Hola! Se que tardo mucho en actualizar, espero que no me lo tengáis mucho en cuenta, pero he pasado por unos malos momentos y no estaba bien...
Bueno, espero que disfrutéis del capítulo, aquí os lo dejo. 💜
***
[POV Miriam]—Uhm. Parece que es serio lo que quieres decirme. – Me contestó Amaia funciendo el ceño. Se levantó. – Pero antes. – Me acerqué a ella. – Cuéntame como te ha ido con esa chica.
— Se llama Ana. – Sonreí. Ella me acarició. – Estar con ella me llena de luz. Me trae mucha paz, se me olvida todo lo malo de mi, yo... – La miré. – Se que esto no es bueno Amaia. Se que no voy a poder quererla como te he querido a ti. – Ella negó sonriente.
—No deberías de pensar en mi. – Agachó la cabeza. – Tu prioridad eres tu.
— Ya pero... – Me calló. – No se como acercarme a ella. – Amaia rodó los ojos alejándose de mi percatándose de mi excusa.
— Busca excusas para estar con ella, ¡conócela! ¡Sal de casa! – Me miró. – Pero sobretodo, deja que ella llegue a ti. Deja que Ana te conozca.
Dicho esto nos quedamos en silencio.
Al final opté por encerrarme en mi habitación y empecé a componer buscando en mi mente alguna excusa para volver a acercarme a mi preciosa vecina.Oí el timbre sonar haciendo que temblase por un momento.
Bajé apresurada las escaleras con mi batín puesto puesto que estaba en pijama ya que era de noche.Y nada más y nada menos en la puerta de fuera de mi casa estaba Ana.
— ¿Ana? ¿Qué haces aquí? – Ella sonrió y subió su mano derecha. Tenía un pack de seis cervezas.
— Pues alegrarte la noche vecina mía. – Dijo con una sonrisa. Mis piernas fueron directamente a abrirle. – ¿Y que de mejor forma con una ricas cervezas?
— Gracias Ana. – Nos miramos a los ojos por unos segundos. Tenía ganas de besarla, pero aparté la mirada de sus intensos ojos color chocolate. – Pasemos, hace un poco de frío.
Las dos entramos sintiendo otra vez la calidez de mi casa. Ana miró mi salón con curiosidad, estaba un poco desordenado.
— Lo siento. – Ella me miró mientras se quitaba su chaqueta adidas. – Hace mucho que no recibo visitas. – Dije tristemente.
Y así era, hacía tanto tiempo que nadie pisaba mi casa que se me hacía muy raro.
Ana se sentó en el sillón en el que se sentaba Amaia y dejó las cervezas en la mesa. Sentí un pequeño nudo en mi estómago mientras le miraba.
— ¿Qué haces ahí parada? – Me preguntó extrañada puesto que no hablaba. – Ven, siéntate, hablemos amiga.
Fui lentamente y me senté en el sofá de al lado mientras que Ana abrió las dos primeras botellas de la noche, las cuáles por cierto eran de rosca.
— Cuéntame Miriam, ¿Qué hace una chica como tu en un pueblo como este? – Preguntó animada.
— Pues... – Empecé a contar, pero me di cuenta de que realmente no me acordaba. – No lo se...
— Oh, vaya.. Como yo. – La miré interrumpiendo mis pensamientos. – Yo en parte no se que hago aquí a parte de para visitar a mi familia, se que es para olvidar a mi ex pero la verdad es que podría haberla olvidado en mi casa tranquilamente en Canarias tomando el sol en la playa. – Reconoció sincera. Me miró. – Será que este pueblo une a gente, ¿No? – pegué un gran trago de mi cerveza nerviosa por la mirada de Ana. – y hablando de eso... ¿Has tenido a alguien interesante?
— Bueno, solo tuve una novia. – Reconocí. – Ahora estoy soltera. – Dije un poco tristemente. – Como tu.
Ana río por mi sentido del humor.
Conforme íbamos hablando también bebíamos de nuestras respectivas botellas. Ya estaba empezando a notar el mareo a causa del alcohol.[ Narrador Omnisciente]
— Miriam... ¿Por qué siempre me da la sensación de que alejas a los demás? – Preguntó Ana con una sonrisa. Miriam frunció el ceño.
"Yo quiero acercarme a ti." - Pensó Ana.
— Eso no es de tu incumbencia. – Contestó Miriam bordemente. Ana dejó de sonreír y le miró. Pero Miriam derrepente recordó la frase que Amaia le había dicho.
"Pero sobretodo, deja que ella llegue a ti. Deja que Ana te conozca."
— Bueno tranquila, si no quieres responder.... – Ana bebió un trago de su cerveza sintiendose culpable por ser tan directa. Miriam le contestó.
— Es mi miedo a hacerle daño a la gente. Siento que... – Bebió y siguió. – Siento que yo he tenido que ser muy mala persona en otra vida para que la gente ahora me trate como un bicho sarnoso. Y siento que si tanto dolor tengo se lo puedo pegar a otros.
Ana no supo que contestar.
— ¿Bicho sarnoso? ¿Tu te has visto? Sin duda eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida... – Dijo Ana para después tener un hipo. Miriam le miró atónita. – ¿Qué? ¿Tengo algo entre los dientes? – Miriam asintió. Ana se pasó un dedo por sus dientes y al mirarlo y ver que no había nada miró a Miriam. – ¿Puedes...?
"Lo que tienes es un beso entre tu sonrisa." – Pensó Miriam.
Miriam dejó las cervezas de ella y de Ana en la mesa y se sentó encima de Ana mientras que esta pasaba sus brazos alrededor de su cintura. Se volvieron a besar.
Los besos eran lentos y tímidos.
Miriam acunaba la carita de Ana entre sus manos deseando que esos besos no terminasen, que se quedasen un ratito más.Ana en cambio daba caricias en las caderas de Miriam mientras que pensaba que el elixir de los labios de Miriam eran pura medicina para su dolor de mal de amor.
Derrepente Miriam paró y se levantó de encima de Ana con cara de horror, como si lo que estaban haciendo estaba mal. Empezó a agobiarse.
— Miriam, ¿Estás bien? – Dijo Ana preocupándose por ella a la vez que se acercaba. Miriam se alejó.
— Esto... Esto no está bien. – Empezó a llorar. Ana pensó que tal vez le estaba dando un gay panic así que no dijo nada. Miriam volvió a hablar. – Esto le puede hacer mucho daño a Amaia.
¿Amaia? ¿Quién es Amaia? - Pensó la morena.
Temiéndose lo peor, Ana salió de la casa de Miriam.
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