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Era de noche, y por alguna razón no podía dormir. Me sentía triste, y no podía siquiera cerrar los ojos. Dí vueltas en mi cama, girándome hacia la ventana, hacia la puerta, hasta que empezó a dolerme tanto movimiento. Decidí incorporarme, estirar las piernas e intentar caminar. Podía, realmente podía. Iba más lenta que una persona sana, pero si me habían estado llevando de un lado a otro en silla de ruedas por una semana era normal que no me acostumbrara de nuevo. Ya no estava permanentemente conectada a una bolsa con suero porque ya podía comer de todo tranquilamente, pero seguía teniendo una vía abierta porque debían inyectarme unos medicamentos en vena de vez en cuando. Eran las tres y la enfermera no tardaría en venir para suministrarme la toma de la madrugada. Quería andar, hacía mucho que no lo hacía sin ayuda de nadie, quería ver de cuánto era capaz en ese estado. Seguía sentada, intentando encontrar mis zapatillas en la oscuridad moviendo los pies alrededor, pero no notaba nada, así que para no gastar más tiempo, me puse en pie ayudándome de la cama y dí los primeros pasos en autonomía, sin apoyo alguno. Caminé por lo que me parecieron horas, y sólo me había alejado unos dos metros de la cama, rodeándola. La enfermera abrió la puerta y me vió en pie, frente a ella. Suspiré en cuanto la vi dejar todo lo que llevaba ya preparado en el carrito y ofrecerse como apoyo. Más bien me obligó a apoyarme en ella para devolverme a la cama.

-Sólo quería ir al baño. ¿Tan grave estoy que no puedo dar doce pasos sin tener a alguien detrás mío? -Ya empezaba a estar algo harta de estar siempre controlada.
-No, puedes caminar perfectamente, pero más vale prevenir que curar. ¿Y si pasa algo? Nosotros tendríamos que hacernos responsables -intentaba parecer amable, aunque yo sabía que estaba cansada de tener que aguantar pacientes repelentes.
-Lo siento. Sólo quería ver qué era capaz de hacer.
-No te preocupes. Pero no vuelvas a hacerlo. Túmbate cielo. -le hice caso y acto seguido me inyectó el medicamento. Se fue sin decir nada. 

Parecía que caminar me había agotado un poco así que me tumbé y al poco caí rendida.

Me desperté por la mañana, o eso suponía, ya que no entraba luz por la ventana. La puerta estaba abierta y no oía voces, así que me imaginé que no había nadie cerca. Me puse de pie y con cuidado me acerqué al ventanal medio cubierto por una persiana gris. Estaba lloviendo, y las nubes tapaban el cielo. Notaba mi cuerpo más ligero sobre mis pies, y me era más fácil caminar que por la noche. Me encaminé hacia la puerta, intentando no hacer ruido. Me asomé y vi que no había nadie, ni a la izquierda ni a la derecha, así que empecé a andar por el pasillo. Pasé por delante de la habitación 0015, y algo me estaba diciendo que entrara allí, incluso que ya había estado en esa habitación antes. Antes de darme cuenta ya estaba abriendo la puerta. Dentro había un chico, moviendo un lápiz sobre un bloc de notas de estos que dan en los hoteles. Choqué mis nudillos contra la puerta dos veces, para que se diera cuenta que estaba allí. Aún no sé por qué lo hice, ni por qué me había acercado a esa puerta. El chico de pelo claro, desteñido, me miró y entonces le reconocí, era el chico que vi en mi sueño, el que dormía triste, adornado con rasguños y ojeras. Estas habían desaparecido un poco, y volvía a tener un color de piel más rosado, pero su condición aún hacía mella en él. Algo en su cara me dijo que yo también le era conocida.
-Puedo... Puedo ayudarte? -dejó el cuaderno y el lápiz a un lado y se acomodó en la cama, ya que pasó de estar sentado a escurrirse, por el tiempo que llevaba en esa posición.
-No... En realidad yo... Pasaba por aquí y... Lo siento, pensaba que estaría vacía. No hay mucha gente en esta planta. -estaba pensando muchas cosas a la vez y no podía centrarme en lo que estaba diciendo. Ese chico me sonaba demasiado. Cómo colocaba las manos mientras estaba sentado, cómo hablaba, incluso su manera de pestañear. Moqueaba de vez en cuando y era gracioso verle fruncir la nariz.
-¿Eres una paciente o te gusta pasearte en camisón por ahí? -su sonrisa al decir eso despertó una chispa de calidez en mí. Era como si lo conociese de toda la vida.
-Las dos cosas. -intercambiamos una sonrisa. 
-Me resultas familiar -me estaba invitando a pasar dentro con su mirada. Di dos pasos y dejé la puerta como la encontré al principio, algo entornada. Cuando estuve a punto de darme la vuelta, un trueno estalló y cerré los ojos fuertemente, sobresaltada.

Cuando volví a abrirlos, estaba en mi habitación, tumbada en mi cama, con las sábanas revueltas. ¿Otro sueño? ¿Quién era ese chico?

Amnesia. (Michael Clifford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora