Capítulo 3

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"Pista"

Jongdae mira el auto alejarse por la calle hasta que se convierte en un pequeño punto a la distancia. No es capaz de reaccionar. Se ha quedado en completo shock. Su corazón golpea fuertemente contra su pecho y aun cuando sabe que está a salvo aquí y ahora, se siente en peligro. Un grupo de hombres ebrios pasa por su lado y uno de ellos golpea su hombro, demasiado achispado por el alcohol como para notar que está en la jodida acera también. Saliendo de su estupor, mira a su alrededor y entonces recuerda algo importante. El bar. Joder, su jefe va a matarlo si alguien se ha metido a robar algo. Se gira rápidamente y entra en el local, echando un vistazo. Todo parece estar donde debería y suspira, asegurándose de apagar el letrero con luces que dice abierto.

No quiere pensar en lo último que le ha dicho Luhan, pero su mente está esforzándose en recordárselo. Decidido a distraerse, prefiere terminar de limpiar todo y cerrar el local para poder irse a casa ya. Mañana tiene clases temprano y se le ha hecho bastante tarde. Con una velocidad impresionante levanta las sillas y reanuda su tarea de guardar las últimas botellas de vino antes de que ese sujeto apuesto lo interrumpiera. Maldito imbécil. ¿Cómo se ha atrevido a golpearle? No le duele tanto ahora. Sin embargo, sabe que va a hincharse y no tiene ganas de explicarle a Yixing lo que le ha sucedido. Carajo, ¿si quiera puede hacerlo? Esto no tendría que estarle pasando.

Toma la copa del mostrador y tira el líquido restante en el reducido fregadero que está detrás, la limpia y vuelve a dejarla en su lugar. Agradece que no la haya tirado al suelo cuando recibió el golpe porque su jefe es endemoniadamente tacaño y se habría encargado de descontarla de su suelo. Al terminar, toma sus cosas de su casillero y se pone la chaqueta encima. En su camino hacia la salida deja el delantal colgado en el perchero, apaga todas las luces y sale por la puerta, cerrándola como tuvo que haber sido en un principio. Camina hasta su auto y se queda un momento frente a este, simplemente mirándolo.

—¿En que estaba pensando cuanto te compre?—dice a la nada, hablando con ese tono tan característico que tiene cuando se queja de cualquier cosa. Se abstiene de darle una patada a la puerta porque aunque esa chatarra le esté costando la vida, sigue siendo suya y no ha trabajado como un loco para poder comprarla. Aunque ahora se arrepienta de hacerlo. Se estremece al sentarse en el asiento y arranca el coche, dirigiéndose a su apartamento.

Ni siquiera se molesta en saludar a la mujer del mostrador. Camina hacia las escaleras directamente, ignorando la mirada extrañada que le dedica. Va por la mitad de su camino y recuerda que tiene la nariz y probablemente parte de la cara llena de sangre. Diablos. Tendrá que inventarle una excusa mañana antes de que vaya con el chisme al dueño del bloque. No quiere que piense que es un criminal o algo así. Esperen. ¿Ahora cuenta como uno? Sacudiendo su cabeza, termina su viaje y entra en su dulce hogar.

Ya estando en algo más cómodo, deja el uniforme en el cesto de ropa sucia porque ha logrado mancharlo de sangre. Por suerte tiene uno limpio para mañana. No puede evitar maldecir otra vez a ese desgraciado que ha tenido los huevos suficientes como para golpearlo porque su nariz sí que se ha hinchado. Se lava cuidadosamente y toma el botiquín que sabía le sería útil algún día. Solo tiene un corte cruzando horizontalmente por su tabique. Pone una gasa encima y la asegura con algo de cinta médica. Antes de recostarse prepara las cosas que usará el día siguiente. Es como una costumbre para ahorrar tiempo.

Se recuesta sobre el colchón e inconscientemente abraza una almohada. Sus únicas preocupaciones diarias eran no llegar tarde a la facultad, cumplir con sus abonos e ir al trabajo por las tardes.

¿Cómo sobrevivirá trabajando para la jodida mafia?

No tiene sentido.

Al entrar en ese cuarto lleno de hombres con caras serias y labios apretados, supo que no estaba tratando con cualquiera. Pero, ¿la mafia? Eso era otro maldito nivel. No quería eso para él. No ahora. Por fin ha logrado estabilidad en su vida llena de altibajos y tiene que pasarle esto. Jongdae es una persona positiva. Sin embargo, no cree poder formar una sonrisa en sus labios cuando estén buscando al culpable. Y como si no fuera poco, su equipo es Luhan.

Between a Heartbeat - LuChenWhere stories live. Discover now