siete.

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Ana intentaba volver a hablar con Miriam cada vez que tocaba a la puerta de su casa, pero esta no le respondía. Supo que era mejor investigar por su cuenta mientras que Miriam ignoraba la existencia de todo el mundo.

Ana fue al centro del hogareño pueblo. Había una amplia plaza con una mediana fuente decorando el centro de esta, los niños jugaban corriendo de un lado a otro y las tiendas y bares estaban abiertos a esas horas de la tarde.

Ana entro al establecimiento que tenía más cerca, al pasar por la puerta se oyó una pequeña campanita anunciando su entrada.

Un joven se giró a mirarla y después terminó de atender a una madre joven que estaba con su pequeña hija.
El chico de pelo rizado al despedirse de esta le dió una piruleta y le devolvió el pelo. La madre le miró de forma cariñosa al muchacho y se despidieron.

— Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarte? Hoy mismo nos han llagado unas chaquetas y unos vaqueros muy bonitos por si los quieres ver, son de esta temporada. – Dijo el chico con una sonrisa mostrando sus pequeñas paletas algo separadas.

A nuestra querida canaria le dió muchísima ternura.

— No muchísimas gracias... – El chico se dispuso a irse detrás de la caja pero Ana se adelantó y le tocó el hombro. – Yo, esto, me llamo Ana... – Le miró confusa. – Mira puede que parezca raro pero te quiero preguntar sobre una cosa, es que soy recién llegada y bueno, no conozco apenas a nadie.

El joven frunció el ceño todavía confuso.

— ¿Es que quieres que salgamos o algo para ser amigos? – El chico se rascó la nuca. A Ana no le pareció tan mala idea esa, la de hacer un nuevo amigo. Pero no había ido allí para hacer amigos. – Bueno o a lo mejor me estoy confundiendo yo y solo me quieres preguntar por el nombre de una calle y estoy aquí diciendo tonterías sabes?

— No, no. Es cierto, me explico muy mal. – Ana se rascó la frente. Ahora el chico estaba más confuso. – ¿Sabes quién es Miriam? Una chica un poquito más alta que yo, pelo rizado y rubio, ojos castaño... – Conforme Ana la describía. El joven fue poniéndo cara de tristeza.

— Si, se quien es. – Dijo triste. – Ella y yo eramos muy amigos... – Entonces se alteró un poco poniéndose nervioso. – ¡¿Le pasó algo a Miriam?! ¡¿Está bien?!

— Si, si. – El chico dejo de estar tenso. – Bueno, no lo se... Por eso vine a hablar contigo, no se que le pasó. – Alfred comprendió.

— ¿Vienes a preguntarme acerca de Amaia? – Ana asintió. El joven metió su mano en su bolsillo, sacó su cartera, la abrió y le tendió una foto a Ana.

Ana se fijó en como ambos en la foto se miraban con ternura, ¿Acaso esa foto la sacó Miriam?

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Ana se fijó en como ambos en la foto se miraban con ternura, ¿Acaso esa foto la sacó Miriam?

Miró muchísimo a Amaia, era una muchacha realmente atractiva.

— Era la típica persona de la que todo el mundo podría enamorarse nada más estando un rato con ella charlando y mirándola. – Suspiró. – Como me pasó a mi... – Reconoció nostálgico. – Ana le dió la foto y el chico la sostuvo en sus manos mientras siguió hablando. – Era mi mejor amiga, el día que nos conocimos ella se acababa de mudar de Pamplona. – Sonrió. – Todos en clase se reían de mi por ser tan peculiar, ya sabes, en la ESO los adolescentes pueden ser muy crueles. – hizo un parón recordándola. – Pero ella no, ella era distinta, era como si al estar con ella estuvieras en casa. – Se limpió una pequeña lágrima que brotó por su mejilla. – Y bueno yo, estuve enamorado de ella desde que la vi con su cazadora marrón y sus botas que se oían a kilómetros. Y ya sabes como sigue nuestra historia. – Miró a Ana. – Yo siempre siendo el amigo fiel y ella acabándose enamorado locamente de otra persona que no soy yo.

— ¿Miriam? – El chico asintió. – Perdona, ¿Como te llamabas?

Alfred. - Suspiró. – Y bueno, esa chica era Miriam, considerada la chica más guapa del último año y del instituto. Era amable con la gente, lista, simpática e interesante. – Volvió a poner una mirada triste. – Todo lo que yo en ese momento no era. – Ana iba a hablar para consolarle pero siguió hablando. – Miriam me trataba genial, cuando estuvimos en la misma clase siempre contaba conmigo, se acercaba siempre a mi para ayudarme y para hablar de muchísimas cosas, ella no me veía como un bicho raro, según lo que me dijo ella, era su amigo y ... Me solía decir que no me pusiera triste al pensar que yo era diferente, por que ser así es ser único y ser único para ella equivalía a ser especial. Ella siempre me lo demostraba, que yo era alguien importante para ella y para Amaia. – Sonrió al recordar a su antigua amiga. – Y fue inevitable que las dos se enamorasen perdidamente la una de la otra. A veces las palabras entre ellas dos no habían falta, solo con una mirada les bastaba. – Guardó la foto en su cartera. – Todo fue bonito hasta que terminamos el bachillerato y Amaia y yo empezamos la universidad mientras que Miriam vivía centrada en crear música trabajando en una discográfica. – Suspiró fuertemente, brotaron más lágrimas. Ana le abrazó. Estuvieron minutos rodeándose mutuamente entre sus brazos. A Ana se le encogía el corazón al oír los sollozos de Alfred.

Separaron su abrazo y Alfred volvió a secar sus lágrimas.

— Si no quieres seguir contándomelo no pasa nada. – Ana ya se iba imaginando lo que pasó.

Empezó a reconstruir una imagen mental de como Miriam alejaba a Alfred de Amaia por sus celos y como Amaia acabó dejando a Miriam y separándose de Alfred.

O una imagen de que Amaia y Alfred hubiesen acabado juntos, que Miriam por los celos se separase de ambos  y que finalmente Amaia dejase a Alfred, para irse dejando a Alfred y a Miriam con el corazón roto.

— No. – Dijo Alfred interrumpiendo los pensamientos de Ana. – Quiero que sepas que pasó. – Ana asintió y acompañó a Alfred al almacén de la tienda donde tendrían más intimidad. – Miriam se volcó tanto en ella profesionalmente que dejó de valorar tanto a Amaia. Ella misma me lo contaba día tras día, que desde que empezaron a vivir juntas todo cambió radicalmente y que no sabía que hacer. – ¿Seguirán viviendo juntas? Pensó Ana. – El último dia que hablé con Amaia por mensaje me dijo que tenía pensado dejar a Miriam por su propio bienestar, le gustaba ver a Miriam crecer como música pero, ella sentía que Miriam dejó de quererla. – Ana frunció el ceño, ¿Dónde estaba ahora Amaia? – Y esa misma noche, la madre de Amaia me llamó. – A Ana le empezó a ir aceleradamente su pulso temiéndose lo peor. ¿Acaso Miriam le hizo daño a esa pobre chica? – Amaia murió.

Ana se separó de Alfred algo aturdida.

— ¿Como? Pero si ella... Miriam me dijo que lo que hacíamos le haría daño a Amaia. – Dijo confusa.

— Dios mío... – Alfred le miró con tristeza. – Ana, Amaia murió hace cosa de dos años, tuvieron un accidente de coche. – Dijo Alfred preocupado. – Miriam estuvo un año y medio en coma y justo cuando los doctores la iban a desconectar por que pensaron que no iba a sobrevivir consiguió despertar. – El empezó a negar. – Ahora entiendo por que me echó de su casa cuando fui a visitarla diciéndome que era culpa mia de que Amaia la dejase.

Ana entró en pánico.
Alfred lo notó.

— Miriam... – Susurró Ana para después mirar asustada a Alfred y salir corriendo de la tienda.

the reason [wariam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora