nueve.

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[ POV Ana]

Al llegar al hospital más cercano los médicos nos atendieron rápidamente, parecían bastante nerviosos, eran cosas de vocación, supongo.

Miriam estaba muy mal, casi parecía que estuviera muerta y eso era lo que más nos inquietaba.

Después de tomarle su pulso y ver sus pupilas y su boca, se la llevaron corriendo y a Alfred y a mi nos dejaron en medio de un largo pasillo.

Yo miré desolada como esos médicos y doctores se llevaban a Miriam por lo largo de ese pasillo hasta acabar en una habitación para empezar a hacerle el lavado de estómago.

— Se pondrá bien. – Me dije a mi dándome esperanzas y apoyo. Alfred puso una mano en mi hombro mientras me miraba triste pero a la vez estaba igual de esperanzado que yo.

En ese tiempo, mientras que seguían con Miriam, Alfred y yo hablamos.
Agradecí enormemente que el me sacase temas de conversación.

Me explicó que seguía en la universidad y que para pagarla tenía que trabajar en la tienda de su tía, la cuál le pagaba bastante bien como para haberse independizado en un pequeño piso cerca del centro del pueblo.

Yo le conté mi vida un poco por encima, que era la primera vez que yo estaba ahí temporalmente, que había cortado con mi pareja y cómo conocí a Miriam.

— Parece que ya no te acuerdas de ella... – Dijo Alfred mirando sus manos.

— ¿A quién te refieres?

— A tu ex, Mimi, ¿No? – Yo asentí.

— Ya, bueno, no he tenido tiempo para pensar en ella, tenía otra cosa metida en la cabeza... – El me sonrió.

— Más que cosa a alguien... – Dijo obvio.

No se lo iba a negar, por que esa era la realidad. Miriam me tenía la cabeza muy ocupada, era dueña de mis pensamientos desde que la vi por primera vez.

El doctor nos interrumpió y nos dijo que Miriam estaba consciente, ambos fuimos con paso acelerado a la habitación puerta de la habitación.

— Entra tu, yo hablaré ahora con el doctor. Después te comentaré lo que me ha dicho. – Anunció Alfred. Asentí mientras que noté que el doctor llegaba a nuestro lado. Le di una mirada agradecida y me adentré en la habitación.

Entré lentamente.
La imagen que vieron mis ojos me dió muchísima tristeza.

Miriam miraba desolada la pared.
Sus ojos parecían que no tenían vida.

— Miriam... – Dije de forma átona cuando estuve al lado de la cama.

Ella se giró a mirarme, por unos segundos sentí un brillo en sus ojos.

— Tu... ¿Qué haces aquí Ana? – Dijo frunciendo el ceño. – No merezco que estés aquí. No merezco que nadie venga a verme. – balbuceó.

— ¿Quién crees que te trajo al hospital? – Puso una mirada triste. Se miró las manos nerviosa. – Espero que sea la última vez que nos das un susto así.

— ¿Nos das? – Interrogó Miriam. Miré hacia la puerta y vi a Alfred esperando en ella dudoso de si entrar o no.

— Miriam, hay alguien que quiere verte. – Contesté. Alfred subió su mirada hacia la mía y le di una seña para que entrase a la habitación.

En un principio dudó pero después no le quedó otra que entrar. Se le veía muy nervioso.

Miriam empezó a llorar y Alfred se acercó rápidamente a su cama a abrazarle.

Yo me limité a salir de la habitación para dejarles a solas.

Pensé en el susto que nos había metido Miriam, se había intentado suicidar... ¿Por qué? ¿Por qué haría ella algo así? Yo se que detrás de su coraza tenía un gran corazón, podía sentirlo a través de lo que sus miradas me decían.

¿Y si no hubiera llegado a tiempo? Prefiero no pensar en lo peor...
Ahora que sabía como era de emocionalmente inestable Miriam no me separaría de ella. Me había marcado muchísimo el verla así.

Oí como Alfred me llamó desde la puerta, me giré y vi en su rostro una cara de felicidad que no se la había visto antes. Incluso estando así de feliz era mucho más atractivo.

Me volví a meter en la habitación.
Miriam agarraba a Alfred de la habitación, parecían muy contentos.

— Hemos decidido que Alfred viva conmigo. – Yo sonreí ante la idea de que al menos Miriam tuviese a su amigo cerca. El le acarició dulcemente la mejilla, se notaba que la quería muchísimo. Sentí admiración por Alfred en ese mismo momento.

— Si, necesito volver a pasar tiempo de nuevo con mi mejor amiga. – Bramó Alfred.

— Eso me alegra muchísimo. – Miré a Miriam, la cuál me miraba de una manera algo especial. Me era difícil descifrar esa mirada, solo veía dulzura y esperanza. – Bueno también tendremos que arreglar el destrozo que hice al entrar en tu casa.

— De eso no te preocupes, lo arreglaremos juntos, los tres. – Propuso Alfred. – Así también pasaremos más tiempo los tres.

Después de seguir un rato con Miriam recibí la llamada de mi padre.
Salí de la habitación.

— Hija, ¿Donde estás? ¿No has visto los mensajes que te dejé? Agoney te vio salir de casa esta tarde y al irse el ahora con un chico para ir de fiesta te lo iba a proponer a ti por que no habías vuelto. – Dijo preocupado.

— He tenido que traer a Miriam al hospital junto con otro amigo.

— Pero hija, ¿Qué haces juntándote con esa chica? No es buena compañía, lo piensan todos los del pueblo, esa chica es extraña y...– Le corté molesta.

— Ha intentado suicidarse papá. – Lo noté nervioso. – Y espero que no vuelvas a decir todo eso de ella sin conocerla, ella... – Se me cayó una lágrima. – Ella es buena persona, solamente está rota y necesita ayuda y yo se la voy a dar.

— Lo siento hija, yo no...

— ¿Yo no qué, Papá?... Los del pueblo lleváis muchísimo tiempo dudando de ella y lanzando el rumor de que es mala chica ¿Por qué? Solamente por que prefería estar sola y no hablar con nadie por llevar el luto de su exnovia fallecida en ese accidente... – Hice un silencio. – Solo su amigo Alfred se intentaba acercar a ella para ayudarla y vosotros que erais sus vecinos no hicisteis absolutamente nada, solo hacíais lo mismo que hacían todos los demás. Hablar mal de ella... – Estaba como Miriam, rota por esa sensación. – Hoy no me esperéis despiertos por que pasaré la noche en el hospital con Miriam. Mañana pasaré por casa para asearme, cambiarme de ropa y coger dinero y volveré a venir por que Miriam me necesita.

A todo eso él solo respondió con un "está bien".

Al colgar la llamada vi que Miriam me buscaba con la mirada desde que había salido de la habitación.

— ¿Quién era? ¿Tu padre? – preguntó dudosa.

— Si, no te preocupes. – Me senté en la silla de al lado de su cama. Alfred se tuvo que ir a su piso para descansar y empezar a guardar sus cosas por la mañana para su mudanza a la casa de Miriam. – Está todo bien.

Ella acercó su mano a la mía y yo se la agarré con una sonrisa.

— Todo está bien si estás cerca mía. – Solo pude sonreír sorrojada a lo que dijo Miriam.

the reason [wariam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora