuánto tiempo llevaba aquí ingresada? ¿Y por qué? ¿Cómo no recuerdo nada, ni a nadie? ¿Acaso estoy soñando?

Mi vista se acostumbró en poco tiempo. Estaba sentada en una cama vacía. Espera. ¿Cuándo me había incorporado? Miré a mi alrededor, y no había nadie, la habitación estaba completamente desolada. Me levanté de la cama, y al apoyar mis manos en el colchón para darme impulso, me di cuenta de que estaban llenas de barro y rascadas, la mayoría de ellas tenían sangre brotando. Mi ropa estaba deshilachada y rota. Y sucia. ¿Qué hacía yo vestida así? 
Me dirijí al baño de la habitación, aprovechando que esta estaba vacía, pero al ponerme delante del espejo, todavía estaba más confundida. No había ningún reflejo en aquel cristal. Me froté los ojos, y seguía sin ver mi reflejo. ¿Qué estaba pasando? 

Justo entonces se alzó un revuelo en el pasillo. Había gente gritando y ruido de camillas. Me pareció oír la voz de mi madre, así que salí de la habitación siguiendo el sonido. Habían dos camillas. En la primera, iba un chico. En cuanto pasó por delante mío, de mi boca escapó un nombre. Michael. ¿Acaso le conocía? ¿Cómo podía saber su nombre si no? Tras esa camilla, iba una pareja, de unos cuarenta años, la mujer sollozando y el padre con gesto enfadado. Seguido, una camilla con una chica en ella era empujada por un médico y dos enfermeras, una de ellas sujetaba un respirador artificial en la boca de la chica, y la otra, sólo hacía que ponerse nerviosa. Me fijé en los bancos de la sala de espera, allí estaba la mujer que había visto antes en mi habitación, mi madre. Me acerqué para saber qué pasaba.

Ella estaba llorando, sólo repetía mi nombre, y miraba en su teléfono repetidamente. ¿Esperaría a alguien? ¿Quizás a mi padre? 

Ella se levantó, y fue hacia la entrada. Abrazó entre sollozos a un hombre de la misma edad que ella, y detrás, había un chico. Se parecía mucho a mí. ¿Sería mi hermano? 

No tardaron en salir corriendo hacia donde un rato antes, se habían llevado las camillas. Miré hacia abajo. Sólo yo podía verme allí. Y no, no estaba muerta. Yo estaba viva. "Debo estar soñando", me dije, mientras iba tras mi familia.

Amnesia. (Michael Clifford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora